Durante la vigilia Diocesana se rezaron tres misterios del Rosario que fueron acompañados de distintos testimonios que ofrecemos a continuación. De la monición del primer misterio se encargó la Delegación Diocesana de Laicos y del rezo, una familia de los Equipos de Nuestra Señora. La monición del segundo misterio fue realizada por el grupo Effetá y el rezo, por los Scouts. Mientras que la monición al tercer misterio, por miembros del Opus Dei, y el rezo, por Regnum Christi.
“Puedes tenerlo todo, pero si no tienes al Señor, la vida está vacía”
❐ L.B.
Ana Cuenca, de 30 años, pertenece a una comunidad del Camino Neocatecumenal en la parroquia de San Jerónimo de Valencia. Ana ofreció el primer testimonio, en torno al sufrimiento.
En él relató cómo hasta los 16 años llevó una vida completamente normal, pero entonces la enfermedad le desmontó todos los planes: estudios, matrimonio, maternidad… Por ello, en un principio tuvo una lucha con el Señor, pero la Virgen “intercedió en momentos concretos como una madre”.
Ana también reconoció que “sin oración no puedo nada”. Y la enfermedad le ha enseñado que “la vida se puede complicar pero si tienes al Señor, lo tienes todo”. De hecho, reconoce que ahora tiene “paz y la seguridad de que el Señor me cuida y me quiere”. “Me siento tremendamente amada por el Señor y los que tengo alrededor” aunque reconoció que “es humillante que te lo tengan hacer todo”.
Su testimonio fue interrumpido por los aplausos cuando afirmó que “puedes tenerlo todo, pero si no tienes al Señor, la vida está vacía”.
También relató Ana, con constantes toques de humor, cómo había llegado a un acuerdo con el Señor en el sentido de que nunca iba a negarse a hablar de Él “porque todo lo haces bien”. Y manifestó que ese era el motivo por el que no había podido negarse a ofrecer su testimonio en la vigilia ante tantas personas. “Yo no soy nadie, pero en mi pequeñez, el Señor me ha elegido para llevar su amor a los demás y que vean que se puede ser feliz en medio del sufrimiento”, declaró.
Igualmente destacó que en su vida ha visto que “la Virgen es mi madre y donde mis padres de la carne no llegan, está Ella”.
Concluyó Ana su testimonio dirigiéndose a los jóvenes e invitándoles “a que no tengáis miedo, a que abráis las puertas al Señor porque nunca os va a defraudar” sino que, al contrario, “os va a sorprender”.
“¡Cuántos proyectos puede hacer Dios con cada uno si le decimos sí!”
❐ L.B.
Rosa Parra, de Oliva, religiosa de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados, también compartió su experiencia y vocación.
“¿Qué tendrá la mirada de Jesús para que cambie las vidas?” se preguntaba la religiosa al comenzar su testimonio.
Rosa contó como sus padres les transmitieron la fe. Ella y su familia eran feligreses de la parroquia de San Roque, donde pertenecía a los Juniors. Quería ser restauradora y estudiaba Bellas Artes, mientras compartía piso en Valencia con otras tres compañeras. “Disfrutaba mucho pero a la vez experimenté mucho vacío. Me estaba metiendo en un túnel que no me daba vida”, explicó.
Entonces vivió unas experiencias que le marcaron, como la JMJ del 2000, el Camino de Santiago y su peregrinación a Lourdes.
En la JMJ de Roma “vi a jóvenes de todo el mundo y todos convocados por la fe en el Señor, no por un cantante famoso”. Una frase pronunciada allí por el papa san Juan Pablo II marcó su vida: “Jóvenes, sois el corazón de la Iglesia”. “Y me pregunté qué estaba haciendo”, recuerda.
Más tarde acudió como brancardier en una peregrinación a Lourdes. Allí asistía a una chica ciega que le impresionó por la fe que tenía. Pensó “ella no ve y cree, y, sin embargo, yo lo pongo en duda todo, no creo”.
Gracias a estas experiencias se encontró con Cristo y se volcó de nuevo en la vida parroquial. Entonces llegó un nuevo interrogante: “¿Por qué no consagrarme?”.
Ahora se siente “feliz entregándome a Dios por completo Me da la felicidad que no me daba el mundo”, por eso, manifestó que “vale la pena darle un sí generoso a Dios”. “¡Cuántos proyectos puede hacer Dios con cada uno de nosotros si le decimos sí! La Virgen es un ejemplo, una escuela”, subrayó. Y animó a todos afirmando que “creer es servir a los demás con generosidad y diligencia”.
“A través del rostro de mi madre, de su sonrisa, pude conocer el amor de Dios”
❐ L.B.
El segundo testimonio fue ofrecido por Enrique Baviera, de 31 años y ordenado sacerdote en 2019, que es actualmente párroco en Agullent.
Enrique, a pesar de pertenecer a una familia cristiana, a los 14 años se metió en el mundo de los videojuegos a nivel de competición, lo que le alejó de su familia y de la Iglesia y afectó a sus estudios. “Para mí eso era la felicidad. Estaba con mis amigos y entre los 100 mejores en el videojuego ‘online’, pero mi vida estaba vacía y esta situación afectó a mi familia”, comentó.
Tras una discusión muy fuerte en su casa, “desapareció el ordenador y con él toda mi vida”. Enrique no podía entender por qué sus padres le hacían eso. “Me fui de casa y me pasaba de todo por la cabeza. Hice daño a mis padres”, a los que dejó de hablar.
Sin embargo, un día un primo le invitó a las catequesis de Confirmación y, sin decir nada a sus padres “para no darles esa satisfacción”, empezó a asistir otra vez a la parroquia. “Allí me sentí querido y no juzgado. Ya no echaba de menos el ordenador”, reconoce.
Enrique aún recuerda cuando en una de las catequesis le dijeron que “había alguien que me amaba tanto que había dado su vida mí. No podía entender que yo, que no valgo nada, fuera tan querido”.
En ese momento empezó a asistir de nuevo a misa “por tocar la guitarra”. Pero así pudo ver el daño que había hecho a sus padres, a sus amigos y a su vida. Y pensaba “¿cómo les voy a pedir perdón si no lo merezco?”. Volvió a hablar con sus padres y “no podía entender que mi madre me perdonara cinco años de infierno”. “A través del rostro de mi madre, de su sonrisa, pude conocer el amor de Dios” y “me descubrí amado hasta lo profundo”. “El Señor me dijo: déjalo todo y sígueme. No me podía creer que me llamara con la vida que había llevado”. A partir de ahí asistió a una convivencia vocacional y entró en el Seminario.
Baviera fue rotundo al afirmar que “el Señor te da una nueva forma de vivir. Crees que lo tienes todo pero cuando de verdad lo tienes todo, te das cuenta de lo que te faltaba”.
“Al rezar el Rosario noté un amor impresionante y me sentí salvada”
❐ L.B.
El último testimonio llegó de la mano de Mónica Armas, de Renovación Carismática Católica y del Proyecto Raquel. Mónica es madrileña, vive en Valencia, trabaja como asesora financiera, es soltera “y con un hijo en el cielo”.
“Mi historia es de redención”, afirmó. “La Virgen me amparó cuando yo estaba desamparada”, añadió.
Al divorciarse sus padres, la vida de Mónica se quebró. “Mi roca, mi apoyo desapareció. Me alejé de todo, también de la fe”. Mónica necesitaba ser querida y amada: “Iba detrás de los chicos y empecé a buscar el amor en lugares equivocados. Llevaba una vida desordenada”.
Siendo muy joven Mónica se quedó embarazada. “El miedo me atrapó. Me daba vergüenza el qué dirán y el mundo me decía que el aborto estaba bien. Pero no te explican lo que le pasa a la madre tras el aborto”.
“En la clínica al principio todo es muy bonito. Pero yo vi cómo a mi hijo lo tiraban a un cubo y quise recuperarlo. La dignidad humana por los suelos”, relató. “No es cierto que sea una interrupción del embarazo porque no interrumpes nada, sino que matas. Y esa vida ya no vuelve”. “Entré a la clínica siendo madre con un hijo en mis entrañas y salí siendo madre sin un hijo en mis entrañas. Porque una es madre siempre”, manifestó con mucha emoción.
A partir de ahí, Mónica tapó el dolor como pudo. De ella salía ira, enfado, tristeza profunda, tenía pesadillas… Acudió a psicólogos, yoga, nueva era, reiki. “Estaba confusa. Buscaba respuestas y llenar mi corazón”, recuerda.
Un día, Mónica entró en una iglesia. Vio un crucifijo y le dijo al Señor: “Si tú existes, ayúdame”. Fue entonces cuando le invitaron a Medjugorje. “Allí, al rezar el Rosario sentí tanta paz y alegría… Sentí un amor impresionante y me sentí salvada”, aseguró.
Ahora Mónica ofrece su testimonio en colegios y ayuda a otras mujeres en su misma situación en Spei Mater, a través de los proyectos Ángel y Raquel.