Durante el acto de apertura de la Asamblea Sinodal, el Arzobispo destacó que este nuevo estilo debe “permitirnos permanecer siempre en camino para que lleguemos a unas propuestas que nos permitan adentrarnos en el mundo cultural secularizado y laicista en el que vivimos, sin imposiciones”. Que nos permita también “edificar sobre la roca firme que es Jesucristo, que cambie la vida de los hombres” y “llevar una vida de comunión y de renovación que nos conducirá a una evangelización, a una iglesia evangelizada y evangelizadora”.
El Cardenal agradeció a todos los asistentes que han participado en la asamblea celebrada en el Paraninfo de la Universidad CEU Cardenal Herrera, el trabajo realizado durante estos meses, condicionados por la pandemia de la covid-19 y señaló que “es una alegría haber llegado a este final, que es el comienzo del renacer de la nueva iglesia diocesana”.
Durante su intervención, el Cardenal destacó que todo este trabajo “conllevará a que los evangelizadores, desde el obispo hasta los fieles, estemos a punto, para transmitir la conversión, la renovación y la comunión”. “Se trata de que el mundo crea y así habrá una humanidad verdaderamente nueva, hecha de hombres y mujeres nuevos”. El trabajo realizado desde la inauguración del Sínodo Diocesano en octubre de 2019 “debe traducirse en propuestas de acción que reflejen la capacidad evangelizadora de la iglesia diocesana y todos sus agentes: sacerdotes, diáconos, laicos, mujeres y jóvenes”. Y que permita “la presencia de los católicos en la vida real ordinaria, a través de la familia, de la educación y de las redes temporales”.