Eduardo Martínez | 7-11-2013
Las imágenes han dado la vuelta al mundo por su ternura, su simpatía, su singularidad… ¡Un niño sentado en la silla del Sucesor de Pedro! Sucedió el 26 de octubre. El pequeño, de 6 años de edad, era uno de los miles de niños que participaron junto a sus padres en el Encuentro de las Familias presidido por el Papa en la plaza de San Pedro con motivo del Año de la Fe.
A punto de comenzar su discurso el Santo Padre, el niño se le acercó hasta colocarse a su lado. El mayordomo papal intentó alejarlo de allí ofreciéndole un caramelo. Pero no coló: el chavalín se quedó la golosina y no se separó de Francisco. Muy al contrario, mientras el Obispo de Roma hablaba, se abrazaba a su pierna, revoloteaba a su alrededor y hasta se sentó en su silla. El Papa, a su vez, con toda la naturalidad del mundo, le tocaba la cabeza, le hacía carantoñas, le mostraba su cruz pectoral… Merece la pena ver todo ello en vídeo (junto a estas líneas, ofrecemos uno elaborado por Romereports).
El pequeño es natural de Colombia y vive en Italia desde que una familia le adoptó. Ante la popularidad que ha alcanzado, su madre adoptiva ha publicado este mensaje: “Esperamos que la bendición recibida por nuestro hijo pueda llegar a todos los niños abandonados del mundo. Con este evento, queremos subrayar el derecho que todo niño tiene a una familia y también el trabajo de la asociación internacional AiBi [institución que busca padres para menores sin hogar].Sólo eso, nada más”.
Viendo las imágenes del Papa con el niño, inevitablemente acuden a la mente aquellas palabras de Jesús a sus discípulos cuando éstos regañaron a unos niños que se allegaron a Él: “Dejad que los niños se acerquen a mí”.
No es ni mucho menos la primera vez que Francisco muestra esa especial cercanía con los niños. El pasado 3 de abril, por ejemplo, tras una audiencia general en la plaza de San Pedro, se bajó del ‘jeep’ para saludar a una niña con una pierna escayolada. Francisco dejó su firma en los yesos, junto a la de los amigos de la menor. Y también como arzobispo de Buenos Aires demostró una y otra vez su proximidad con los más pequeños. Precisamente en esa etapa, en un mensaje que dirigió a un grupo de educadores argentinos, Bergoglio aludió a la inquietud propia de la infancia y a la actitud correcta ante ella. Lo que dijo entonces quizás no es del todo aplicable a lo que sucedió en la plaza de San Pedro hace dos semanas, pero sí refleja la humanidad y sabiduría del hoy papa:
“En la experiencia pedagógica cotidiana constatamos que ‘los chicos son inquietos’. Esta expresión entraña diversos significados. En un plano más superficial la asimilamos a lo disciplinar: los chicos hacen lío y entonces pensamos en medidas que encorseten la espontaneidad vital de los alumnos. Hay que poner límites, todos estamos de acuerdo, pero que no sean impedimento para el desarrollo de aquella otra inquietud que pone en camino, ahogando la esperanza”.