L.B. | 27-06-2012

Daniel con sus padres, hermanos, cuñados y sobrinos. (Foto: Manuel Belda)


Daniel Sancho Mengod es un joven valenciano de 29 años que, tras estudiar en el seminario Redemptoris Mater de Viena durante nueve años, acaba de ser ordenado sacerdote por el arzobispo de la diócesis austriaca, el cardenal Christoph Schönborn. Ahora se encuentra en Valencia, donde el pasado fin de semana celebró su primera misa en su parroquia, Santo Tomás Apóstol.
-¿Cómo surgió tu vocación?
– Fue una cosa bastante rápida. Pertenezco a una comunidad neocatecumenal en mi parroquia desde que tenía 14 años. Me sentía agradecido de haber conocido a Cristo y por todos los regalos que había recibido a lo largo de mi vida.
Cuando comencé a estudiar Filología en la Universidad, empecé a sentir cierta inquietud. Dio la causalidad de que en poco tiempo hice varios viajes por Europa: Francia, Italia, … y vi otra realidad distinta a la que yo vivía. Había gente que no conocía la Iglesia ni a Cristo. Entonces pensé que debía transmitir lo que yo había recibido en la Iglesia y me planteé ser misionero laico.
Participé en un encuentro vocacional del Camino Neocatecumenal y allí comentaron la falta de seminaristas en  Viena. En ese momento consideré la posibilidad y, aunque tenía dudas y reservas, dije que sí. Una semana más tarde estaba en el avión volando hacia Viena, tras ser enviado allí por el Camino para formarme como sacerdote. Fue un regalo que todo sucediera tan rápido, porque si me lo hubiera pensado mucho, igual digo que no.

-¿Cómo tomó tu familia la decisión?
– Mi padre y mis hermanos lo aceptaron muy bien, aunque creo que mis hermanos no lo entendían del todo porque hay bastante diferencia de edad y eran pequeños. A mi madre le costó un poco más porque en aquella época mi hermano mayor estaba ya en el seminario, y que el segundo se marchara también… Si en ese momento  me hubiera dejado llevar por el afecto, hubiera hecho marcha atrás. Pero no lo hice y ahora se ha creado una relación nueva con mis padres y mi familia.

– ¿Ha habido alguna persona que te haya influido especialmente en tu vocación?
– Sí. Me ha ayudado el contacto con los sacerdotes de la comunidad neocatecumenal de mis padres que estaban en misión: Ángel Bello, Joaquín Antón y Juan Buigues, que ya falleció. También los escolapios, porque estudié en su colegio de la calle Carniceros. Y en especial Gonzalo Carbó, que llevaba el ‘Oratorio de niños pequeños’ al que yo iba. Fui del primer curso que hizo el oratorio y esta experiencia me ha acompañado siempre.
– ¿Te identificas especialmente con algún pasaje evangélico?
– Con 1Cor 3, 22-23: “Todo es vuestro,  y vosotros de Cristo, y Cristo de Dios”. Porque seguir mi vocación no me ha resultado difícil, no me ha resultado violento, sino fácil. No ha sido una renuncia sino todo lo contrario. Estaba estudiando Filología porque me gustaban los idiomas, lo dejé para irme al seminario y allí he aprendido alemán, italiano y hebreo moderno. Más de lo que yo esperaba. El señor me ha regalado muchas cosas que yo deseaba.
Además, como cristiano y bautizado no me pertenezco a mí mismo sino a Cristo y estoy llamado a vivir para los demás, dándome a la Iglesia y siendo de Cristo.
-Has estudiado en un seminario Redemptoris Mater. ¿Cómo ha sido tu experiencia?
-Los seminarios Redemptoris Mater son seminarios diocesanos misioneros e internacionales que acogen las vocaciones que surgen del Camino Neocatecumenal. Hay unos 80 en todo el mundo. Yo ahora, como he estudiado en Viena, soy sacerdote diocesano de Viena, pero como tengo formación misionera me pueden enviar a cualquier parte.
El tiempo de seminario ha sido fantástico, sobre todo porque he tenido la oportunidad de conocerme a mí mismo. En estos seminarios convivimos chicos de todo el mundo. Allí he visto las dificultades de convivir culturas diferentes en un espacio estrecho. Yo compartía habitación con un chileno y un austriaco. Esto me ha ayudado a ver lo que realmente hay en mi corazón y darme cuenta de que he de estar unido a Cristo para no ser egoísta.
También ha sido un tiempo de ver cómo Dios obraba en mí, de formación real, de cambio.
– ¿Qué te espera ahora, una vez ordenado sacerdote?
– De momento, cuando vuelva a Viena seré vicario en la parroquia de Santa Brígida. Lo normal es que pase allí dos o tres años. Después puedo quedarme allí, en Viena, ir a otra diócesis de Austria o donde me envíen, a cualquier país.

– ¿Cuál es la situación de la Iglesia en Austria?
– Austria es un país pequeño pero fuente de muchas noticias. Viene de tradición católica aunque con un avance muy fuerte de la secularización. Están uniendo parroquias porque ha descendido el número de fieles y de vocaciones. Además, hay sectores dentro de la Iglesia que llaman a la desobediencia, que no están muy cercanos al Papa. A mí me han educado en el amor a la figura del Papa y del magisterio de la Iglesia y me cuesta entender esas posturas críticas, que se dan también a nivel teológico. Son muy racionalistas y críticos, por eso, hace falta que uno esté siempre ahí para ayudar.