“Nadie puede cambiar de vida si no ve un horizonte”, decía el papa Francisco en un mensaje para capellanes de prisiones en el que pedía cárceles con ventanas. E iba más allá: llamaba a la Iglesia a acoger a los presos, tantas veces descartados. La Pastoral Penitenciaria y sus voluntarios recogen el guante con su compromiso y vocación de servicio.
❐ M.A.PICALLO | 6.10.23
La presencia de los voluntarios de la Pastoral Penitenciaria de nuestra diócesis de Valencia en los centros penitenciarios “es una gran ayuda para que los presos se sientan más valorados en su dignidad humana”. Así se expresaba el Arzobispo de Valencia hace unas semanas en su carta semanal, con motivo de la fiesta de la Virgen de la Merced, patrona de los reclusos. En ese texto también agradecía la labor que prestan estos voluntarios y destacaba que “la privación de libertad no justifica que los otros derechos de la persona sean vulnerados”.
Los voluntarios de Pastoral Penitenciaria deben ser “samaritanos del amor” para los presos, según se desprende de los materiales elaborados por la delegación de Pastoral Penitenciaria de la Conferencia Episcopal Española. “Jesús nos pide que seamos para ellos aceite y vino regeneradores de salud espiritual, de aliento de esperanza, de camino de libertad. Que llenemos el corazón de cada preso de la esencia más profunda de un hijo de Dios que tiene un corazón compasivo y misericordioso”, proponen desde la CEE.
Pero no es un voluntariado fácil. Lo sabe bien el responsable de la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia, Víctor Aguado, que subraya los pilares sobre los que se sustenta esta labor: “Hay que estar dispuesto a servir en un ámbito en el que se trabaja con personas humanas en situaciones muy complicadas”. Y hay que trasladarse fuera de Valencia -el centro penitenciario está en Picassent- y encerrarse con los presos “para después salir y continuar con nuestra vida intentando controlar toda esa carga emocional”.
Somos Iglesia
El equipo de la Pastoral Penitenciaria comienza un nuevo curso con siete capellanes -tres de ellos voluntarios- y un total de 65 personas que realizarán labores de voluntariado. Con ellos mantuvo un encuentro el director de la Pastoral la pasada semana en una primera reunión para “crear familia” y marcar los objetivos de esta nueva etapa. “Dado el elevado nivel de talleres que tenemos en marcha, ahora necesitamos ser conscientes de nuestro papel en la diócesis, donde seguimos creciendo pero aún necesitamos más ayuda para seguir desarrollando nuestra labor”, indica Aguado.
En esta línea, es “fundamental” el trabajo de las parroquias “como el primer espacio donde encontrar personas con una sensibilidad especial e interés por el mundo penitenciario, que quizás puedan luego unirse a nosotros”.
Pero también hace un llamamiento a las parroquias para que sean “un lugar de acogida y acompañamiento para los privados de libertad y para sus familias, mientras están cumpliendo condena en la prisión pero también cuando salen de ella, con el apoyo de la Pastoral Penitenciaria en todo caso”, señala Aguado, quien hace hincapié en un mensaje: “Somos Iglesia y queremos que los voluntarios vengan de la Iglesia”.
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