Elías Durán de Porras. Decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Comunicación.
Universidad CEU Cardenal Herrera
Este domingo 29 de mayo, solemnidad de la Ascensión del Señor, se celebra la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales bajo el lema ‘Escuchar con los oídos del corazón’. En su mensaje, el Santo Padre recuerda a los comunicadores la necesidad de “ablandar la dureza de nuestros corazones” escuchando a los que sufren y llevando su voz a la sociedad.
El Papa afirma en una parte de su mensaje que muchos periodistas hacen un trabajo excepcional cada día, y otros lo intentan pese a los obstáculos que encuentran. “¡Alentémoslos!”, pide el Santo Padre. Sus palabras no pueden ser más oportunas, pues nos recuerdan la importancia que tienen los comunicadores en el desarrollo de sociedades libres y justas.
Nos encontramos hoy ante una extraña paradoja. Vivimos en sociedades cada vez más desinformadas pese a la sobreabundancia de información de que disponen. En cada uno de nuestros dispositivos tenemos toda una ventana al mundo, pero sin un horizonte claro. El filósofo Harry G. Frankfurt afirma que uno de los rasgos más destacados de nuestra cultura es “la gran cantidad de charlatanería que se da en ella. Todo el mundo lo sabe. Cada uno contribuye con su parte alícuota. Pero tendemos a no darle importancia”. Solo cuando hemos sido conscientes del peligro real de las ‘fake-news’ y la postverdad, advertimos la necesidad de contar con periodistas rigurosamente formados, con corazones que sepan escuchar. Ese es el enorme reto al que nos enfrentamos en las facultades de Comunicación.
Hace casi un siglo, en 1926, D. Manuel Grañá impartió una conferencia en el Congreso de Estudios Vascos titulada ‘La Escuela de Periodismo’. El sacerdote y periodista de El Debate, que había recibido formación en Periodismo en la Universidad de Columbia por deseo del futuro cardenal D. Ángel Herrera Oria, manifestó entonces que elevar la formación de los periodistas (no disponían aún de estudios universitarios) era una forma de defender los intereses morales y materiales de la sociedad. Un aprendizaje riguroso, serio, moral y ético, según Grañá, suprimiría de esta “nobilísima profesión los advenedizos, los indocumentados, los venales”. “En balde anatematizamos la mala prensa si no cuidamos de formar buenos periodistas, buenos técnica y moralmente. Si son buenos sin conocimientos técnicos, fracasarán siempre y tendrán que dejar su puesto a los desaprensivos, porque sin periódicos hoy no podemos vivir; si adquieren por sí la capacidad técnica sin un concepto elevado de su responsabilidad moral, entonces nos serán funestos, porque dispondrán de un formidable instrumento de perversión colectiva. Tengamos en cuenta que mejorar el periodista es mejorar el periódico, y mejorar el periódico es mejorar la sociedad”, concluyó.
Ese fue el espíritu de La Escuela de Periodismo de El Debate de Herrera Oria. Un legado que continuaría en las Universidades CEU San Pablo de Madrid y CEU Cardenal Herrera de Valencia en los años setenta y ochenta del pasado siglo, respectivamente. En las aulas universitarias los comunicadores han de formarse en una sólida voluntad de compromiso con los demás, para saber “escuchar con los oídos del corazón”, como pide el Papa, y para acercar la Verdad a todos los corazones.