Un año más, desde hace semanas, nos inundan los anuncios de bombones, perfumes y firmas que nos animan a regalar su última novedad en joyas coleccionables, para celebrar San Valentín…aunque haya quien prefiera coleccionar relaciones y celebrar el día de los enamorados con su última y novedosa pareja…

Escaparates llenos de corazones de todos los tamaños parecen dar por hecho que todos hemos de estar enamorados, emparejados y “flechados”. El gran regalo y la copiosa cena parecen el nuevo rito de obligado cumplimiento, tributo al dios alado y del consumo… y algunos ya no saben si en la cita de turno están cenando, o siendo el plato principal…

Ante este panorama, muchos quieren rebelarse renegando del santo y sentirse libres, alejándose de cualquier atisbo del impuesto y empalagoso festejo.

Pero resulta que celebrar San Valentín puede ser todo un canto a la libertad.

¿Acaso no fue San Valentín uno de los pioneros valedores del amor verdadero tal y como lo entendemos hoy en día? En su época, el valiente Valentín se dedicó a bendecir a aquellas parejas que, enamoradas hasta las trancas, querían casarse desafiando las normas sociales de entonces. El santo se dedicó a apoyar el amor romántico, ese que no entiende de clases sociales, de apellidos o de raza… Con nocturnidad y alevosía dio la oportunidad a hombres y mujeres de ver bendecida su unión, dio alas a esos sueños de amor eterno que todos llevamos dentro de nuestra condición humana… ¡Un primer brindis por San Valentín y por aquellas parejas!

¿Acaso no somos muy afortunados al poder elegir a la persona con la que compartir nuestra vida con total libertad? ¡Otro brindis por ello!

¿Acaso, actualmente, apostar por mantener vivo nuestro sueño de amor no es un acto de tremenda libertad?

Frente a los modelos en alza de la monogamia sucesiva, el poliamor y demás soledades del corazón, atreverse a hacer uso de la libertad propia y ligarse para siempre a alguien con un compromiso firme, esperanzado, preparado para afrontar los retos y contratiempos que sin duda llegarán, es algo para celebrar por todo lo alto. Porque no hay compromiso sin libertad, ni verdadera libertad sin compromiso. San Valentín lo tuvo claro, ¡ojalá no lo olvidemos nunca!

Por eso, si tienes a tu lado a un o una valiente que un día te dijo “Sí, quiero”, si ahí sigue, diariamente, avivando vuestro amor con una mirada enamorada, cuidándote con pequeños y callados detalles, manteniendo la confianza en que juntos la vida es mejor, apostando por ti cuando a veces ni tú mismo lo harías, siendo causa y refugio de tus tormentas, haciendo crecer lo mejor de ti, viviendo libre en unión contigo… entonces, ¡feliz San Valentín! ¡tienes mucho amor y mucha libertad que celebrar!