Mercedes Varona Alabern
Dra. en Ciencias de la Educación

Gracias a Internet y las nuevas tecnologías podemos acceder a todo tipo de información, podemos cursar estudios, relacionarnos, vender productos, etc. y todo eso sin prácticamente necesidad de salir de casa. No obstante, debido a su gran alcance y a su anonimato son la plataforma ideal para verter todo tipo de falsedades. Por este motivo, es responsabilidad de todos el estar vigilantes para evitar y no alentar estas malas prácticas. A esto se le unen los resultados de estudios recientes sobre las consecuencias de las redes sociales en la población, especialmente entre los adolescentes, pudiendo promover aislamiento, rivalidad, infelicidad, etc. (Arad, Barzilay y Perchick, 2017).

Aunque la manipulación de la información no es una invención de nuestra época, el siglo XXI se ha caracterizado por la utilización masiva de las redes sociales para tales fines, hábilmente manejadas por los poderes públicos y privados, las asociaciones, e incluso el propio ciudadano (Bradshaw y Howard, 2017). Si para estos menesteres se utilizaban antes los medios de comunicación tradicionales, incluyendo el cine y la TV, ahora las redes sociales han ocupado gran parte de ese espacio. Su éxito reside en su multitudinario alcance; cualquier ciudadano puede acceder a ellas como receptor y/o emisor de información.

A lo largo de la historia, la opinión pública se ha ido moldeando con las normativas, intereses, tendencias y modas del momento, sucediéndose posturas a menudo contradictorias. En las últimas décadas la opinión pública se ha doblegado utilizando todo tipo de artimañas para desacreditar las enseñanzas de la Iglesia en detrimento de la sociedad. El aborto, el divorcio, la eutanasia, el matrimonio entre personas del mismo sexo, o el cannabis, son algunos de los temas que utilizando datos erróneos (como por ejemplo, los utilizados por asociaciones como Human Rights Watch para apoyar la legalización de la ley del aborto en Argentina, alegando que existen 500.000 abortos ilegales anuales, algo totalmente imposible) y apelando a las emociones y no a la razón, han cambiado la sociedad, aprobando las leyes necesarias para lograrlo. Pero esta deriva impositiva va enmudeciendo y reprimiendo a muchos contrarios a esos cambios, cuya frustración va en aumento. Si habláramos en términos empresariales, nos referiríamos a este colectivo como un segmento o nicho de mercado que tiene unas necesidades o unos problemas que nadie resuelve, es decir, existe una oportunidad de negocio. Efectivamente, vemos como organizaciones, gobiernos u oportunistas han aprovechado esta oportunidad para obtener un rédito, utilizando los mismos artilugios que los que silenciaron a este colectivo: la manipulación y el engaño. En consecuencia, las redes sociales están plagadas de mensajes fraudulentos que confunden, deprimen, dividen, enfadan y paralizan, ya que los mensajes falsos se retuitean un 70% más, y más rápidamente que los mensajes verdaderos (Vosoughi, Roy, y Aral, 2018), resultando en que muchos somos receptores de conspiraciones internacionales ficticias, lideradas por conocidos empresarios norteamericanos, los cuales son públicamente difamados, mientras que se ensalza a otros. Recordemos además que todos podemos ser blanco de difamaciones y calumnias en las redes sociales.

¿Cómo podemos detectar bulos?

  1. Investigando la fuente antes de reenviar cualquier mensaje, video o audio.
  2. Si algo es demasiado bueno o demasiado malo para ser verdad, es porque seguramente no es verdad.
  3. Si apelan a nuestras emociones y sentimientos, en vez de a nuestra razón (Kramer, Guillory y Hancock, 2014)
  4. Si son videos, notas de voz, mensajes anónimos o de alguien no acreditado o desconocido
  5. Si provienen de fuentes o webs no acreditadas.
  6. Si son conspiraciones. Las conspiraciones o no existen o no duran, porque los conspiradores no son personas de fiar. ¿Cómo se puede sostener una unión basada en la desconfianza?
  7. Si nos roban nuestra capacidad de decisión o nos paralizan “no podemos hacer nada porque los poderosos mueven los hilos”.
  8. Si nos roban la esperanza y la alegría.
  9. Si nos dividen, enfrentan o nos vuelen agresivos. El reciente asalto al Congreso norteamericano es un buen ejemplo de ello.
  10. Si nos dicen lo que queremos escuchar, siendo nuestro primer impulso reenviarlos rápidamente (Vosoughi, Roy, y Aral, 2018), porque cuando coinciden con nuestras opiniones o creencias, tendemos a aceptarlos sin cuestionarlos (Sunstein, Bobadilla-Suarez, Lazzaro y Sharot, 2016).
  11. Tendemos a valorar de igual forma todos los mensajes que recibimos, desestimando si proceden de un experto o del vecino. (Sharot, 2018).
  12. Tendemos a confiar más en los mensajes que son enviados a grupos de chats, que de forma individual (Jun, Menga y Johara, 2017).
  13. Si van en contra de nuestro sentido común, de la naturaleza o de la lógica.
  14. Por eso, si dudas, no lo reenvíes. E intenta mandar/reenviar muchos más mensajes positivos que negativos.

Además debemos tener en cuenta cuando utilicemos las redes sociales que, según Schmälzle, Häcker, Honey y Hasson (2015), los discursos convincentes (a través de Youtube, por ejemplo) toman el control de su audiencia. Asimismo, las emociones son la clave para hacer cambiar a la gente de opinión. Temas controvertidos que se han materializado en leyes recientes, han apelado a los sentimientos y emociones a través de las experiencias dolorosas e injustas de sus protagonistas, ya que investigaciones recientes han demostrado que las emociones promueven las relaciones sociales y facilitan el entendimiento interpersonal, al sincronizarse los cerebros (Nummenmaa, et al, 2012).

Una última reflexión, como las emociones, los sentimientos y los comportamientos son altamente contagiosos (Keltner, 2017; Kramer, Guillory y Hancok, 2014; Fowler y Christakis, 2008), cuando las noticias que leamos o escuchemos nos transmitan desesperanza, pesimismo, agresividad, negativismo, tristeza… estaremos además haciendo infelices a los que nos rodeen.
¡¡¡Vamos a parar los bulos entre todos!!!

BIBLIOGRAFÍA

• Anderson, J. (2018). Smartphones, teens, and unhappiness. The Harvard Gazett, June, 20.
• Arad, A., Barzilay, O. y Perchick, M. (2017). The Impact of Facebook on Social Comparison and Happiness: Evidence from a Natural Experiment. SSRN.
• Bradshaw, S, y Howard, P. (2017). Troops, Trolls and Troublemakers: A Global Inventory of Organized Social Media Manipulation. University of Oxford. 2017.12.
• Fowler, J. y Christakis, N. (2008): Dynamic spread of happiness in a large social network: longitudinal analysis over 20 years in the Framingham Heart Study. BMJ. 337.
• Jun, Y., Menga, R. y Johara, G.V. (2017). Perceived social presence reduces fact-checking. PNAS. Vol. 114, Issue 23, pp. 5976-598.
• Keltner, D. (2017). The power paradox. Penguin Books.
• Kramer, A.D.I., Guillory, J.E., and Hancock, J.T. (2014). Experimental evidence of massive-scale emotional contagion through social networks. PNAS. Vol 111, Issue 24, pp. 8788-8790.
• Lauri Nummenmaa, L, et al. (2012). Emotions promote social interaction by synchronizing brain activity across individuals. PNAS. Vol 109, Issue 24, pp. 9599-9604.
• Schmälzle, R., Häcker, F.E.K., Honey, C.J. y Hasson, U. (2015). Engaged listeners: shared neural processing of powerful political speeches. Social Cognitive and Affective Neuroscience, Volume 10, Issue 8, pp. 1137–1143.
• Sharot, T. (2017). The Influential Mind: What the Brain Reveals about Our Power to Change Others. NY. Henry Holt.
• Sunstein, C.R., Bobadilla-Suarez, S., Lazzaro, S. y Sharot, T. (2016). How People Update Beliefs about Climate Change: Good News and Bad News. Cornerll Law Review. Vol. 102, p.1431-1443.
• Vosoughi, S., Roy, D. y Aral, S. (2018). The spread of true and false news online. Science 09 Vol. 359, Issue 6380, pp. 1146-1151.