Justo Aznar |Observatorio de Bioética Instituto de Ciencias de la Vida Universidad Católica de Valencia
El debate social sobre la utilización de las mascarillas para prevenir la infección por el coronavirus es muy activo, pero a pesar de ello, parece que su uso para prevenir su transmisión a partir de infectados asintomáticos es ampliamente admitido. Realmente esto es, a nuestro juicio, muy importante, porque la mayoría de las infecciones se producen en el ámbito social donde personas asintomáticas pueden contagiar a otras, ya que normalmente cuando el virus ha desencadenado la covid-19, los enfermos suelen estar aislados y por tanto es más difícil que puedan infectar a una persona sana.
Sin embargo, ahora se añade otro factor más para aconsejar el uso de las mascarillas, según se publica en un reciente artículo en la prestigiosa revista ‘New England Journal of Medicine’. En él se afirma que la mascarilla no sólo reduce la posibilidad de contagios, sino que también favorece que gran proporción de las infecciones que se puedan producir, sean asintomáticas o más benignas, es decir, reduce la posibilidad de que en los infectados se desarrolle una enfermedad grave.
La covid-19 tiene la característica de producir una gran variedad de manifestaciones clínicas, desde ser asintomática, hasta neumonías, que pueden ser graves, distrés respiratorio agudo, e incluso la muerte. En relación con ello, recientes datos, parecen demostrar la hipótesis de que el uso de la mascarilla facial reduce la severidad de las infecciones entre las personas infectadas. Esto es posiblemente porque la gravedad de dichas infecciones es proporcional a la cantidad de virus que se reciben al inocularlos, pues si la dosis de virus recibida es elevada se puede desregular el sistema inmune del sujeto y consecuentemente aumentar la gravedad de las infecciones. Es decir, la cantidad de virus inoculados es fundamental para determinar la severidad de la covid-19; por lo que una razón más para utilizar las mascarillas, es que éstas pueden disminuir el impacto clínico de la infección.
Si esta teoría es cierta, que así lo parece, es muy importante desarrollar mascarillas que favorezcan su aceptabilidad por los usuarios, pues si se consiguen mascarillas menos molestas, se puede contribuir a que se utilicen más ampliamente y a que, por tanto, contribuyan a reducir el número de contagios y a que las personas infectadas sean asintomáticas o muestren un cuadro clínico más ligero.
En relación con ello, se sabe según datos del Centro de Control y Prevención de Enfermedades norteamericano publicados el julio pasado, que al inicio de la pandemia, el índice de infecciones asintomáticas por el coronavirus era aproximadamente de un 40%, pero estas infecciones asintomáticas ha aumentado al 80% coincidiendo con el uso universal de la mascarilla, por lo que, de acuerdo con ello, los países que lo han adoptado, han reducido significativamente el que la infección por la covid-19, produzca enfermedades graves e incluso la muerte. A lo que nosotros añadimos que posiblemente en esta segunda oleada de la covid-19 el que las infecciones que se producen sean menos graves, e incluso asintomáticas, no solamente puede ser debido a que los infectados son más jóvenes, sino también al uso masivo de las mascarillas.
Es decir, y concluyendo, promover el uso de las mascarillas faciales, no solamente reduce la transmisión del virus, sino también la severidad de las infecciones en caso de que éstas se produzcan.
Ciertamente, la esperanza de disponer de una vacuna contra la covid-19, parece real, pues, a principios de septiembre de este mismo año, 34 vacunas estaban en vías de evaluación clínica y cientos más en desarrollo, pero el que las mismas puedan estar disponibles para un uso generalizado aún tardará, por lo que una medida de salud pública fundamental es promover el uso de las mascarillas, en tanto en cuanto, como ya se ha dicho, éstas no sólo pueden prevenir las infecciones, sino también disminuir la gravedad de las mismas en caso de que se produzcan.