01-06-2016 PARAULA
El president de la Generalitat, Ximo Puig, en la sesión de Les Corts del pasado 26 de mayo, reprobó la homilía del cardenal Cañizares. A.SAIZ
Desde que el lunes 16 de mayo el Cardenal Arzobispo de Valencia, Antonio Cañizares, pronunciara su homilía “En defensa y apoyo de la familia” (cuyo texto íntegro se puede leer en la página web de PARAULA, www.paraula.org), hasta hoy, mismo, última hora del martes, en que cerramos la edición de PARAULA, nuestro pastor ha sido objeto de una campaña mendaz de insultos y descalificaciones en medios de comunicación y plataformas digitales contra el pastor de nuestra diócesis.
Todo ello no hace más que confirmar, por si alguien tenía alguna duda, hasta qué punto impera hoy la dictadura del relativismo y de lo políticamente correcto en nuestra España, la falta de respeto a la libertad de expresión, la vulneración flagrante del derecho a la libertad religiosa, el fariseísmo de ciertos líderes políticos y para remate, la burda manipulación de medios de comunicación que cambian la condena del Cardenal de la “ideología de género” por las expresiones “igualdad de género” o “violencia de género”, transformando así radicalmente su mensaje hasta deformarlo por completo.
Por supuesto que ninguno de los que han participado en esta lapidación pública de Don Antonio Cañizares y de su homilía, se han molestado en preguntarle a él por lo que había dicho en ella. Ni tan siquiera la habían leído. Tampoco el presidente de la Generalitat Valenciana, Ximo Puig, que en la sesión de control parlamentario del pasado jueves, ante una pregunta antirreglamentaria del portavoz de Compromís, Fran Ferri – nada tenía que ver con acción de gobierno alguna del Consell, sino sobre la valoración del presidente en torno a las expresiones contenidas en la homilía de Don Antonio-, empleó el mismo argumentario que el utilizado días atrás por la consellera portavoz Mónica Oltra: intentar darle lecciones de Iglesia y de Evangelio (ámbitos en los que no son precisamente maestros ambos) nada menos que a un Arzobispo, o sea a todo un sucesor los Apóstoles, padre y pastor en la fe, la esperanza y la caridad de tres millones de valencianos. Y, además, utilizar al Papa Francisco, sucesor de Pedro y Vicario de Cristo en la Tierra –del que sólo leen, claro, los titulares que les interesan para arrimar el ascua a su sardina- como arma arrojadiza contra nuestro Cardenal, que resulta que no sólo es colaborador suyo sino que les une una gran relación de amistad.
Nunca en la historia del parlamento valenciano, se había visto osadía más disparatada, por no emplear calificativos mayores, en nuestros máximos representantes públicos.
No es de extrañar, al fín y al cabo, en quienes ningunean el clamor de decenas de miles de padres de familia que piden que se respete su derecho/deber inalienable e insustituible de elegir la escuela/enseñanza que quieren para sus hijos.
El desprecio al Arzobispo de Valencia, es, sí, el mismo que dispensan a tantísimas familias en los colegios y universidades de iniciativa social; en definitiva, a todo el pueblo valenciano, el mismo que abarrotó las calles del centro de Valencia en la procesión del Corpus Christi y que ovacionó al Cardenal en la alocución final en la Seo, que reproducimos en la página 2 de este número de PARAULA. *Se puede leer también aquí
Con el desprecio al Cardenal, desprecian a los cientos de miles de fieles que en todas las parroquias, monasterios y conventos de Valencia tan generosamente respondieron, por ejemplo, en la colecta del pasado domingo a la petición precisamente de Don Antonio para ayudar a los damnificados por el terremoto de Ecuador.
O a los internautas que por miles han firmado en redes sociales, con nombre y apellidos, pidiendo que se ponga fin a la campaña contra el Arzobispo.
“Hay que estar preparados y dispuestos siempre para el martirio, también hoy, aquí y ahora, también para esa otra forma de martirio con la lengua, con las acusaciones en medios de comunicación, con el desprecio que se hace de la fe, hemos de tenerlo muy presente”, nos decía Don Antonio el pasado 22 de enero, fiesta de nuestro patrón San Vicente Mártir.
“Ante un mundo como el nuestro que de tantas maneras y tan sutiles penaliza la fe de la Iglesia, ante tantos poderes que acusan y condenan a la Iglesia y a los cristianos”, el Cardenal nos recordaba que “aceptar el calificativo de cristiano es declararse dispuesto al martirio, a morir por la fe; cristiano y mártir significa en realidad lo mismo”.
Estas palabras del Arzobispo de una diócesis, Valencia, que etimológicamente es «tierra de valientes», e históricamente “tierra de mártires” adquieren una hondura muy especial en esta hora histórica en que se están amenazando, cuando no vulnerando ya, directamente, derechos y libertades fundamentales por parte de quienes desempeñan los poderes públicos en la Comunidad Valenciana.