Manolo Guallart
Fotógrafo de PARAULA
Sin previo aviso ni conocimiento. Así llegó la imagen peregrina de la Virgen de los Desamparados a más de ochenta poblaciones próximas a Valencia en los días previos a su festividad, durante la segunda semana de mayo. De lunes a jueves, mañana y tarde; también el viernes por la mañana.
En su vehículo particular, ubicada en un altar móvil, con música popular mariana que podía escucharse por medio de altavoces, la Virgen inició el lunes 3 de mayo un intenso y emotivo trayecto que la ha llevado a recorrer unos setecientos kilómetros durante casi cinco días, más de siete horas cada jornada, hasta poco antes de comenzar en Valencia las celebraciones en su honor.
Como ya hiciera poco antes de San José, la iniciativa propuesta por el Arzobispo de Valencia, Cardenal Antonio Cañizares -“estar cerca de sus fieles en tiempos difíciles de pandemia”- ha permitido un periplo excepcional de la Virgen que la ha llevado a presentarse por sorpresa en calles y plazas de poblaciones valencianas.
Seguir a la Virgen durante estos días con mi cámara me ha concedido el privilegio de contemplar la reacción de multitud de personas que se han encontrado de improviso con María en su vida cotidiana. Y de la profunda experiencia de estas jornadas cabe recordar dos frases muy repetidas por la gente, dichas tanto en castellano como en valenciano: “¡No me lo puedo creer!”, “Podían haber avisado…”
Pero, casi siempre, de la incredulidad se pasaba al sentimiento agradecido, a expresar con vítores y júbilo el deseo contenido de estar con Ella, mirando fijamente su rostro pleno de ternura y sentir su amparo maternal. De no poder desplazarse hasta la Basílica en Valencia, de conformarse con la televisión, internet o las redes sociales, incluso la visita necesaria a su capilla en la parroquia cercana…
Y, claro, en tiempos de pandemia no resulta oportuno el anuncio de que la Virgen va a venir un día y a una hora concreta a vernos. Por este motivo, sin paradas y sin conocer el itinerario. Aun así, asombro y alegría desbordante en cada mirada, obviando que algunas personas -las menos- no reaccionaban al paso de la Patrona y seguían con su quehacer.
Detallo algunas pinceladas para el recuerdo de estos días entrañables. Es curioso observar el cambio de temperatura, día a día, pueblo a pueblo; de la lluvia a los pocos kilómetros de iniciar el recorrido al calor veraniego de muchos otros momentos.
De la Albufera a Tous, de Canet d’ en Berenguer a Sollana, de Lliria a Puzol, de Torrent a Paterna. Lugares costeros, montaña, huerta valenciana; cada población con su singularidad, una entrada característica, edificaciones y monumentos, templos parroquiales tan diversos, ayuntamientos, y la Virgen presente cada día -sin preaviso- en uno y otro lugar con fieles devotos ávidos de tenerla cerca.
Destaco el recorrido en torno a los hospitales de Sagunto, Manises y el Militar de Mislata-Quart de Poblet, incluyendo la puerta de las Urgencias; el paso por Centros de Día, residencias de ancianos como el asilo-convento de Riba-roja entre otros.
Emotivo para la memoria colectiva anotar la marcha por las calles de Tous, donde la Virgen pasó ante la fachada de la antigua iglesia del pueblo original que la ‘pantanada’ de 1982 hizo desaparecer. Y experiencias como más de cincuenta niños de un colegio diocesano en Villamarchante que hicieron pasillo a la Virgen en plena calle gritándole ‘vivas’.
Finalmente, trato de ponerme en el corazón de tantas personas que han experimentado la visita de la Virgen: “¿Cómo agradecerte, Madre, que vengas a verme cuando más te necesito?”. Sencillamente, gracias, María, por todo y por siempre.