EVA ALCAYDE 28-09-2016
Víctor Aguado, responsable de Pastoral Penitenciaria, en el patio de la casa, donde hacen terapia y comparten vida común. A.SAIZ
Lourdes, Salomé, Carmen, Guadalupe -o Lupita como le gusta que le llamen-, Mª José, Mariela, Elisa, Rosamari y Adelaida acaban de tener terapia con la psicóloga. Cada una de ellas tiene una historia personal y en común, un pasado delictivo y un presente esperanzador.
Tras pasar por el Centro Penitenciario de Picassent y por el Centro de Inserción Social “Torre Espioca”, ahora participan en el Proyecto de Acogida para mujeres “Antonia Mª de la Misericordia”, impulsado por Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia. Allí esperan poder adaptarse poco a poco a la vida en libertad.
Se trata de un proyecto que permite a las mujeres poder vivir en semilibertad, cerca de su entorno social, mientras terminan de cumplir sus condenas.
La casa, que es más bien un palacete urbano, con dos plantas, suelos con baldosas hidráulicas, techos de madera, miradores acristalados y ese encanto que atesoran los edificios con solera, ha sido cedida a Pastoral Penitenciaria para este fin por las Oblatas del Santísimo Redentor.
La inversión inicial para el acondicionamiento de la casa y el equipamiento básico ha sido aportada por el Arzobispado de Valencia, que ha asumido este proyecto como propio con motivo del Año Santo de la Misericordia, convocado por el papa Francisco hasta el próximo 20 de noviembre.
“El objetivo de este proyecto es conseguir una reinserción real y humana a la vida en libertad de las mujeres clasificadas en Tercer Grado penitenciario -cuando han cumplido tres cuartas partes de su condena- y en este proceso es muy importante que el contacto con el exterior se realice de forma paulatina”, explica Víctor Aguado, responsable de Pastoral Penitenciaria, que asegura que “la privación de libertad prolongada en prisión produce a las mujeres efectos negativos, como desarraigo familiar y desubicación”.
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