El instituto secular de las Obreras de la Cruz va a recordar y celebrar durante un año dos acontecimientos de la vida del instituto: el centenario de la ordenación sacerdotal de su fundador, el venerable Vicente Garrido Pastor, y el 50 aniversario de la aprobación pontificia del instituto.
Las celebraciones comienzan este sábado 12 de junio y concluirán el 12 de junio del año 2022. En estos momentos, y debido a la pandemia de la covid-19, no se han podido fijar fechas para encuentros presenciales, aunque esperan poder organizarlos y celebrarlos a lo largo del año.
Como inicio de esta particular celebración, la tarde de este sábado 12, un grupo reducido de Obreras de la Cruz, en representación de los Cenáculos, se reunirá en Santa María del Monte (Torres Torres), para recordar en el mismo lugar en que sucedió, el momento en que su fundador preparaba la celebración de sus bodas de oro sacerdotales cuando recibió la noticia de la aprobación pontificia del Instituto.
Miguel Payá Andrés
Canónigo de la catedral de Valencia
BIOGRAFÍA
El domingo día 12 de junio de 1921, el arzobispo de Valencia, cardenal Enrique Reig y Casanova, ordenaba en la catedral de Valencia a 31 presbíteros. Esta numerosa promoción estaba llamada a desempeñar un papel importante en la vida de la diócesis por su formación teológica y espiritual, debida en gran parte a la influencia del rector del Seminario Manuel Rubio Cercas, que supo transmitir a sus alumnos las nuevas perspectivas de la doctrina social de la Iglesia, del movimiento litúrgico, de la creación de la Acción Católica y del auge de la espiritualidad teresiana. Dos de ellos morirían mártires en la persecución de la guerra civil y están ya beatificados. Los otros tendrán un protagonismo importante en la reconstrucción de la diócesis después de la guerra civil. Destacan sobre todo Antonio Rodilla Zanón, vicario general y rector del Seminario, y el venerable Vicente Garrido, canónigo penitenciario y fundador de las Obreras de la Cruz, a quien ahora recordamos en sus principales facetas.
El sacerdote Vicente Garrido Pastor nació el 12 de noviembre de 1896, en el seno de una familia de agricultores de Benaguacil (Valencia). Sus padres, Isidoro y María de los Desamparados, lo incorporaron a la Iglesia al día siguiente por el sacramento del Bautismo. Al cumplir los trece años, en 1909, ingresó en el Seminario Conciliar Central de Valencia, donde cursó cuatro años de Latín y Humanidades y tres de Filosofia. Finalizados los estudios de Filosofia, opositó a una beca en el Real Colegio de Corpus Christi y, al conseguirla, entró en este ‘Colegio del Patriarca’ en octubre de 1916. Desde allí cursó los cinco años de Teología en la Universidad Pontificia de Valencia, mereciendo el premio en las principales asignaturas. Y completó sus estudios con la obtención del doctorado el 26 de octubre de 1922 con la máxima calificación.
Exactamente un mes después de su ordenación presbiteral, comenzó su ministerio parroquial. En efecto, el 15 de julio de 1921 fue nombrado coadjutor de la parroquia de la Purísima Concepción de Benimassot y encargado de su anejo, San Antonio de Padua de Tollos, Pero el 25 de noviembre del mismo año fue trasladado como coadjutor a la Asuncion de Nuestra Señora de Albaida. Donde también permaneció poco tiempo.
En efecto, en el mes de febrero de 1922 fue designado por el Cardenal Reig como superior del Colegio Mayor del Beato Juan de Ribera de Burjassot, donde permanecería hasta la Guerra civil de 1936. Fue en este Colegio, en el que residían jóvenes universitarios especialmente selectos, donde comenzó a brillar la calidad religiosa de Garrido. Los colegiales de aquellos años testifican que pasaba muchas horas en oración, que impresionaba el fervor con que celebraba la Santa Misa y la delicadeza y afecto con que corregía los defectos de los colegiales.
Pero no se limitó su actividad a los trabajos del Colegio. Entre 1924 y 1927 fue nombrado confesor ordinario de tres congregaciones religiosas femeninas: Operarias del Divino Maestro, Obreras de María Inmaculada y Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Además, en 1924, fue designado consiliario de la Asociación Femenina Católico-Escolar. Y, en 1925, él mismo propuso al arzobispo Prudencio Melo la creación de la Juventud Femenina Valenciana de Acción Católica. El arzobispo aceptó la propuesta y nombró a Garrido como consiliario; él mismo redactó su primer reglamento. Y precisamente de estas dos asociaciones se aprovecharía Garrido para formar en 1934 el primer núcleo que después se convertiría en el Instituto Secular ‘Obreras de la Cruz’.
Durante la guerra civil, desde 1936 a 1939, Garrido se refugió primero en su casa paterna de Benaguacil. Pero su celo apostólico no le permitía permanecer inactivo y le llevó a establecerse en Valencia, donde prestó su asistencia sacerdotal a muchos, con riesgo de su propia vida.
Finalizada la guerra, la actividad pastoral de Vicente Garrido resulta asombrosa. Ya en 1939 es nombrado director espiritual de la Institución de la Enseñanza de la Mujer y profesor de Religión del Instituto Femenino de Enseñanza Media ‘San Vicente Ferrer’, y Delegado de Enseñanza Media de Religión. También en 1939 es nombrado consiliario de la Asociación Católica Nacional de Propagandistas de Valencia. En 1944 se hace cargo de la cátedra de Teología Moral en el Seminario Metropolitano de Valencia. Y en 1956 fue elegido canónigo penitenciario de la catedral de Valencia.
Pero, a parte de estos cargos oficiales, desde 1939 hasta 1975, en que muere, Vicente Garrido dirige espiritualmente a millares de personas e imparte centenares de ejercicios espirituales. Difícilmente se puede encontrar una persona que haya influido tanto en la espiritualidad de miles de hombres y mujeres.
La experiencia que vivió Garrido en los años 1924 y 1925 como consiliario de la Asociación Femenina Escolar y de la Juventud Femenina de Acción Católica, le llevaron a intentar crear un grupo de jóvenes con vocación apostólica y misionera, con una profunda vida interior, que se entregaran al seguimiento radical de Jesucristo, profesando en el mundo los consejos evangélicos. Y así, el 13 de febrero de 1934, logró crear con un grupo de chicas la ‘Sociedad Amor Cristiano’, que fue inscrita con ese nombre en el registro civil. Y, poco después de finalizar la guerra civil, el 28 de junio de 1940, aquel grupo inicial sería erigido como Pía Unión con el mismo nombre de ‘Sociedad Amor Cristiano’, por el arzobispo de Valencia Prudencio Melo. Al igual que estaba sucediendo en otras partes de Europa, se estaba creando un nuevo cauce apostólico que conjugaba la secularidad la vida consagrada; pero aún no se había encontrado el cauce jurídico adecuado. La Pía Unión ‘Sociedad Amor Cristiano’ se encauzó desde el primer momento a la recristianización de la gente humilde y estableció el primer núcleo en Moncada, con la creación de una casa de ejercicios.
Por fin, en 1947, el papa Pío XII publicó la Constitución Apostólica ‘Provida Mater Ecclesia’, por la que daba nacimiento a los Institutos Seculares, formados por seglares que se consagraban a Dios mediante los tres consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia. Vicente Garrido vio en esta forma canónica la respuesta a sus intuiciones y comenzó la preparación de su Pía Unión para convertirse en Instituto Secular. Hasta que el 21 de octubre de 1964, el arzobispo de Valencia Marcelino Olaechea, previo el ‘nihil obstat’ de la Santa Sede, erige canónicamente el ‘Instituto Secular Obreras de la Cruz’, como Instituto de derecho diocesano.
A partir de la fecha de su fundación, el Instituto Secular comenzó a extenderse rápidamente por todo el ámbito nacional español, y comenzó a establecerse también en varias naciones de Europa y América. Por fin, el 12 de junio de 1971, la Sagrada Congregación para los Religiosos e Institutos Seculares, con el beneplácito del Santo Padre Pablo VI, de 28 de mayo de 1971, aprobaba las nuevas Constituciones del Instituto y lo declaraba de derecho pontificio, al mismo tiempo que le otorgaba el ‘Decretum laudis’. Precisamente ese día Vicente Garrido celebraba sus ‘bodas de oro sacerdotales’. Y el mismo día el Santo Padre le nombraba Prelado de Honor de Su Santidad, como homenaje a su meritoria vida al servicio de la Iglesia.
Hacia los altares
El 16 de abril de 1975, y después de unos meses de penosa enfermedad, moría Vicente Garrido. Sus funerales constituyeron un a modo de canonización popular. La Santa Misa fue presidida y concelebrada por el arzobispo de Valencia, hoy Venerable José Mª García Lahiguera, y sus obispos auxiliares y por cerca de cien sacerdotes. La concurrencia de fieles fue innumerable. La opinión general de todos era que se trataba de un sacerdote santo.
El 12 de junio de 1990 se abrió el proceso de canonización en Valencia. Y la fase diocesana se clausuró en Moncada, el 14 de junio de 1999, fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz. Con fecha 20 de octubre del año 2000, la congregación para las Causas de los Santos concedió el decreto de validez a la Causa de Canonización instruida en la Archidiócesis de Valencia, y el 14 de junio del año 2016, el papa Francisco firmó el decreto reconociendo que el siervo de Dios Vicente Garrido Pastor vivió las virtudes cristianas en forma heroica, y lo declaró venerable.
Espiritualidad cristológica y mariológica
Vicente Garrido fue, ante todo, gran director espiritual de miles de personas. Multitud de seglares, hombres y mujeres, religiosos y, sobre todo, todas las Obreras de la Cruz, pudieron gozar de sus directrices, siempre sabias. Porque sus consejos estaban basados en una espiritualidad muy pensada: Garrido fue un gran teólogo espiritual. Ya en 1928 sorprendió con la publicación de siete artículos en la revista de teología mística ‘La Vida Sobrenatural’, de los Dominicos de Salamanca, que posteriormente se editaron como libro con el título ‘Hacia la santidad’. Y tres años después, en 1931, Garrido publicó su primer obra, titulada ‘La vida del espíritu’, verdadero tratado de teología espiritual, que se convertiría en guía preciosa para centenares de cristianos, llamados a vivir su vocación en plenitud. Después iría publicando hasta una docena más de obras espirituales. Y el Instituto Obreras de la Cruz publicó también cuatro tomos con los retiros espirituales de su fundador desde 1945 hasta 1974.
Pero la necesidad de estructurar el Instituto de las Obreras de la Cruz y de componer sus Constituciones, llevó a Garrido a sistematizar su espiritualidad, que él califica como esencialmente cristológica y mariológica, y que organiza en tres núcleos principales:
El seguimiento de Cristo
Todo comienza con una llamada personal de Jesús, que nace del amor y busca respuesta de amor. Jesús llama a vivir con él. Y esta vida en común comprende tres aspectos: a) Vivir de Cristo. Y esto supone, primero, vivir de su pensamiento y doctrina, tenerlo como único Maestro; y, en segundo lugar, vivir de su amor, conformar mi corazón con el suyo. b) Vivir en Cristo. Cristo no es sólo el origen de la nueva vida, sino también el compañero de viaje. De modo que la vida de cada uno de los discípulos la vivimos dos: Cristo y yo, unidos como en una sola carne. c) Vivir para Cristo. El objetivo único de la vida del discípulo es vivir para la gloria de Cristo y para las almas, como dos aspectos de un único fin.
La identificación con Cristo crucificado
Siguiendo la enseñanza evangélica, propone un segundo núcleo que marcará la identidad misma de su espiritualidad, apoyándose en el texto evangélico: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mc 8,34). La mística de la cruz, que es el centro vital de todo su pensamiento, la desplegará en cuatro registros principales: como máxima manifestación del amor, como victoria definitiva sobre el mal, como inmolación corredentora y como explicación de la Eucaristía.
Con María y bajo su protección
El tercer núcleo no es una etapa más del camino, no un añadido, sino un componente de los otros dos núcleos, según la voluntad de Jesús. Para Garrido, María forma parte del acontecimiento salvador de Cristo en dos aspectos: como modelo del discipulado y como asociada al sacrificio redentor de la cruz. Y estos dos aspectos los encarna pedagógicamente en dos lugares: Nazaret y el Calvario.
Para acabar de caracterizar su espiritualidad, es necesario añadir dos ejes transversales importantes. Se trata de una espiritualidad en la Iglesia y en el mundo. Su acendrada eclesialidad, vivida y magistralmente transmitida, supone para él estas cuatro connotaciones: ser fiel a la Iglesia, con la Iglesia, ayudar a construir la Iglesia y participar en la misión de la Iglesia. Y la Iglesia supone tres niveles indisolublemente unidos: la Iglesia universal, la Iglesia particular o diócesis y la parroquia.
Y Garrido pensó su Obra como consagración en el mundo y le dio como misión principal el apostolado social obrero, que se concreta, entre otras, en acciones al servicio de la promoción humana, laboral, espiritual y apostólica de la mujer; fomento y desarrollo de los ejercicios espirituales y acciones complementarias como instrumentos de transformación espiritual; y la evangelización de la clase media y trabajadora, en el ámbito rural y en los barrios de las ciudades. Y, como tiene la convicción clara de que vivir en el mundo es vivir la historia, añade: “Este espíritu de la Obra ha de ir adaptándose, según la mente de la Iglesia, a las exigencias de las circunstancias y los tiempos…, adaptándose a las necesidades de la vida apostólica, de modo que el apostolado sea siempre nuevo, tanto en las formas como en el modo. El mundo actual vive la novedad. Nuestra Obra estudia la manera de sentir estas novedades, de poner en ellas el sobrenatural sello del espíritu de Cristo, de valerse de ellas para atraer los corazones hacia Dios. No hay situación que no podamos utilizar, si queremos, para evangelizar y combatir el mal”.