La desconocida historia del Cristo del Rescate, que se venera en la parroquia de San Esteban de Valencia, bien podría formar parte de alguna de las sagas más conocidas de novelas de aventuras puesto que contiene buenos ingredientes para ello: secuestros, rescates, piratería, pillajes en alta mar… y una buena dosis de fe y de acontecimientos milagrosos
❐ BELÉN NAVA | 05.04.2023
La historia del Cristo del Rescate de Valencia tiene como protagonistas a los Medina, una conocida familia valenciana de mercaderes y notarios. Tal y como se recoge en las crónicas, varios parientes suyos fueron capturados en 1529 por piratas moros en la costa de Jávea y enviados a Argel, al Norte de África, para pedir por ellos una fuerte suma de dinero a modo de rescate.
Sin embargo, en tan aciagas peripecias se les “cruzaría” la imagen de un Cristo milagroso, que, sin dudarlo, trajeron a tierras valencianas.
“La historia de los Medina y el Cristo del Rescate es un asunto histórico que en la actualidad es conocido por sólo algunos estudiosos de la Historia de Valencia, unos pocos conocedores de las tradiciones y devociones valencianas y la ilustre estirpe Oliag, conservadora de este retazo entrañable y de interés casi novelesco, de la historia de nuestra tierra valenciana”, comenta a PARAULA el profesor José F. Ballester-Olmos.
“A pesar del valor historiográfico de este asunto, en nuestros días, esta imagen de Cristo crucificado es ignorado por la mayoría de los valencianos, pese al culto y devoción que las gentes de estas tierras han dedicado desde hace 400 años”, puntualiza y prosigue asegurando que “es una devoción que, desde que desapareció la noble cofradía del Santo Cristo del Rescate, fundada con más de 300 asociados en 1622 por el venerable Padre Esteve, predicador apostólico de la orden franciscana, ha quedado reducida al culto que le rinde la familia Oliag, que como decía José Gascó Oliag, consideran a la imagen como su joya más preciada y a la que han acudido, desde siglos, en sus necesidades, con evidentes pruebas de auxilio”.
La talla del llamado Cristo del Rescate fue un encargo de un caballero llamado Nicolás Tafio. Él encargó en Valencia a un escultor valenciano una imagen del Cristo crucificado de tamaño natural para Gerona o Perpiñán. Tafio lo mandó embalar entre lana, algodón y, metido en una gran caja y lo envió por barco. A las pocas horas de haber salido del Grao fue asaltado por corsarios que condujeron la nave hasta Argel. Al llegar a tierra y ver el Cristo le dieron trato de cuerda, que consistía en atar a una persona con una soga, que pasaban por una polea de los palos de la embarcación; lo izaban y lo dejaban caer de golpe en el agua, repitiendo la operación numerosas veces.
Decidieron, pues, sortear el botín entre la tripulación, tocándole la talla a uno de los marineros que al no encontrarle ninguna utilidad decidió quemarlo. Sin embargo, pese al fuego, la imagen no ardía. Es más, de repente se formó una gran tormenta que apagó inmediatamente el fuego.
Este hecho tan milagroso fue puesto en conocimiento de los Medina que en aquel momento se encontraban en Argel tratando de liberar a su hermana Magdalena.
Hagamos un pequeño paréntesis y retrocedamos hasta 1529 cuando son capturados por piratas berberiscos Pedro Andrés de Perandreu y Roda, señor de Parcent y con él, Juan del Castañar, su esposa Úrsula de Medina, el hijo de ambos, Cristóbal de pocos meses de edad y la hermana de Úrsula, Magdalena de Medina de once años de edad. Hechos prisioneros, fueron llevados cautivos a Argel con el fin de pedir un rescate por cada uno de ellos.
Hacia 1533 o 1534 los hermanos Pedro y Andrés de Medina, ricos comerciantes y hermanos de las cautivas Úrsula y Magdalena de Medina viajaron hasta Argel con el objetivo de pagar un rescate por la liberación de los cautivos. Y así hasta tres veces más en las que sólo pudieron rescatar a Úrsula y a su hijo. Precisamente, el hecho milagroso del Cristo fue en su tercer viaje, y los hermanos Medina ofrecieron por la imagen su peso en plata: el rescate que podía costar el mejor cautivo. Un hecho que recoge el cuadro ‘El milagro del Cristo del Rescate’.
Ya en Valencia el destino del Cristo del Rescate quedó unido a la historia del convento de San José, en 1556 las monjas del convento se trasladan hasta la capilla de santa Tecla en la calle del Mar y con ellas llevan el Cristo del rescate y en la nueva capilla de los Medina queda depositado. En 1622 el fraile franciscano Pedro Esteve crea la cofradía del Cristo del Rescate.
En 1868 el convento de san José y santa Tecla fue demolido y después de unos años de itinerancia las monjas recalan en 1881 en el convento de san Vicente de la Roqueta donde nuevamente queda el Cristo depositado. Mientras tanto el Cristo había quedado en poder de la familia de La Cuadra Oliag, descendientes de la familia Medina y propietarios-patronos del Cristo. En 1931 Manuel Oliag Oliag propietario del Cristo, escondió el Cristo en su domicilio. Finalizada la guerra, el Cristo, por mediación de Manuel Oliag Giner regresa nuevamente al convento de san Vicente de la Roqueta, pero ante un nuevo traslado de las monjas, la familia Oliag propietaria del Cristo, hace entrega de la talla en 1970 a la parroquia de san Esteban de la ciudad de Valencia.
La Procesión
El cuadro ‘El Santísimo Cristo del Rescate y su procesión delante del Palacio Real de Valencia en 1539’, de autor anónimo y fechado en 1732 se encuentra en la parroquia de San Esteban. Éste evoca la llegada del Cristo a Valencia en solemne procesión el 2 de junio de 1539. De tal manera que, los gremios con estandartes y música iban por delante, luego los portadores de hachas de cera, y después el clero regular, el clero secular con cruces de plata y los miembros de la catedral. De toda esta parte de la procesión el cuadro solo refleja unos personajes a la izquierda de la composición. Su disposición desordenada y su actitud relajada, en conversación y sin uso de capuchón parecen indicar que están esperando el momento de iniciar la solemne procesión. Todo el protagonismo se centra en el Cristo, que bajo palio de brocado, es portado por Andrés de Medina descalzo y vestido de modo humilde. Después, y acompañado por las mayores dignidades del arzobispado vestidas con ricas capas se identifica a Jorge de Austria, arzobispo de Valencia. Tras él se ve a Pedro Medina. Más atrás se intuye la presencia de Fernando de Aragón, virrey de Valencia.
“Su peso en oro”
‘El milagro del Cristo del Rescate’ es la primera obra pública conservada de Jerónimo Jacinto de Espinosa, firmada y fechada con precisión en el año 1623. Fue pintado para el convento de los agustinos de Santa Tecla de Valencia.
El cuadro representa el rescate del Cristo por parte de la familia Medina. Después de varias ofertas en las que les pedían el peso en oro, quedaron en pagar el peso del Cristo en monedas de plata, para lo que se ingenió una balanza con un trípode, una polea y dos platos. Asustados los Medina, pues el peso del Cristo se aproximaba a 7 arrobas, contemplaron con asombro que puesto el Cristo en un plato, llenaron el otro con muchas monedas y no se niveló la balanza hasta que solo tuvo 30 monedas, cifra que aludía a la traición de Judas.
Los argelinos protestaron y después de verificarlo varias veces, se llamó al Cadí y en su presencia se volvió a comprobar, con lo que los Medina se llevaron el Cristo al Baño de los cristianos, donde tenían su iglesia y lo velaron día y noche.
La pintura nos muestra el instante mismo en que los dos platillos de la balanza se equilibran. Espinosa coloca la imagen de Cristo en escorzo, bien resuelta su anatomía e intensamente iluminada por el foco de luz procedente de la izquierda, con la que se subraya su carácter escultórico. La composición que utiliza está apiñada, vemos a todos los protagonistas del acontecimiento y ningún lugar del lienzo queda vacío. En él podemos ver a los mercaderes valencianos, uno de ellos arrodillado a la derecha, con las manos llenas con las monedas que está dispuesto a seguir colocando en el platillo, mirando al Cristo con respeto y fervor.
De igual modo, podemos contemplar al pirata que mira la balanza con desconfianza y trata de desequilibrarla con las manos. Mientras, el Cadí gesticula mostrando asombro.
Además, podemos ver a algunos curiosos e incluso a un niño que se encarama a una escalera para observarlo mejor.
Al fondo, podemos ver cómo fue rescatado el Cristo del mar.
Cuando en toda España los pintores se adherían a las fórmulas más plenamente barrocas, Espinosa aparece todavía estático en el más estricto tenebrismo, utilizando una fuerte luz dirigida que alumbra la escena con poderosos contrastes. Todo ello nos habla de un estilo que está fuera de época, aislado, ensimismado, pero que responde a la demanda de arte piadoso solicitada por la clientela local.