L.B. | 7.10.2020

El papa Francisco ha autorizado la promulgación del decreto de virtudes heroicas -primer paso para la beatificación- de la valenciana Francisca de la Concepción Pascual Doménech, fundadora de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, a la que también ha otorgado el título de ‘venerable.

La M. Francisca Pascual nació y murió en Moncada.

Las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada han recibido la noticia “con mucha alegría porque era muy esperada desde que se activó la causa”, explica la hermana Hilda Dávalos, vicaria general de la congregación, quien manifiesta que unida a la gran alegría está el compromiso y desafío de “vivir más intensamente el legado de nuestra fundadora: expansionar el amor de Dios que hemos recibido gratuitamente”. Este paso en el proceso de la causa de beatificación de la Madre Francisca “es un gran impulso para vivir más auténticamente lo que somos: Hermanas Franciscanas de la Inmaculada, en el proyecto de vida fraterna y en la misión compartida con los laicos con quienes formamos la gran Familia HFI”, añade la Hna. Hilda.

La alegría se ha vivido en los 13 países de los 4 continentes del mundo donde está presente la congregación. “En cuanto se supo la noticia empezamos a recibir llamadas llenas de emoción a pesar de la diferencia horaria”, indica la hermana Aniuska Aponte, superiora general de la congregación. “Y han sido también muchos los laicos de nuestra Familia HFI que se han sumado a esta alegría,” añade la superiora.

Hacer siempre el bien
La hermana Aniuska explica que sintieron una “inmensa alegría al conocer la noticia porque es reconocer la predilección que Dios tiene por los humildes y sencillos”, ya que “así fue la madre Francisca, una mujer valiente, humilde, sencilla y confiada en Dios y en su Espíritu que la lanzó a hacer el bien”.

Y es que la madre Francisca, de la que pronto se cumplirán 187 años de su nacimiento, apenas sabía leer y escribir. “Era de pocas letras, pero confiando en Dios fue capaz de emprender la marcha de la congregación”. Su lema era ‘hagan siempre el bien’ y “sentimos que ese es el carisma y el espíritu, que por medio de ella se nos regala: hacer siempre el bien”, destaca la Hermana General.

Desde el primer momento, las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada tradujeron este carisma en obras concretas, centradas principalmente en la educación y la sanidad, aunque han ido adaptándose a las necesidades del momento.
Así, los primeros años se centraron en el trabajo con las mujeres. En 1878, apenas dos años después de su constitución, la congregación asumió en Gandía la gestión de la casa de beneficencia y un centro de protección de la mujer.
Fiel a otro de los pensamientos de M. Francisca -‘El amor de Dios que no se expansiona en el prójimo es una tragedia’- la congregación fue poco a poco abriendo otros centros por la comarca y creando colegios para niños con necesidades especiales. El primero fue para ciegos y el segundo, para sordos. Además, en 1880 fueron pioneras con el primer centro femenino de enseñanza en Valencia. “Madre Francisca fue una mujer arriesgada y con mucha confianza en la Providencia de Dios y eso le lanzaba a ver las necesidades existentes en su momento”, subraya la Hna. Aniuska, y añade que M. Francisca “fue una mujer ciertamente admirable”.

Nos relata una anécdota que se cuenta de la venerable Francisca Pascual. “En vísperas de su muerte, cuando ya se sentía achacosa, estaba en la capilla y creía estar sola, se desató en llanto, sin poder contener los suspiros y sollozos. Se le acercó la Hna. Silvina y le preguntó si necesitaba algo, ella contestó: “Lloro lo mucho que ofendí al Señor y no sé si me ha perdonado…muy pronto dejaré de existir y usted quedará al frente del Instituto”. A los pocos días murió y sus últimas palabras fueron: “Jesús mío, misericordia”.

Hacia la beatificación
Nacida el 13 de octubre de 1833 en Moncada, donde falleció también el 26 de abril de 1903, el proceso diocesano de beatificación de Francisca Pascual se instruyó en la curia eclesiástica de Valencia entre los años 1989 y 1991, pasando desde entonces a la congregación vaticana para las Causas de los Santos, en la Santa Sede, con el fin de que, llegado el caso, pueda ser declarada beata y posteriormente santa.


La promulgación del decreto de virtudes heroicas es el primer paso en ese proceso hacia la beatificación, a la espera de que pueda confirmarse algún milagro atribuido a su intercesión, según precisa la delegación diocesana para las Causas de los Santos del Arzobispado de Valencia.


“Hay algunas gracias atribuidas a la M. Francisca, que se estudiarán y Dios quiera que alguno de ellos se valore como milagro y podamos verla pronto como beata. Ahora es importante que nos encomendemos a ella”, concluye la Hna. Aniuska.

Educación de niños, protección de jóvenes y asistencia enfermos

Francisca Pascual Doménech nació el 13 de octubre de 1833 en Moncada, en el seno de una familia de agricultores de profundas convicciones religiosas, siendo bautizada el mismo día.

En 1860 inició su vida laboral, dedicándose a tareas domésticas y trabajando en una fábrica de seda. Para ello debía recorrer a pie cada día la distancia de 7 kilómetros que separa Moncada de Valencia.

Entre 1860 y 1862, solicitó ingresar en la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, fundada por santa María Micaela del Santísimo Sacramento. Pero no fue aceptada.

En 1863 ingresó en el beaterio de Terciarias de San Francisco de Asís, en la calle Renglons de Valencia. En este beaterio, existente desde el siglo XIII, se dedicaban a una vida de penitencia y oración, bajo la guía del cercano convento franciscano. Allí adoptó el nombre de ‘Francisca de la Concepción’. El 19 de abril de 1871 realizó sus votos privados, y en 1876 fue elegida superiora del beaterio. Fue entonces cuando inició la reforma de dicha institución, con el fin de transformarla en una congregación de vida regular, con votos públicos, vida común y asunción de obras de socio-caritativas. De ese modo nació la ‘Congregación de Terciarias Franciscanas de San Francisco de Asís y de la Inmaculada Concepción’, nombre que posteriormente se transformaría en el de ‘Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada’. Ya en el mismo 1876 se estableció la vida común y se aprobaron las primeras Constituciones por parte del arzobispo de Valencia, y en 1877 se organizó canónicamente el noviciado.

A partir de ese momento, esta institución experimentó un rápido crecimiento, que se tradujo en el ingreso de nuevas religiosas y en la fundación de numerosas obras sociales, dedicadas a la educación de niños (con atención especial a los ciegos y sordomudos), la protección de las jóvenes, y la asistencia a pobres, enfermos y ancianos.

Colegios y hospitales
Asumen en Gandia la gestión de la casa de beneficencia y un centro de protección de la mujer (1878); fundan un colegio en Valencia (1880), anexo a la casa general; un colegio, una beneficencia y un centro de protección de la mujer en Moncada (1880); un asilo de lactancia, una escuela nocturna para adultos y una escuela para niños en Valencia (1882); un colegio y un centro protector de la mujer en Alzira (1883); en el barrio valenciano del Cabañal, asumen la gestión de un colegio (1885); un hospital para mujeres y un asilo en Torrent (1885); un colegio para niñas ciegas en Valencia (1886); un centro de beneficencia y un colegio en Muro de Alcoy (1886); el primer colegio de sordomudos, en Valencia (1887); un colegio de párvulos y de adultos en el Grao (1889); un colegio para adultas en el Cabañal (1889); un colegio y un hospital para ancianos en Ayelo de Malferit (1889); un colegio de niñas y de párvulos en Pedralba (1891); un colegio para párvulos y para chicas jóvenes en Torrent (1894); un colegio y una casa asilo en Canals (1896); un colegio de niñas y un hospital en Chelva (1899); en Ibi (Alicante), un asilo y un colegio (1901); un colegio y un asilo en Villar del Arzobispo (1902), entre otros muchos.