Con motivo de la fiesta de la Merced, patrona de los reclusos, voluntarios y funcionarios de prisiones, que se celebró el pasado sábado 24 de septiembre, la Pastoral Penitenciaria del Arzobispado de Valencia programó diversas actividades. Entre ellas, sendas conferencias impartidas por el juez de menores de Granada Emilio Calatayud, y el teólogo Bernardo Pérez Andreo.
L.B. | 28.09.2022
“La educación y la cultura abren una ventana a la libertad”, manifestó el juez Emilio Calatayud durante una ponencia que giraba en torno a ‘Familia, educación y sociedad’. El juez de menores de Granada destacó que, a pesar de que ahora están aumentando considerablemente los delitos de abusos sexuales y maltratos por adicciones entre los menores, “yo siempre creo en la reinserción”. “Si no creo en la reeducación de los menores, ¿en qué voy a creer?”, se preguntaba. Y con evidente emoción, tras narrar un episodio de su vida personal, subrayaba: “Si a mí Dios y la vida me han dado una segunda oportunidad, ¿cómo no se la voy a dar yo a los menores?”.
Y es que el juez Calatayud es conocido por las sentencias ejemplares que dicta, con las que no solo busca “sancionar, sino también reeducar y reinsertar”. “Tú la haces, tú la pagas”, es la máxima del juez Calatayud, quien inmediatamente añade: “pero hay muchas formas de pagar”. Así, con sus sentencias “damos satisfacción a los derechos de los menores, exigiéndoles o educándoles en sus obligaciones”. Entre otras medidas, “les mandamos a pisos de reinserción, les imponemos libertad vigilada o trabajos en beneficio de la comunidad”.
Por eso, una de las sentencias que más veces dicta es la de aprender a leer y escribir, de las que puso 30 el año pasado, o sacarse la enseñanza obligatoria, con 350 sentencias dictadas en el último año. “Es muy triste que en España la educación esté como está. Hay que estudiar y hay que prepararse”, comentó.
Además, reconoció que estas sentencias “son las que más te agradecen con el tiempo, porque se dan cuenta de que la educación y cultura te abre una ventana a la libertad”, explicó.
Pero en sus sentencias también ha condenado a los menores a limpiar los restos de un botellón, a hacer un curso de peluquería siendo el examen final cortarle el pelo al propio juez, limpiar cristales, visitar un hospital de parapléjicos o dibujar un cómic narrando el porqué de su condena. Incluso, “he llegado a condenar a hacer el Camino de Santiago”.
El juez Calatayud, de 66 años, que también fue juez de vigilancia penitenciaria, hizo hincapié en que “en materia de menores estamos todos implicados: padres, maestros, políticos…”. E insistió en que “la familia es la base de todo, la base de la sociedad”.
“El problema es que cada día es más difícil ser padre”, reconoció. “Cuando yo era pequeño era más fácil. Nadie discutía al padre. Pero empezaron a decir que había que dialogar, razonar, argumentar y ser amigos de nuestros hijos… ¡Y así nos va!”, manifestó con su ironía característica. “Hacemos tiranos que con el tiempo se convierten en delincuentes”, añadió.
Tras afirmar que están subiendo “como la espuma” los maltratos de los hijos a los padres, la violencia en las niñas y los delitos de abusos sexuales, como consecuencia de las cada vez más numerosas adicciones entre los jóvenes, Emilio Calatayud se preguntaba qué ha pasado para llegar a esta situación.
“Ahora, se habla tanto de los derechos de los niños, que todos los menores se los saben perfectamente. Pero nadie les ha hablado de sus deberes. Nadie les ha dicho que según el artículo 155 del Código Civil, los hijos deben obedecer a sus padres mientras permanezcan bajo su potestad y respetarles siempre. Así como contribuir equitativamente, según sus posibilidades, al levantamiento de las cargas de la familia mientras convivan con ella”. Y esto ha llevado, según Calatayud, a que los menores hayan hecho “abuso de sus derechos y dejadez de sus deberes”.
El juez subrayó que no todos somos iguales ante la ley. “Debo tener autoridad sobre mi hijo porque soy su padre y soy responsable de él , de su educación, luego no soy como mi hijo”. Lo mismo sucede en el ámbito escolar: “El maestro no es colega de su alumno. Es más que el alumno”.
Y para que los niños respeten a los maestros y, en general a la autoridad, “no hace falta dictar nuevas leyes sino aplicar las que están en vigor”. En este sentido, recordó los artículos del Código Penal, que califican de atentado la agresión a un funcionario público, por lo que “el niño que agrede a un maestro, a un médico, etc, está cometiendo un atentado”.
Lugar destacado en la ponencia ocupó el uso de las nuevas tecnologías. “El móvil, es una droga, y es un instrumento perfecto para cometer delitos contra el honor, así como un instrumento muy peligroso para ser víctima de un delito”, destacó.
Y no dudó en advertir a los padres de que son los responsables civiles de lo que hacen sus niños: “Usted tiene que enseñar a sus hijos y educarles. No lo hace, usted paga”. De igual manera que si los delitos se comenten en el ámbito escolar, “sentamos en el banquillo al centro escolar porque son custodios de los niños”, aclaró.
El juez Emilio Calatayud fue muy rotundo al indicar que los niños “no deberían llevar los móviles al cole”. Y recomendó a los padres que no regalen móviles a los niños. “Los delitos de acoso se multiplican por las redes”, señaló. E indicó a los padres que si regalan móviles a sus hijos firmen un contrato para que los niños sepan que el móvil es de los padres, ellos son los responsables y, como tales, van a poder coger el móvil de los hijos y comprobar su actividad. “Los padres pueden y deben violar la intimidad de sus hijos. Más vale que me condenen por violar la intimidad de mi hijo que por un delito cometido por él”, manifestó.
La conferencia fue transmitida en directo por el canal YouTube del Arzobispado de Valencia y seguida por miembros de la pastoral penitenciaria en el salón de actos del edificio del Arzobispado en la calle Avellanas de Valencia.
“Debemos empezar a vivir de otra manera ya”
El teólogo Bernardo Pérez Andreo ofreció una interesantísima ponencia en la que animó a llevar a cabo una transformación social ante lo que él llama el “colapso civilizatorio”.
“¡Hemos de empezar a vivir de otra manera ya!”, exhortó al público asistente al acto que tuvo lugar en el salón de actos de Avellanas, 12, donde estuvo presente.
“Estamos en un momento crucial, crítico, porque nos encontramos cerca del colapso del modelo socio-económico vigente”, manifestó. Y destacó que estamos en un tiempo de “transformación necesaria”, por lo que “la sociedad, y cada uno personalmente, hemos de hacer un proceso de ‘kénosis’ (vaciamiento), de renuncia y no sólo de cosas materiales”.
Ante esta visión, que en principio podía parecer apocalíptica, el teólogo matizó: “El mundo no se acaba sino que se acaba una forma de vida”. Y animó al reconocer que “en todo mal hay una oportunidad y hay que buscarla”.
Después de cerca de veinte años de investigación, Pérez Andreo ha constatado que es muy difícil que un mensaje de transformación llegue a la gente porque “implica un proceso de reflexión, concienciación y sufrimiento”. “A veces sólo cuando has caído en lo más profundo puedes levantarte”, señaló e insistió en que “estamos en un momento crucial”.
Así, explicó cómo la crisis se está dando a siete niveles: espacial, energético, ecológico, económico, ético, estético y espiritual. Con gráficos y datos probados, citando fuentes solventes, el profesor recorrió cada uno de estos niveles, destacando que el último es el más importante porque estamos ante una crisis del modelo de trascendencia. “El espíritu de este tiempo es débil, es rompedor, es diabólico, puesto que separa a las personas, necesita que no conecten unas con otras para controlarlas”, manifestó.
Pérez Andreo aportó el dato de que a finales de este año seremos ocho mil millones de personas. “Antes la población mundial crecía muy lentamente, pero se ha duplicado en solo 40 años. Si se vuelve a duplicar, es imposible mantener el nivel de vida actual”. Y quiso destacar que, a pesar de estas afirmaciones, él no es maltusiano, “simplemente es que el mundo es limitado y, en un lugar finito, no puede haber nada infinito”.
Por supuesto, también hizo referencia a la crisis energética que estamos viviendo. “Somos una sociedad dependiente del petróleo. Si escasea, no podemos seguir con este modelo de sociedad que busca un crecimiento constante. El petróleo abundante y barato ha llegado a su fin”. “La dependencia de estos recursos fósiles es lo que está llevando a que haya guerras donde hay gas y petróleo”, afirmó.
Tampoco falto una mención al calentamiento del planeta, “que va a seguir aumentando, y eso provoca un desequilibrio brutal que muchas especies, incluso el ser humano, no podrán soportar”.
Punto crítico
Por eso afirmó que “hemos llegado a un punto crítico. Tenemos que empezar a vivir de otra manera ya. Hay que poner medidas concretas, no basta con redactar informes”. El problema, según el profesor Andreo, es que “hay que cambiar el modelo económico y no lo quieren cambiar. Incluso personalmente nos cuesta cambiarlo”.
Pero también expuso soluciones a esta situación, tanto a nivel personal como colectivo o social. Así, llamó a no despilfarrar, ya que “el despilfarro de unos va en detrimento de los otros. Y lo peor es que no nos damos cuenta de que despilfarramos y que los recursos naturales son un don”.
Por ello, instó a “buscar el equilibrio para poder tener calidad de vida pero sin poner en peligro el planeta”. “Con el 10% de lo que tenemos podríamos vivir igual. Tendríamos que renunciar a necesidades que nos hemos impuesto, pero que realmente no son precisas. Hemos de cambiar de lógica”, animó.
Y a pesar de esos “datos terroríficos” como él mismo calificó, el teólogo alentó a afrontar este proceso con esperanza, “ya que es una oportunidad para vivir una nueva humanidad”.
En el ámbito personal, incitó a vivir “con austeridad, con lo indispensable para la existencia mínima: alimento, salud, vivienda”, aprendiendo a “renunciar a algunas cosas”. “El problema es que está todo montado para no renunciar”, reconoció.
También instó a reconocer la gratuidad de todo lo que tenemos. “Todo es pura gracia, todo lo hemos recibido y es para compartir. Es fundamental educar a los jóvenes en la gratuidad, evitar el egoísmo”, subrayó.
A nivel social, indicó que la transformación “necesita destruir la estructura de lo privativo”. En este sentido subrayó que “los cristianos creemos en la comunión, también de los bienes. Y hay bienes que no pueden ser individuales, privados, ya que son un bien común”.
Asimismo, llamó a “desmonetizar la sociedad”, es decir, a reconocer que lo que importa “es el valor de las cosas, no su precio”. “Hemos de comportarnos como nuestros abuelos, que no tiraban nada porque daban valor a las cosas que tenían”, manifestó Bernardo Pérez.
En contestación a preguntas planteadas por los asistentes, Pérez Andreo explicó que “la gente no es consciente de todo esto porque tenemos un sistema de desinformación muy grande. Pero la transformación es posible. La Iglesia es la salvación porque es la comunión del amor, y esto da esperanza”. De ahí, que “escuela, familia y parroquia sean los lugares donde nosotros podemos actuar”.
Y concluyó afirmando que “hemos perdido el sentido de la vida, por lo que debemos plantearnos cuál es el objetivo de nuestra vida ¿Acumular? ¿Consumir?”.