MARÍA JOSÉ FRAILE 5-10-2016
Imagen procededente de ‘Los primeros obispos de Valencia’ de A. Ribera Lacomba. Archivo SIAM
Para remontarnos a los orígenes cristianos de la ciudad de Valencia tenemos que echar la mirada atrás y recordar la figura de san Vicente y su muerte en el año 304 durante la persecución de Diocleciano. El eco del martirio del joven diácono se expandió por toda Hispania y todo el imperio romano, colocando a la sede episcopal de Valentia como centro de peregrinación para las primeras comunidades cristianas.
La expansión del cristianismo en época visigoda en la zona quedó patente con la consolidación de otras sedes como las de Illici, Dianium y Saetabis con numerosas comunidades regidas por presbíteros e incluso por diáconos como recoge la historiadora Rafaela Soriano. Y todo ello da pie a la expansión del cristianismo en la ciudad.
Bajo el amparo del mártir
En el siglo VI, la sede episcopal de Valentia cuenta ya con un importante complejo arquitectónico. Uno de los primeros obispos, Justiniano (hacia 531 – después de 546), profundo devoto de la figura de san Vicente mártir, monumentalizó toda la zona con un destacado grupo episcopal y en su centro, alrededor del lugar donde sufrió martirio el santo diácono, una gran Catedral. No es extraño que san Isidoro de Sevilla en su libro ‘De viris illustribus’, le definiera como el ‘obispo constructor’, porque “construyendo templos de nueva planta y restaurando los antiguos, dio ornato a las festividades y con su predicación edificó a los pueblos”.
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