CARLOS ALBIACH | 31-05-2019
Durante el encuentro niños y ancianos comparten sus experiencias y hay muchos momentos de diversión. A.SAIZ
Hay sonrisas y miradas que hablan por sí solas. Como las que se cruzan los ancianos y los niños en una residencia de Alberic, donde acuden los alumnos de un colegio religioso contiguo para realizar las actividades englobadas dentro del programa intergeneracional ‘Creciendo juntos’. Un proyecto que hace que residencia y colegio sean una misma casa y que tanto mayores como niños disfruten y aprendan del contacto entre ellos.
Cuando el director pedagógico del colegio La Milagrosa de Alberic, Juan Gutiérrez, y la directora de la residencia de ancianos del mismo nombre y en la misma localidad, Paloma Jorques, vieron un vídeo en YouTube sobre un colegio que llevaba a cabo un proyecto con una residencia situada en el mismo centro les cambió la cara y los dos lo vieron claro: tenían que hacer lo mismo. Aunque ellos no comparten edificio solo les separa los metros de una acera a otra y además ambos centros tienen la misma titularidad: la de la fundación Santo Hospital y Casa de Enseñanza.
Con ese deseo hace cuatros años empezaron haciendo de manera puntual alguna actividad conjunta de forma que los más pequeños conocieran la realidad de los ancianos. Una forma de que los niños descubran la riqueza de los mayores. Una riqueza, que en palabras del papa Francisco, “no se puede ignorar porque esta civilización seguirá adelante sólo si sabe respetar su sensatez y sabiduría”.
Poco a poco el programa, que ha sido bautizado como ‘Creciendo juntos’, ha cogido mayor envergadura y hoy implica a todos las personas de ambos centros y está integrado en la vida normal del colegio y sirve de refuerzo del currículo que se da en las aulas. ¿Cuál ha sido la fórmula de éxito de este programa? Que a los niños y a los ancianos les ha apasionado desde el principio, tal y como reconocen ambos directores.
Un día en la residencia
Que tanto a niños como ancianos les encanta estar juntos se ve claramente al acudir a uno de los encuentros entre ambas generaciones. Son poco más de las 11 h. y tras el rato del recreo para comerse el bocata todos vuelven a clase. Sin embargo, un grupo sale del aula y acude a la residencia de enfrente. Allí llaman al timbre y cuando les abren ya saben el camino hasta la sala donde se encuentran los ancianos. Una vez en esa sala, y sin exagerar, a los ancianos les cambia la cara. Se nota que los más pequeños les inyectan alegría. De lo que tampoco hay duda es del cariño con que los chavales tratan a los ancianos. Como si fueran sus propios abuelos.
Hoy en la sesión van a trabajar la noticia y para elaborarla tienen que sacar datos biográficos de la persona mayor: ¿a qué se dedicaba?, ¿tiene hijos?, ¿dónde vivía? o ¿qué recuerda con más cariño?, son algunas de las preguntas que les realizan. Un trabajo que no siempre es fácil sobre todo con las personas que ya no tienen memoria. Sin embargo, la paciencia de los escolares es infinita y los tratan con gran delicadeza como se ve en que no tienen reparos en repetir algo que no han entendido o oído bien. Además, en todo momento cuentan con el apoyo de las trabajadoras y la psicóloga de la residencia. De hecho, como apunta sor Sara, hermana sirviente de la comunidad de las Hijas de la Caridad que asiste a ambos centros, un día llevaron a los padres y “se sorprendieron de que tenían más paciencia que en casa”.
En ese encuentro, en palabras del director “mágico y lleno de vida” se confirman también sus palabras: “cuando ves sus miradas se ve que lo único que les diferencian son las arrugas”. La directora de la residencia también lo confirma: “es llegar los niños y todos los ancianos cambian y sonríen”.
A lo largo de estos años todos estos encuentros han dado para mil anécdotas. Como las que viven cuando los niños bajan con sus ‘iPads’ y les enseñan lo que hoy puede llegar a hacer la tecnología. “Les hacíamos una foto y alucinaban con que se viera al instante en la pantalla”, cuenta Miriam, alumna de 6º. También les gusta que les muestren la calle donde vivían en el ‘Google Maps’ o diferentes sitios del mundo. Estos talleres han hecho que incluso una de las residentes se haya hecho una cuenta de Instagram.
El momento de la despedida es el peor sobre todo para los ancianos, que por una hora se han contagiado de las sonrisas y la curiosidad de los niños. Un momento que deja escenas de gran ternura con abrazos, besos y signos de evidente cariño. Despedidas, que como recuerda el director, a veces han sido apoteósicas como una vez que los ancianos cantaron a coro la famosa canción que dice “algo se muere en el alma cuando un amigo se va”.
Todos estos encuentros, como apunta Jorques, “dan vida a todos y se gesta un cariño y un vínculo entre ancianos y niños que muchas veces va más allá del colegio”. Y es que muchos alumnos cuando se van del colegio -el centro solo tiene Infantil y Primaria- siguen vinculados a la residencia y van a visitarlos e incluso se hacen voluntarios de ella.
Además, como explica la directora les estamos haciendo ver “la importancia de que los niños vean a la persona mayor como hago normal y que se le respete”. “Creamos conciencia a los niños que nos van a cuidar y les educamos para que puedan ver los deterioros de la persona como algo normalizado”, añade. Se trata, en palabras del director, “de educar en la realidad”.
Participa todo el colegio
En el proyecto ‘Creciendo juntos’ participan todos los alumnos del colegio, desde los más pequeños de 3 años hasta los más mayores, de 12 años. En los cursos de Infantil son los ancianos los que visitan el colegio para contarles cuentos a los más pequeños. Mientras que los alumnos de 1º a 4º de Primaria participan en las sesiones de gimnasia que se imparten en la residencia. Los alumnos de 5º son los que realizan un taller de nuevas tecnologías a través del ‘iPad’, herramienta que utilizan en clase en sustitución de los libros de texto impresos. Por su parte, los alumnos de 6º realizan actividades de estimulación cognitiva en las que aprovechan para reforzar algunas de los temas de las diferentes asignaturas. Por ejemplo, cuando dan el tema de la entrevista o la realización de una línea del tiempo.
Pero la relación con la residencia no queda solo en esas actividades, que hace que todos los alumnos visiten la residencia quincenalmente, ya que también participan en actividades extraordinarias como las del Día del Mayor, con la que arrancan las actividades conjuntas del curso, el día de la Paz, las Fallas o la Navidad. Además de las celebraciones y actividades organizadas por el departamento de Pastoral. También les enseñan tradiciones y juegos de cuando ellos eran los pequeños.
El proyecto, que en un principio no trascendía más allá de la propia localidad, ha dado el salto y ha sido recibido diversos de premios de ámbito nacional como son el de ‘Grandes profes, grandes iniciativas’ de la fundación Atresmedia en 2018, el de la Red Solidaria Bankia 2018 y el de ‘Premios de Innovación Educativa’ en 2019. La idea de darlo a conocer y difundirlo, como cuenta el director, surgió de una de las propias alumnas, que pensaba que el proyecto interesaría a otros colegios.
Después de cuatro años el director reconoce que los frutos “han sido muchos”. “Hemos conseguido que los niños vengan felices al colegio y que tengan muchas ganas de ir a la residencia”, apunta.
El colegio y la residencia pertenecen a la Fundación Santo Hospital y Casa de Enseñanza, cuyos orígenes se remontan a 1740. Desde 1877 están presentes las Hijas de la Caridad. En el Patronato de la fundación también están presentes el párroco de San Lorenzo y el Ayuntamiento.