Rara vez se ha visto fracasar a una persona que ha seguido cuidadosamente el Programa de Recuperación de Alcohólicos Anónimos. En Valencia, cientos y cientos de ellas han logrado tapar la botella, ponerse delante de un espejo, admitir que sus vidas se han vuelto ingobernables por el alcohol y han conseguido ponerle nombre y apelidos a su problema, cambiar de actitud y ganar la batalla. Es posible. En Alcohólicos Anónimos brindan toda la ayuda que uno sea capaz de pedir.
EVA ALCAYDE | 25.02.2021
Veinticuatro horas sin levantar una copa. Ese el reto que se plantean cada día los cientos de personas que tratan de apartar de sus vidas la esclavitud del alcohol.
La asociación Alcohólicos Anónimos (A.A.) les ayuda con un programa de recuperación, pero sobre todo con la escucha, con el testimonio de otros compañeros que han pasado por lo mismo y con la esperanza de que la botella se puede tapar. Muchos -casi todos- lo consiguen. Y eso también es esperanzador.
Manolo se dio cuenta de que tenía un problema cuando entró en un bar a tomarse un gin-tonic y se tomó tres, aunque asegura que el problema no es tanto la cantidad de alcohol que se consume, como el hecho de no poder parar de consumir.
El alcoholismo es casi siempre la punta de un iceberg de un problema mayor. Y el programa de recuperación Alcohólicos Anónimos ayuda a los usuarios a enfrentarse a tus miedos, a sus defectos personales, a las cosas que no les gustan para descubrir, incluso, que no se gustan a sí mismos.
La historia de Manolo es una más, una de tantas, pero es la suya. Casado con un hijo, con un negocio arruinado y con una casa hipotecada, se dio cuenta que con cuatro cervezas en el cuerpo mitigaba esa angustia que sentía, así que empezó a consumir más de la cuenta. “Pero cada vez necesitas más cantidad para quitarte la angustia y la ansiedad. Y eso que te ha servido, luego se vuelve en tu contra. Llega un momento en que estás deprimido, que te da asco la vida, que no quieres vivir y tienes miedo a reconocer que eres alcohólico”, asegura Manolo que era tal su dependencia que necesitaba el alcohol para hacer todas las actividades del día. “Tu cuerpo te pide alcohol, yo desayunaba tres whiskys y tenía que echar un trago para poder conducir porque me temblaban las manos. Sin darte cuenta tu vida pasa a estar gobernada por el alcohol. Escondía botellas en casa, en el coche y en la oficina y todavía conservo documentos en los que no reconozco ni mi firma”, asegura.
Manolo acabó por reconocer su problema ante su familia. Acudió a un psicólogo y éste le recomendó también hablar con un sacerdote de confianza. “Le hice caso en todo lo que me dijo y gracias a él ingresé durante un mes en un hospital psiquiátrico para seguir una terapia. Allí acudieron dos compañeros de Alcohólicos Anónimos y al escucharles hablar, me caían las lágrimas de emoción. Me contaron el mismo dolor, la misma impotencia, el mismo caos que sentía y vivía yo y fue entonces cuando vi que alguien me entendía y se me abrió la esperanza”, relata Manolo que lleva ya 19 años sin beber.
Reuniones en parroquias
Alcohólicos Anónimos es una comunidad de hombres y mujeres que comparten experiencia, fortaleza y esperanza en sus reuniones semanales para resolver su problema común y ayudar a otros a recuperarse del alcoholismo. El único requisito para ser miembro de esta entidad es el deseo de dejar la bebida.
No se pagan honorarios, ni cuotas. Después de cada reunión se pasa una bolsa opaca para que cada persona, si lo desea, haga una contribución voluntaria para mantener en pie la asociación.
A.A. no está afiliada a ninguna organización o institución, religión o partido político, no interviene en controversias, no opina, ni apoya, ni se opone a ninguna causa. Su objetivo primordial, como rezan sus estatutos, es “mantenernos sobrios y ayudar a otros alcohólicos a alcanzar el estado de sobriedad”.
Sin embargo, sí guarda una buena relación con la Iglesia Católica ya que la mayoría de los grupos presentes en Valencia -actualmente 13, dos de ellos en inglés- se reúnen en locales parroquiales.
Además, el programa de recuperación, aún no siendo religioso, tiene un componente espiritual importante, ya que ayuda al alcohólico a poner en orden sus pensamientos confusos y a deshacerse de la carga de negatividad de sus sentimientos.
Según los pasos de la asociación con las reuniones de A.A. se logra “admitir que tu vida se ha vuelto ingobernable y impotente ante el alcohol, poner nuestras voluntades y nuestras vidas al cuidado de Dios, hacer inventario moral de nosotros mismos, admitir ante Dios, ante nosotros mismos, y ante otro ser humano, la naturaleza exacta de nuestros defectos y por último, intentar reparar el daño causado a otras personas”.
Al no ingerir alcohol, el cuerpo se recuperan físicamente de la enfermedad con relativa facilidad. Para una sobriedad más duradera se necesita también una mente sana y unas emociones equilibradas.
Cualquier alcohólico puede pasar 24 horas sin tomar esa primera copa. “Es cuestión de tapar la botella y aprender a vivir sin beber para ser otra persona y mejorar como ser humano”, asegura Manolo.