L.B. 30-11-2016
Las religiosas siguen un proceso artesanal en la elaboración de las pastas. A.SAIZ
Un suave olor a anís y almendra envuelve el claustro del Monasterio de la Puridad y de San Jaime, junto a la plaza de la Virgen, en pleno centro de Valencia. Allí las hermanas Clarisas han empezado a elaborar pastas caseras, de esas artesanales, de las de toda la vida.
Magdalenas, galletas de mantequilla, galletas de café, corazones de yema, castellanas, rollitos de anís, delicias de santa Clara, bocaditos de coco, pasteles de boniato, trufas, ‘coca de llanda’… y ahora para las Navidades turrón de la abuela y polvorones, son algunos de los productos que las religiosas venden a través del torno de su convento.
“La gente nos preguntaba si hacíamos pastas”, explica sor María Mercedes. Pero las religiosas tenían otros medios de vida, como la pintura en tela y en cerámica, y el bordado. “Antes bordábamos mucho, pero ahora las chicas jóvenes ya no se preparan el ajuar como antes, quieren cosas más prácticas, y no teníamos encargos”, añade.
La llegada de religiosas jóvenes, alguna de ellas con experiencia en repostería, y la necesidad de buscarles un medio de vida, han dado un nuevo impulso a las Clarisas, que han decidido lanzarse a la elaboración de repostería monástica.
Para ello han tenido que acondicionar un local en la planta baja, en un lateral del claustro. Allí tenían unas dependencias dedicadas a trastero y un salón que ahora estaba en desuso. Con la limpieza y pulcritud características de las religiosas, las tres estancias -el obrador, el horno y el almacén- están ya perfectamente acondicionadas y a pleno rendimiento.
Las cuatro hermanas que se dedican a la elaboración de los dulces, sor María Mercedes, María Judit, María Berita y María Clara, han seguido un curso de manipulador de alimentos y cuentan, además, con la colaboración de una pastelera, Magdalena Nieto, que se ha ofrecido a ayudarles.
Han sido ellas también las encargadas de prepararlo todo, desde pensar qué pastas iban a elaborar y seleccionar las mejores recetas, hasta prediseñar las cajas y bolsas donde se envasan y venden.
Aunque ya ha habido algún comercio que se ha ofrecido a vender estos productos, de momento las pastas sólo podrán adquirirse en el propio convento, en horario de 10 a 12 por la mañana, y de 16:30 a 18 horas, por la tarde.
Saborear el amor de Cristo
Ideales para compartir en familia, con los amigos, o con motivo de celebraciones especiales, sor María Mercedes reconoce que todo “está hecho con mucho amor para que cuando coman, todos tengan buenos sentimientos y haya unión en las familias”. Porque, como enseguida quiere aclarar, “esto no es sólo un negocio, es también una manera de evangelizar, de hacer llegar a todos el amor de Cristo”.
Como religiosas de vida contemplativa que son, hacen su trabajo en silencio y rezando, siguiendo la máxima ‘Ora et labora’. Y es que, toda la vida de las Clarisas gira en torno a la oración, desde las 6 de la mañana, cuando se levantan y acuden al coro a hacer oración personal, laudes y misa, hasta la noche, en que terminan el día con el rezo de completas. Toda su jornada es oración, con tiempo también para el estudio, ensayo de cantos, la realización de labores de la casa y ahora, además, para endulzar la vida de los valencianos