❐ L.B. | 16.12.21
La alegría inundó el monasterio de la Purísima Concepción, San José y Beata Inés, de Benigànim, el pasado día 8, fiesta de su primera titular. Después de casi 50 años, su iglesia volvió a acoger la profesión perpetua de una religiosa como agustina descalza: la hermana Fabiana del Inmaculado Corazón de María.
“Ella ha sido la primera en 50 años. A ver si ahora se acerca alguna más”, comenta risueña la Hna. Aurora, una de las ocho religiosas que integran la comunidad y para quienes “esto ha sido un regalo de Dios”. Porque describe a la Hna. Fabiana como “una persona muy cercana, con mucha caridad, respeto a las mayores y muy servicial”. Y reconoce que esta profesión “nos ha hecho revivir a todas aquel momento en que nosotras profesamos. Además, la presencia de esta hermana en el monasterio nos rejuvenece. La vida de comunidad necesita jóvenes”, añade la religiosa.
Y reconoce que ha sido una alegría también para la localidad. “Muchos vecinos se sumaron a la celebración y llenaron la iglesia del monasterio para, en muchos casos, vivir por primera vez esta ceremonia”.
Sin duda, se trató de un celebración “especial, histórica, muy emotiva y solemne”. La eucaristía fue presidida por el obispo auxiliar Arturo Ros y concelebrada por sacerdotes de la localidad y de Alcoy. Intervino la coral de Benigànim ‘Sine nomine’, y fue emitida en directo para que pudieran seguirla desde sus casas, “cosa que nos han agradecido muchísimo”, destaca la Hna. Aurora.
Adoración y reparación
Fabiana Souza Duca de Aguiar nació hace 43 años en una de las ciudades más pobladas del mundo, Sao Paulo, en Brasil. Allí, en una familia católica formada por sus padres, Celia y Alcides, y con sus dos hermanos, Luciana y Alcides, vivió como cualquier otra chica hasta que terminó la carrera de Comunicación Social y Publicidad. Porque nada más terminar la Universidad, en el año 2000, decidió dar el paso e ingresar en las Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo, una congregación religiosa fundada en 1984 en Brasil, cuyo carisma es vivir según el Espíritu en oración y acción apostólica.
Fabiana tenía 21 años y su familia aceptó su vocación con mucha alegría. De hecho, la Hna. Fabiana no duda en manifestar que su madre ha sido su apoyo más grande en todo este tiempo.
Lo que sí les resultó un poco más difícil fue soportar la distancia, pues pronto trasladaron a la Hna. Fabiana a Italia y ya ha permanecido en Europa desde entonces. “Mientras estaba cerca, mi familia aún podía visitarme, en Europa ya no. Pero cuando el Señor nos llama para una misión, nos capacita para vivirla. Lo más importante es hacer su voluntad y, entonces, sientes paz en el corazón”.
Después de estar unos años en Italia, en 2013 llegó a Alcoy con la comunidad de Carmelitas Mensajeras del Espíritu Santo que se estableció en el convento del Santo Sepulcro. Fue precisamente allí donde conoció a las Agustinas Descalzas. “Me sentí atraída por la acogida de las hermanas, por su alegría y atención, también por su carisma: adoración y reparación”. No en vano, desde los 18 años Fabiana había sido adoradora en su ciudad.
Además, desde que conoció a las Agustinas Descalzas, la Hna. Fabiana empezó a sentir una fuerte llamada a la vida contemplativa. “Así como antes dedicaba mucho tiempo a la oración pero también a la vida activa, ahora sentía que la vida contemplativa era para mí”. Por eso, cuando cuatro años más tarde, a principios de 2017, las Mensajeras del Espíritu Santo dejaron el monasterio de Alcoy, la Hna. Fabiana decidió quedarse y hacer una experiencia con las Agustinas Descalzas de Benigànim, con quienes ha permanecido desde entonces. Con una sola excepción, los dos años en los que volvió a su casa para cuidar de su madre enferma. “Fue una experiencia difícil pero de la que he salido fortalecida”, comenta.
Y es que en 2019 su madre enfermó y Fabiana tuvo que regresar a Brasil para atenderle. Estuvo allí dos años, hasta que finalmente falleció en marzo de este año 2021. “El dejarme volver a mi casa este tiempo fue un gesto de caridad y de confianza de las hermanas”, subraya. Confianza que ahora le hace vivir “con más ganas de ser fiel a la comunidad”. Fue una etapa dura pero que ella vivió como “una misión y un regalo de Dios, como una bendición”. Y también fue una bendición para su madre, ya que “pudimos compartir sus dos últimos años de vida”.
Ahora, en el monasterio, además de las labores habituales de la casa, la Hna. Fabiana ayuda en la grabación de los vídeos y escribe en la revista de la Beata, además de cuidar a una hermana mayor.
Este es mi lugar
A las jóvenes que puedan tener inquietud vocacional, la Hna. Fabiana no duda en animarles a buscar las cosas de Dios. “Cuando estamos en la voluntad de Dios somos felices y nos sentimos realizadas. No nos falta nada. El Señor no te quita nada. La vocación es una bendición de Dios, un regalo”. Reconoce que el discernimiento a veces es difícil, con vacíos, pero la oración te ayuda a dar el paso adecuado. Y sobre todo, “no hay que tener miedo. Dios es amor y nos da siempre lo mejor”, manifiesta.
Tras su paso, la Hna Fabiana se reconoce “muy contenta y con muchísima esperanza” porque “es posible seguir al Señor también en estos tiempos. Hemos de saber que hay algo mucho mejor de lo que el mundo nos ofrece. Con los ojos puestos en Dios, el nos guía y lo va arreglando todo. No me he de preocupar. El me da paz en el corazón, por eso sé que éste es mi lugar”.