EVA ALCAYDE | 11-04-2015
Eduardo y Ana son los voluntarios en el servicio de bandejas, los que se encargan de servir las raciones del menú. A. SAIZ
En el centro del barrio, en la calle de la Providencia, ha abierto sus puertas el reformado local que alberga el comedor social de la parroquia La Asunción. Allí se sirven diariamente 50 menús, gracias a la generosidad del Rotary Club y al trabajo de más de 50 voluntarios, que, además de comida, reparten algo de esperanza y mucho cariño
“Tengo hambre”, responde José Gosalvez, cuando le preguntamos cómo está.  Es un catalán de 56 años que entra de los primeros en el comedor parroquial ‘San José’. Se acomoda en una de las mesas del fondo y deja cuidadosamente su guitarra y su bastón apoyados en la pared.
A su lado se sienta Carlos Alba, un venezolano de 60 años, que se une a la conversación asintiendo: “como todos, todos tenemos hambre”. Nos cuenta, con cierto resentimiento, que lleva 11 años en Valencia y que antes se dedicaba a la hostelería, pero ahora “vivo como puedo… haciendo magia”. Su mirada perdida se anima cuando le nombramos el comedor de Benimaclet. “Estoy impresionado de la calidad humana de esta gente. Más que la comida, es el trato y el cariño que te dan”. Carlos solo lleva una semana asistiendo al comedor, pero asegura que “en un restaurante, donde pagas por la comida, no te tratan tan bien, aquí te sientes arropado”, señala y José, el catalán, asiente con grandes movimientos de cabeza.
Este es justo el objetivo que pretende comedor social de la Cáritas parroquial de La Asunción de Benimaclet: ayudar con la comida y arropar a las personas solas y más necesitadas. El 19 de marzo, el día de San José, el comedor cumplió 21 años, aunque acaba de ser reinaugurado, ya que se ha reformado el local y también la forma de atender a los necesitados. Hasta ahora se ofrecían comidas, de lo que se podía conseguir en las parroquias, en las casas de comidas para llevar del barrio y lo que podían preparar los voluntarios.
Ahora, se cuenta con la colaboración del Rotary Club, que se ha comprometido a sufragar ‘sine die’ el coste de 50 menús diarios de lunes a viernes, festivos incluidos, que se encargan de preparar en las cocinas de hoteles como el Sorolla Palace, el NH Las Artes o el Hotel Primus, restaurantes como NECO o otras empresas de catering, como Serunion.
“El Rotary Club también nos ha proporcionado una furgoneta y los contenedores necesarios para transportar adecuadamente la comida. Cada día vamos al hotel o restaurante que corresponda, recogemos el menú del día y la traemos al comedor, donde la sirven nuestros voluntarios”, explica Mari Luz Luengo, perteneciente al instituto secular de las Auxiliares de Jesús y responsable general del comedor.
Allí acuden beneficiaros de las acogidas de las  tres parroquias del barrio de Benimaclet, San Lorenzo Mártir, Nuestra Señora del Milagro y San Maximiliano Kolbe y Nuestra Señora de la Asunción.
El comedor es un recurso de Cáritas para quienes no tienen nada y su situación es más que precaria. “Es gente sola a todos los niveles, mayores que no pueden cocinarse, enfermos y personas sin recursos o semidependientes, y que no tienen el sustento de la familia. Pero más allá de la comida, lo importante es la labor de acompañamiento y seguimiento que se realiza a los usuarios, somos alguien que les escucha y les valora como personas, un soporte emocional y social para ellos”, explica Elisabet Bertrán, coordinadora del proyecto, quien considera el calor humano algo fundamental aquí.
Unas sencillas letras blancas destacan sobre la pared roja del fondo. ‘Estás en tu casa’ reza el letrero, donde los voluntarios se preparan. Los usuarios se van acomodando en las mesas y charlan mientras llega la comida, sobre la 13:00 o 13:15. En cuanto la sacan de sus contenedores y la disponen para servirla, su apetitoso olor inunda la sala. Hoy toca ensalada mixta, potaje de garbanzos y de postre, pudding. Poco a poco, las personas cogen las bandejas plateadas de su mesa y se levantan para que los voluntarios vayan llenándolas.

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