¡Gracias, Dios, Altísimo y tan cercano! ¡Gracias por habernos concedido al mundo entero y a toda la Iglesia la histórica y valiente visita del Papa Francisco a Irak, país de tantos sufrimientos, Iglesia martirial en Irak! El Papa Francisco ha ofrecido a todos lo que no son sólo palabras espléndidas de su encíclica Fratelli Tutti sino que son hechos, que es su persona misma, entera, la que hemos podido ver tan cercano y tan hermano, a los hermanos y de los hermanos iraquíes, que están sufriendo heridas, hondas y de hace tiempo, de la guerra, del terrorismo, del martirio sangriento, de la división y del enfrentamiento interno y externo, de la destrucción y de la opresión tiránica del yihadismo, mostrándonos así el testimonio de que Dios es misericordioso, compasivo y liberador. Ha visitado, como peregrino de fe y como penitente que pide perdón por tanto dolor causado a nuestros hermanos irakíes, víctimas del odio y de intereses inhumanos; ha estado con los habitantes de la tierra de Abraham, nuestro padre común en la fe de cristianos, judíos y musulmanes. Desde allí, desde la sufrida y herida Irak, dañada profundamente por la violencia fratricida se ha reunido y orado con los líderes religiosos de las tres principales religiones monoteístas del mundo, incluidos los musulmanes chiíta -esto es auténtico encuentro y diálogo interreligioso-, y desde allí ha dicho: “desde este lugar que es fuente de fe, desde la tierra de nuestro padre Abraham, afirmamos que Dios es misericordioso, y que la ofensa más blasfema es proclamar su nombre odiando al hermano”; y también que: “hostilidad, extremismo y violencia no nacen de un espíritu religioso, son traiciones a la religión. Y nosotros, creyentes, no podemos callar cuando el terrorismo abusa de la religión. Es más, nos corresponde a nosotros despejar con claridad los malentendidos”. Y allí en aquella explanada de Ur, donde seguro que Abraham apacentaría más de una vez sus ganados, “donde vivió nuestro padre Abraham, nos parece que volvemos a casa. Él escuchó aquí la llamada de Dios, y desde aquí partió para un viaje que iba a cambiar la historia. Nosotros somos el fruto de ese viaje”. Y dijo más aún: “Nosotros, descendencia de Abraham y representantes de distintas religiones, tenemos sobre todo la función de ayudar a nuestros hermanos y hermanas a elevar la mirada y la oración al Cielo. Y, a la vez, mirar a la tierra, pues la verdadera religiosidad es adorar a Dios y amar al prójimo. En el mundo de hoy, que a menudo olvida al Altísimo y propone una imagen suya distorsionada, los creyentes están llamados a testimoniar su bondad, a mostrar su paternidad mediante la fraternidad”. Es la fraternidad que conlleva la paz el gran mensaje del Papa en tierras iraquíes que es también para todos los lugares del mundo, para toda la tierra. En nombre de judíos, cristianos y musulmanes, el Papa Francisco dijo, además: “rezamos para que en todas partes se respete la libertad de conciencia y la libertad religiosa, que son derechos fundamentales, porque hacen al hombre libre de contemplar el Cielo para el que ha sido creado”. Fe en Dios, fraternidad, unidad han sido mensajes permanentes en estos días, en los que Dios se ha mostrado grande con los hombres, no sólo con los irakíes, y nos han llenado de alegría y de esperanza; con estos mensajes ha expresado su dolor y su rechazo al Daesh, tan brutal, y ha hecho ver el gran consuelo y la gran esperanza, que frente al Daesh, hoy ”sobre los escombros del odio, cristianos y musulmanes restauran juntos mezquitas e iglesias”. Nos llenamos de alegría y esperanza de esta colaboración de cristianos y musulmanes en la reconstrucción de aquel país tan dañado y en la apuesta por la vida, a la que se refirió diciendo: “nos toca a nosotros recordarle al mundo que la vida humana vale por lo que es y no por lo que tiene. Y que la vida de los niños por nacer, ancianos, migrantes, hombres y mujeres de todo color y nacionalidades siempre son sagradas y cuentan como la de todos los demás”. No podían faltar unas palabras a los responsables de las naciones, por eso y en este sentido dijo refiriéndose al respecto: también “nos toca a nosotros exhortar con fuerza a los responsables de las naciones para que la reciente proliferación de armas ceda el paso a la distribución de alimentos para todos”. Se debe “proteger la casa común de las intenciones depredadoras”.

No puedo menos que agradecer al Papa el testimonio tan límpido y el mensaje que a todos nos ofrece en este viaje apostólico, tan cargado y tan lleno de Evangelio puro, que ha rezumado el mensaje del mismísimo Jesús en la Cruz y en el “sermón del monte” del Evangelio de las bienaventuranzas el Evangelio de la paz y el perdón, pues la paz comienza su camino en la renuncia a tener enemigos, como el mismo Señor nos enseñó en el Monte de las Bienaventuranzas, como nos enseñó también a orar al Padre nuestro que nos hace hermanos y nos perdona. Ahí está la paz, la que el Papa Francisco, mensajero de esta paz ha transmitido, siguiendo a Jesús, la que ha llevado a Irak y a todos los rincones de la tierra. El Papa ha mostrado, siguiendo a Jesús, que la fuerza y la sabiduría de Dios está en la misericordia y el perdón; la ha mostrado y demostrado esa fuerza y esa sabiduría, “sin caer en la trampa de pensar que debemos demostrar a los demás que somos fuertes, que somos sabios…En la trampa de fabricarnos falsas imágenes de Dios que nos den seguridad…(Cf Ex, 20, 4-5). En realidad, es lo contrario, todos necesitamos la fuerza y la sabiduría de Dios revelada por Jesús en la cruz”. La que también ha puesto de manifiesto el Papa Francisco, yendo hasta el centro del peligro y del sufrimiento por tantas desgracia, en la humildad y el rebajamiento, en la compasión, en la solidaridad fraterna con aquel pueblo, en el que “tantos conciudadanos llevan la heridas de la guerra y de la violencia, heridas visibles e invisibles. La tentación es responder a hechos dolorosos con una fuerza humana, con una sabiduría humana. En cambio, Jesús nos muestra el camino de Dios… y desea que nuestro corazón no sea un lugar de agitación, desorden y confusión”… “El corazón se limpia, se ordena, se purifica… de las falsedades que lo ensucian, de la doblez de la hipocresía, de nuestras falsas seguridades, que regatean la fe en Dios con cosas que pasan, con las conveniencias del momento. Necesitamos eliminar de nuestro corazón y de la Iglesia las nefastas sugestiones del poder y del dinero…Para limpiar el corazón necesitamos ensuciarnos las manos, sentirnos responsables y no quedarnos con los brazos cruzados mientras el hermano y la hermana sufren…necesitamos a Jesús. Él tiene el poder de vencer nuestros males, de curar nuestras enfermedades, de restaurar el templo de nuestro corazón…, quiere que nos salvemos y que seamos templos vivos de su amor, en la fraternidad, en el servicio y en la misericordia. Jesús no sólo nos purifica de nuestros pecados, sino que nos hace partícipes de su misma fuerza y sabiduría. Nos libera de un modo de extender la fe, la familia, la familia, la comunidad que divide y contrapone, que excluye, para que podamos construir una Iglesia y una sociedad abiertas a todos y solícitas hacia nuestros hermanos y hermanas más necesitados. Y al mismo tiempo nos fortalece, para que sepamos resistir a la tentación de buscar venganza, que nos hunde en una espiral de represalias sin fin”. De todo ello nos dio testimonio vivo y personal el Papa Francisco, un testimonio de esperanza, principalmente para aquellas comunidades de cristianos, tan diezmadas por la persecución, la violencia y el destierro, comunidades cristianas formadas por gente humilde y sencilla, que se convierten en signo del reino que llega, reino de amor, de justicia y de paz… “También estas comunidades, en medio de una gran pobreza y dificultad, han ofrecido generosamente una ayuda concreta y solidaridad a los pobres y a los que sufren. Éste es uno de los motivos que me han impulsado a venir como peregrino entre ustedes, a agradecerles y confirmarlos en la fe y en el testimonio. Hoy, puedo ver y sentir que la Iglesia en Irak está viva, que Cristo vive y actúa en el pueblo suyo, santo y fiel”. Es verdad, la Iglesia en Irak está viva, Cristo vive, Cristo vive en el Papa que tanto ha ofrecido con su viaje apostólico el testimonio de esta verdad. Oremos a Dios por Irak y tengamos muy presente, como también ha dicho el Papa Francisco estos días: “Queridos hermanos y hermanas, a veces podemos sentirnos incapaces, inútiles. Pero no hagamos caso, porque Dios quiere hacer maravillas precisamente a través de nuestras debilidades”. Esta es la esperanza que Francisco ofreció allí y nos ofrece a todos. ¡Gracias, Santo Padre! Me ha hecho sentir el gozo de escuchar al mensajero que anuncia y trae la paz, la alegría grande de ser Iglesia, sacramento de paz, que comunica y trabaja por la paz, el gozo y la alegría de sentirme muy unido al pueblo de Irak y a la Iglesia que está en Irak.

Y como este número de PARAULA llegará presumiblemente a los lectores el día 13 de este mes, deseo felicitar y expresarle mis mejores deseos y los de toda la diócesis, junto con nuestra oración, desde aquí, al Papa Francisco ante el aniversario de su elección -13 de marzo- como Papa y del comienzo solemne o inauguración oficial de su pontificado -19 de marzo- fiesta de san José.