El Arzobispo impartió la bendición con el Santo Cáliz. FOTO: M.GUALLART

Hemos escuchado la Palabra de Dios que nos habla de un Dios que es compasivo y ama, que siente como propios los sufrimientos, carencias de los hombres, y que nos manda amar, asumir esos sufrimientos y carencias, servir y atender las necesidades: amar, servir a los emigrantes, a los que no tienen techo, a los huérfanos, ayudar sin usura a los que necesitan ayuda económica; ahí está el núcleo del comportamiento cristiano: en amar a Dios y al prójimo como a nosotros· mismos, todo se resume en eso: como decíamos en el catecismo y se nos dice literalmente en el Evangelio: los diez mandamientos, la ley entera, se encierra en dos: en amar a Dios por encima de todas las cosas y al prójimo como a ti mismo, como a nosotros msmos.

Este año vamos a celebrar en Valencia, de nuevo, un Año Jubilar eucarístico del Santo Cáliz, hoy, con esta celebración, lo iniciamos; el Santo Cáliz el gran regalo que Dios ha concedido a la diócesis de Valencia: el Santo Cáliz de la última y Santa Cena, con la que comenzaba la Pasión del Señor. El Santo Cáliz nos evoca la Eucaristía, donde está todo el amor: El amor y la compasión de Dios, Dios que se entrega enteramente dándonos todo el amor para que nos amemos, con su mimo amor, unos a otros.

Esta es la verdad de la Eucaristía, y poniéndonos, en acogida, contemplación, escucha y adoración delante de este Misterio, el Misterio de este sagrado Cáliz de la Pasión, el misterio de la Eucaristía, aprender de ahí, del santo Cáliz, de la Eucaristía, a amar a Dios por encima de todo y a los demás con ese amor suyo: Misterio grande, Misterio de amor, compasión y misericordia.

¿Qué más podía hacer Jesús por nosotros? Verdaderamente, en la Eucaristía, en el santo Cáliz de la Cena, de la Pasión, nos muestra un amor que llega ‘hasta el extremo’, un amor que no conoce medida” (San Juan Pablo II, Carta Encíclica Ecclesia de Eucaristía,-EdE- 11).

Hace casi dos mil años, por primera vez, en el cenáculo de Jerusalén, cuando la noche en que iba a ser entregado Jesús cenaba con los apóstoles la cena de la Pascua, nos entregó su memorial, instituyó la Eucaristía, sacramento de nuestra fe, fuente y culmen de toda la vida cristiana, centro de la Iglesia. Aquella noche, Jesús tomó pan y vino en sus manos, y anticipando y perennizando el único sacrificio redentor de Cristo, el gesto supremo suyo por nosotros, dijo “Tornad y comed todos de él, porque esto es mi Cuerpo que se entrega por vosotros …. Tomad y bebed todos de él, porque éste es el Cáliz de mi Sangre, Sangre de la Alianza nueva y eterna, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados. Haced esto en memoria mía”. El Santo Cáliz, memorial de la pasión del Señor. Dando a los apóstoles su Cuerpo como comida y su Sangre como bebida, El expresó la profunda verdad del gesto que iba a ser realizado poco después en el Gólgota. En el Pan Eucarístico está el mismo Cuerpo nacido de María y ofrecido en la Cruz y en el Santo Cáliz, -que aquí, en Valencia, guardamos como la mejor de las reliquias- está su Sangre que iba a derramar por nosotros para la redención de los hombres.

Tened siempre muy presente esto: Que Jesús, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo los amó hasta el extremo. Había deseado ardientemente que llegase este momento: el momento de entregarse enteramente, para siempre, y convertirse para siempre en nuestro.

Deseo de Dios mismo, compasivo y amor, que anhela vehementemente dársenos como don, como regalo, como paz. Y, por ello, toma el pan “Esto es mi cuerpo entregado por vosotros”. Y después el cáliz, este cáliz, con el vino: “Es la nueva Alianza en mi sangre derramada por vosotros”. “Por vosotros”, “por nosotros” Ahí está todo. Ahí está nuestra esperanza, la esperanza para el mundo entero, que no defrauda, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu. “Por vosotros”, ése es el amor de Jesús que nos redime y nos salva. Ahí está el amor de Cristo que se nos da en comunión para que nosotros, en comunión con El, nos demos a los demás “Haced esto en memoria mía”. No podemos participar en el banquete eucarístico si no tenemos caridad. Y no podemos tener caridad si no edificamos la comunidad cristiana sobre la Eucaristía “Amaos como yo os he amado: amad a Dios y amad al prójimo como a vosotros mismos”.

Esto es lo que vamos a vivir, de manera especial este nuevo Año Jubilar del Santo Cáliz que la Santa sede nos concede celebrar cada cinco años para renovar y revitalizar nuestra Iglesia diocesana, con una fe llena de vigor, esperanza y amor, para vivir con renovado vigor el misterio eucarístico con todo lo que significa como fuente de amor y renovación de nuestra sociedad.

Recordemos en este inicio del Año Jubilar, ante el Santo Cáliz de la Cena, de la Pasión, que la misma tarde, pocas horas antes de ser entregado, aquella tarde antes de que el huracán de la violencia se precipitara sobre el Príncipe de la paz, Jesús mismo, manso y humilde, pacífico, se rebaja, se pone los atuendos de esclavo, la ropa de nuestra miseria, y ejerce el servicio de esclavo. Se arrodilla ante cada uno de los discípulos, uno tras otro, ante todos. Y les lava los pies. Ahora, purificados, pueden sentarse a la mesa con los demás. Así es Jesús. Ahí está todo el sentido de su vida y de su pasión: despojarse de su rango, inclinarse ante nuestros sucios pies, ante la inmundicia de nuestras vidas, lavarnos, purificarnos y acondicionarnos como comensales para que nos sentemos a la mesa con Dios, que quiere y nos invita, y con los demás invitados, nuestros hermanos los hombres: lisiados y pobres de los caminos, maltrechos y necesitados por la dureza de la vida. El no hace acepción de nadie, ni siquiera del que le iba a traicionar, o del que le negaría por tres veces, ni de los que, miedosos y cobardes, huirían ante el fracaso aparente del Maestro. Todos quedan convocados en la mesa de la unidad. Y en la sobremesa dirigirá al Padre aquellas palabras: “Que todos sean uno como Tú Padre estás en mí y yo en Ti; que todos sean uno para que El mundo crea que Tú me has enviado”.

¡Qué maravilla y qué grandeza lo que aquí en el misterio eucarístico, el santo cáliz de aquella cena se nos ofrece y se nos da. La sangre de Cristo, el Hijo de Dios, para la vida del mundo; quien come esta carne y bebe de este Cáliz vivirá para siempre, tiene en él la vida eterna, participa del triunfo glorioso de nuestro Señor crucificado y resucitado, por nosotros. Que Dios nos conceda creer de verdad lo que acontece en el misterio de la Eucaristía. En el misterio de la Eucaristía, lo tenemos, está, de alguna manera, todo. Es la síntesis de la revelación, el culmen de la condescendencia con que la Santa e indivisible Trinidad se ha comunicado a los hombres. La eucaristía es el memorial de la pascua del Señor, de su muerte y resurrección, el acontecimiento en el que se han cumplido todas las esperanzas de la humanidad, del Antiguo Testamento heredero de las promesas divinas, a las que se refiere la primera lectura y la carta de san Pablo a los Tesalonicenses, y el mismo evangelio, aquí se nos da a los hombres el poder vivir verdaderamente la vida del que ha venido a cumplir, en todo, la voluntad del Padre. A amarle por encima de todo dando su vida por los demás, amándolos hasta el extremo.

En ella, en el Santo Cáliz, está inscrito de forma indeleble el acontecimiento de la pasión y muerte del Señor. No sólo lo evoca sino que lo hace sacramentalmente presente. Es el sacrificio de la Cruz que se perpetúa por los siglos. Esta verdad la expresan bien las palabras con las cuales el pueblo responde a la proclamación del ‘misterio de la fe’ que hace el sacerdote: ‘Anunciamos tu muerte, Señor’ “EdE, 11). Aquí está el Señor, aquí está Dios, Amor, redentor de los hombres. “Venid adoremos al Señor”. Esto es lo nos corresponde hacer siempre, especialmente en este Año Jubilar del Santo Cáliz de la Pasión, y esto es lo que os digo a vosotros y a todos los diocesanos, al comenzar este Año al que todos estáis invitados a que, como peregrinos vengáis a Valencia a la Capilla del Santo Cáliz de la Catedral valenciana. Os esperamos, a partir de este domingo de octubre en que estamos comenzando el Año Jubilar del Santo Cáliz de la Pasión. Cáliz de la Pasión en el tiempo de la pandemia, de tantos sufrimientos que Jesús asumió en su pasión porque nos amaba y nos ofrecía en ese amor suyo la gran esperanza; cáliz de la pasión abierta a la esperanza, la esperanza del amor de unos a otros. Cáliz de la Pasión porque, además del Santo Cáliz de la Cena, esta diócesis, esta Catedral custodia y guarda otras reliquias de la Pasión de Cristo no separables del Santo Cáliz, como son varias santas espinas de la Corona de la Pasión y varios trozos, los mayores que se conservan en España, de la Vera Cruz, de la santa Cruz de la que colgó Jesús y en la que nos redimió, así como un pequeño trozo de la esponja que se le dio a beber a Jesús para calmar su sed, y un pequeño retazo de la túnica inconsútil de la que fue despojado Jesús al despojarle de sus vestiduras.

Aquí mismo, en esta Catedral, van a ser expuestas para su veneración estas reliquias, en la capilla de San Pedro, junto a la del Santo Cáliz, que podrán ser visitadas al tiempo del Santo Cáliz y ganar la indulgencia plenaria cumplidos los requisitos que se nos piden. Esta misma semana, se ha dado a conocer diversos actos y gestos que en este Año Jubilar va a posibilitar la diócesis para profundizar y arraigar más en el corazón de los valencianos el misterio de la Eucaristía y de la Pasión y, animados desde ahí, cumplir lo que el Señor nos manda como núcleo o centro de la vida cristiana: amar a Dios y amar al prójimo como a sí mismo.