Queridos diocesanos: El próximo domingo, 18 de octubre, celebramos la gran Jornada de las Misiones, el DOMUND, que nos hace tomar conciencia del mandato de Jesús que constituye a la Iglesia: «Id y haced discípulos por todo el mundo…». Para que nuestra Diócesis en esta etapa de su historia recobre su fuerza y capacidad evangelizadora, tan apremiante, tenemos la exigencia de desarrollar la conciencia misionera de todos: de los sacerdotes, de los seminaristas, de las personas consagradas, de los fieles, animar en las parroquias y comunidades cristianas, en los grupos y asociaciones apostólicas, el espíritu misionero universal.
Es preciso potenciar esta conciencia misionera eclesial, de la misión ad gentes, en todos, tanto en los sacerdotes y consagrados como en los laicos. Nos sentimos urgidos a una animación misionera vigorosa en nuestra diócesis. Es preciso despertar esta responsabilidad en todos los miembros del Pueblo de Dios y hay que tratar de formarlos para que puedan asumirla y ejercerla según su vocación y carisma. Sería muy deseable y recomendable que se crease en cada parroquia, en conexión con la Comisión diocesana o Secretariado de Misiones y Evangelización, un grupo misionero responsable de la acción misionera de la comunidad, de promoción de vocaciones misioneras, de oración, de cercanía, ayuda, apoyo y atención a las misiones y a los misioneros, particularmente aunque no de manera exclusiva de los que tienen que ver con Valencia, también para recoger fondos y ayudas económicas para este fin.
La llamada de las misiones
No podemos dudar que Dios llama a la Iglesia que está en Valencia de una manera muy fuerte a las misiones. El número de sacerdotes, consagrados y laicos de nuestra diócesis que están sirviendo a la Iglesia en las misiones es alto –sobre todo por los miembros de las comunidades neocatecumenales en misión–, pero de todos modos no se pasa; podemos y debemos dar más. Dios nos pide más. Dios nos ha regalado mucho, sobre todo, en sacerdotes, porque quiere de nosotros que vayamos donde Él nos pide y envía: a las misiones.
Os confieso que, desde que he llegado a esta diócesis, he sentido esa llamada que se me ha confirmado más vivamente aún escuchando a nuestros misioneros en tierras de “misión ad gentes”, y por el hecho, como decía recientemente en la Asamblea Sacerdotal diocesana de hace unos días, que más de sesenta sacerdotes venidos de fuera, precisamente de tierras de «misión», a estudiar en nuestras Facultades eclesiásticas, están ayudándonos en nuestras parroquias –y estamos abiertos a que vengan más–. Sin ellos ¿qué sería de nuestra diócesis? ¿Seríamos capaces con sesenta sacerdotes menos, sin ellos, de atender a las necesidades diocesanas? Debería darse una reciprocidad por nuestra parte y ayudar a las diócesis, a los países –de América, de África o de Asia– con misioneros nuestros enviados allá por la Diócesis de Valencia. De estos países nos llega un poderoso llamamiento a ser evangelizados, un grito que clama: “¡Ayudadnos!”. ¿Vamos a cerrar nuestros oídos y no escuchar este grito angustioso que nos llama?
Sugerencias para potenciar la acción misionera
Para favorecer todo esto es preciso que la animación misionera tome más fuerza, intensiva y extensiva, en nuestras comunidades. ¿No sería bueno sugerir que hubiese una cátedra de Misionología en nuestra Facultad? ¿No sería oportuno que todos los seminaristas dedicasen un tiempo de verano –un par de meses de verano– a las misiones acompañando a uno de nuestros misioneros? ¿No se podrían fomentar en nuestras Universidades Católicas –San Vicente Mártir y Cardenal Herrera– que sus alumnos fuesen enviados un tiempo como misioneros a estos países de misión, como me consta que hacen otras Universidades Católicas en América? ¿No se podrían hacer las prácticas universitarias, como verdaderos misioneros, en estos lugares, acompañados y guiados por profesores con esta inquietud? Y una sugerencia más: ¿cabría la posibilidad de solicitar de la Santa Sede que concediese a la Diócesis de Valencia una diócesis de tierras de “misión”, o una Prelatura o Vicariato, donde se concentrase de alguna manera la ayuda o cooperación misionera de nuestra diócesis? Son sugerencias que lanzo para que las maduremos en los Consejos diocesanos del Presbiterio y de Pastoral. En todo caso el mandato –que no consejo– de Jesús: «Id…», está ahí y el grito de nuestros hermanos nos apremia. No podemos callar a Jesús, entregarlo a todos, porque es de todos y a todos pertenece.
Fortalecer el sentido misionero –debilitado en nuestro tiempo–, es un gran don de Dios, un regalo suyo, que habrá de exigir de todos nosotros generosidad, gran sentido de Iglesia y amor por ella, valentía y fe, caridad evangélica y anhelo de dar a conocer a Jesucristo, pasión por el hombre y tantas otras cosas que están implicadas en la misión. Hemos de entender las misiones como cosa de todos, que a todos nos implica y compromete de diversas maneras y en diferentes grados. Entre tanto damos respuestas eficaces a las preguntas-sugerencias planteadas, oremos, oremos insistentemente con todas las fuerzas y total confianza por las misiones, por los misioneros y misioneras; oremos para que Dios capacite a nuestra Diócesis para asumir con pleno vigor su responsabilidad misionera, que nos haga generosos, que nos dé sabiduría y fortaleza para decir, sobre todo los sacerdotes: «¡Aquí estoy, mándame donde Tú quieras!».
La respuesta generosa a la llamada misionera será fortaleza de nuestra Diócesis, habrá un nuevo impulso para una pastoral evangelizadora, un renovado vigor evangelizador del que saldrán beneficiadas nuestras comunidades de aquí, habrá más vocaciones al sacerdocio, a la vida consagrada a un laicado comprometido. Hagamos nuestra la llamada, mandato, de Jesús y roguemos al Dueño de la mies.