El regalo de la originalidad de la familia cristiana
He tenido el fin de semana pasado dos acontecimientos en nuestra Archidiócesis de Valencia especialmente importantes. Uno de ellos, la celebración de la Eucaristía el sábado, en la Catedral, con motivo de la fiesta de la Vida que había organizado la comisión Familia y Vida y todas las asociaciones que defienden la vida humana, desde su inicio hasta su término, y por la que pasaron un número inmenso de futuras madres para recibir la bendición a cada una de ellas y a la criatura que está en su vientre, así como también un número ingente de niños pequeños que expresaban cómo en sus vidas y en sus rostros resplandece la gloria de Dios. Y el otro acontecimiento, el domingo tuve un encuentro-convivencia, desde la mañana a la tarde, con los matrimonios de la región de Levante, que pertenecen a los Equipos de Nuestra Señora, los ENS. Todo esto me ha llevado a proponeros esta meditación en la que deseo que el matrimonio y la familia tengan un protagonismo especial en este tiempo de Cuaresma, cuando estamos a las puertas de la Semana Santa.
Poned en vuestra mente y en vuestro corazón la fotografía de la Sagrada Familia. Desde hace muchos años guardo una estampa muy bella de la Sagrada Familia. Va conmigo peregrinando por los diversos lugares en que la Iglesia me ha pedido ir. Al terminar estos encuentros que he tenido con los matrimonios y las familias, al llegar a casa y dar gracias a Dios por todo lo que había vivido, escribí esta dedicatoria en esa estampa dedicada a todas las familias: “En Valencia, haz de tu familia como esta Familia. Os bendice Carlos, Arzobispo de Valencia”. En la estampa, se puede contemplar a Jesús con María y José en los primeros años de su matrimonio. A Jesús, ya andando, se le observa seguro y sereno delante de José, de la mano de María y llevando en su mano el mundo. José tiene la mirada sobre un horizonte incierto, mirando al futuro. María dirige su mirada a Jesús. Y Jesús mira hacia arriba, mira a Dios. Las tres miradas forman una unidad. Podemos decir que es una mirada única con tres dimensiones. Toda la estampa es una expresión de la importancia del matrimonio y de la familia que tiene que tener estas tres miradas.
Bucear en las riquezas de la gracia del sacramento del matrimonio
Es verdad que hoy aparecen problemas y dificultades para el matrimonio y la familia. Pero, por otra parte, vivimos momentos excepcionales para descubrir y vivir el misterio precioso de la vocación cristiana al matrimonio y a la familia. Os puedo asegurar algo sobre mi experiencia como Obispo en la Iglesia y en esta Archidiócesis de Valencia. Es totalmente diferente la vida cuando se comienza a vivir la gracia del ministerio episcopal desde dentro y, sobre todo, cuando uno tiene que responder a las exigencias que son ineludibles con las fuerzas que tiene, buceando en el fondo de la gracia del sacramento. Y es que bucear en las riquezas de la gracia sacramental da una sabiduría que era inaudita antes. Si comparto con vosotros esta experiencia personal es para invitaros a todos los matrimonios a bucear en la gracia fundamental de vuestra existencia. A menudo buscamos apoyos de todo tipo. Os invito en este día a todos los matrimonios a buscar, primero, dentro de la fuerza y de la gracia que os habita. Ésta se os dio por medio del sacramento. Buscadla y vivid de ella.
Pensad esta verdad: Dios ha creado al hombre a su imagen y semejanza. Llamándolo a la existencia por amor, lo ha llamado al mismo tiempo al amor. El amor es la vocación fundamental e innata de todo ser humano. La revelación cristiana conoce dos modos específicos de realizar integralmente la vocación de la persona humana al amor: el Matrimonio y la Virginidad. Las dos concretan la verdad más profunda del hombre, de su ser imagen de Dios. Vosotros os casasteis cristianamente para amar más a Jesucristo.
Aquí está el secreto del matrimonio cristiano. De ahí que el matrimonio es lugar de seguimiento e imitación del Señor, es un modo de estar en Cristo y de seguirle. Familias, como nos decía el Beato Juan Pablo II, “habéis recibido la misión de custodiar, revelar y comunicar el amor” como reflejo vivo y participación real del amor de Dios por la humanidad y del amor de Cristo Señor por la Iglesia su esposa.
Cometidos de la familia cristiana
Como “familia cristiana”, tenéis unos cometidos que os dan una originalidad y que nunca podéis olvidar:
1) Sois una comunidad de personas que debéis crecer cada día más y más en esa comunión. Y esto no lo podéis realizar sin ese principio interior que es el amor. Pero no un amor cualquiera o aquél que nace de las fuerzas humanas. Es otro amor, el que viene de Dios. Diría más, es un Amor con mayúsculas, pues se trata del amor de Dios. No podéis crecer y perfeccionaros como comunidad de personas sin ese Amor. Un Amor que se caracteriza por la unidad y la indisolubilidad, que lleva pareja la donación total y mutua de los esposos.
2) Sois una comunidad de personas que servís a la vida. Vuestro matrimonio contiene la vocación al don de la vida. Como decía el Papa Juan Pablo II, “sois colaboradores del Creador en la difusión y la educación de la vida humana”. El amor conyugal debe ser plenamente humano, exclusivo y abierto a una nueva vida.
3) Sois una comunidad que el Creador estableció como origen y fundamento de la sociedad humana, sois la célula primera y vital de la sociedad. Vuestra participación en el desarrollo de la sociedad es necesaria y fundamental. No os podéis encerrar en vosotros mismos. Os invito a participar en todos los ámbitos en los que se fragua la vida del ser humano: la cultura, la escuela, la economía, la política. Y todo, para que la convivencia civil sea más respetuosa. Ser custodios de la vida nos lleva a compromisos inauditos en nuestra sociedad.
4) Sois Iglesia doméstica y tenéis que participar en la misión de la Iglesia. La familia cristiana se hace símbolo, testimonio y participación de la maternidad de la Iglesia. Para esto, os debéis realizar según una modalidad comunitaria: con un solo corazón y un alma solamente. Tenéis necesidad de ser evangelizados continuamente y también de evangelizar. Participar en la misión de la Iglesia, siendo testigos de Jesucristo, es un compromiso.
Hoy el mundo se ilumina a través de la familia cristiana
Hay luces extraordinarias en nuestras familias cristianas que dan una claridad excepcional. Hay muchas familias que, viviendo en esa comunión con Jesucristo y haciéndose presentes en medio del mundo como iglesia doméstica, son lámparas encendidas en medio de las oscuridades que afectan a esta civilización. La luz de la familia cristiana que entrega a este mundo tiene que ser noticia en nuestra sociedad. Hay muestras claras hoy, a través de las familias cristianas, que permiten apreciar nítidamente cómo son un bien singular pues hacen visible el humanismo verdadero, el mismo que se nos revela en Jesucristo y en la familia de Nazaret que, como decía Pablo VI, es “la escuela del Evangelio”. Familias, atreveos a vivir por, desde, con y en Jesucristo. Que Jesús, María y José acompañen siempre a nuestras familias de esta Archidiócesis de Valencia para hacer de ellas “escuelas vivas del Evangelio”. Amén.