Al iniciar la Cuaresma en este año 2014, quiero dirigirme a vosotros, los sacerdotes, miembros de la vida consagrada y laicos cristianos, para recordaros una vez más que Dios se ha hecho hombre y desde entonces nosotros sabemos quién es Dios y quién es el hombre. Es difícil y no hay inteligencia capaz de ponderar debidamente la magnitud que tiene este hecho, la profundidad a la que nos lleva a vivir y a situarnos, la carga de amor y de misericordia que tiene, las entrañas de acogida que muestra de parte de Dios a todo hombre. Dios con nosotros. Pero vino para darnos su Vida. ¿Estamos dispuestos a vivir de Él, con Él, por Él y en Él?
En tan pocas palabras, “el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, se realza la magnitud que tiene la generosidad de Dios para el hombre. Como nos dice el Apóstol Pablo, en nada se diferencia de un esclavo el que es dueño de todo (cf. Gal 4, 1). En Jesucristo, se dan y se tocan dos extremos: el que es dueño de todo y quien se hace esclavo de todos por amor. Se contempla de una sola vez la máxima distancia y la máxima cercanía. Éste es el estilo de Dios, no se revela mediante el poder y la riqueza, sino en la debilidad y en la pobreza. Comparte todo con nosotros. Y es que su amor es gracia, es generosidad, es proximidad, es donación, quita distancias, es cercanía, elimina siempre los muros que separan. Y todo para enriquecernos con la lógica de su Amor.
Esta lógica del Amor que nos regala el Señor y que se manifiesta en su Encarnación, y también en la Cruz y en la Resurrección, es la lógica que quiere el Señor regalarnos como gracia a todos los hombres, quiere meterla en las entrañas de nuestro corazón y en las realizaciones de todos los hombres. Ésta es su limosna a un hombre pobre que hace pobres cuando le falta el Amor de Dios. ¿Cómo vivir, acercar y regalar esta limosna que es el amor mismo de Dios a todos los hombres? Ésta es la gran pregunta a la que el Señor en este tiempo de gracia quiere darnos su respuesta. Os invito a que acojamos esta lógica, comenzando por nosotros los sacerdotes que tenemos la misión de acompañar a nuestro pueblo con todas nuestras fuerzas. Nuestra vida no es nuestra. Es para los demás. Nos hemos identificado con Cristo. Llevamos un tesoro que debemos entregar sin regateos, sin mirar para nosotros. Haced lo mismo los miembros de la vida consagrada y los laicos cristianos conscientes del momento que vivimos.
Itinerario Diocesano de Renovación
En nuestra Archidiócesis de Valencia estamos viviendo y celebrando lo que hemos llamado Itinerario Diocesano de Renovación. La comunión en la Iglesia particular se manifiesta viviendo y celebrando el Itinerario. No es una cosa más. Es la decisión de una Iglesia particular que quiere responder a la llamada que el Sucesor de Pedro, el Papa Francisco, nos ha realizado: “En la Palabra de Dios aparece permanentemente este dinamismo de ‘salida’ que Dios quiere provocar en los creyentes… Hoy, en este ‘id’ de Jesús están presentes los escenarios y los desafíos siempre nuevos de la misión evangelizadora de la Iglesia, y todos somos llamados a esta nueva ‘salida’ misionera” (EG 20). ¿No es esto el Itinerario Diocesano de Renovación? Os dije desde el inicio, hace cuatro años, que nos metíamos en una corriente que deseaba invadir la vida de los cristianos y de todos los hombres y mujeres que nos encontrásemos por el camino, viendo juntos lo que el Señor nos pide. Hay que salir, os decía, de la propia comodidad. Hay que atreverse a ir a quienes siendo bautizados viven como si no conocieran a Jesucristo y a quienes no lo conocen aún.
Misión Magnificat
El Itinerario es una Iglesia en salida que se involucra en la vida de todos los hombres, dando la luz que nos llega de quien es la Luz, la Verdad y la Vida, que no es otro que el propio Jesucristo. Ningún discípulo está exento de esta tarea que, además, tenemos que hacer juntos, empezando los sacerdotes acompañando a nuestro pueblo. El Itinerario tiene también acciones significativas. La que vamos a hacer esta Cuaresma, Misión Magníficat, nos implica a todos. Los sacerdotes ayudadme a presentar a la primer testigo del Señor, su Madre. La experiencia de indiferencia de muchos bautizados, la cultura mundana que arrincona a Dios, el olvido de nuestra historia como pueblo, ¿nos puede permitir obviar el hacer llegar esta oportunidad de gracia a todos los que viven junto a nosotros? Queridos sacerdotes, sed los primeros los que os ponéis al frente del Itinerario, de una iglesia particular que quiere ponerse en salida y en misión. Anunciad con valentía y con veracidad el Evangelio. Hagamos germinar y crecer las semillas que el Señor pone, con nuestro ejemplo, en la cercanía a todos y comunión.
Cómo actuar
¿Cómo tenemos que actuar para vivir como Iglesia misionera y como discípulos misioneros? A los sacerdotes os invito a acompañar a todos y a entrar en la escuela de Cristo. ¿Cómo?
Vayamos tras las huellas del Señor, tengamos una intimidad itinerante con el Señor, sepamos respetar los tiempos y los ritmos de las personas, sirvamos siempre, escuchemos de corazón a corazón, que nadie quede excluido, acerquemos la ternura y la misericordia del Señor, busquemos siempre lo que nos une y construye, lo que da esperanza, lo que nos hace creativos.
Os agradezco la compañía que me hacéis todos, sacerdotes, vida consagrada y laicos, cuando me acercáis vuestras vidas y manifestáis ese buen olfato con el que distinguís las cosas que son de Dios, que edifican. Os invito a escuchar la sabiduría de quienes tenemos cerca, necesitamos descubrir que Dios quiere estar cerca de nosotros, que nos llama, que está a nuestro lado y de nuestra parte, que es el primero en interesarse por cada uno de nosotros, que su deseo es involucrarnos en todo y con todos, que acompañemos, que sembremos y vivamos en fiesta, ésa que nace en el corazón de quien ha descubierto ese regalo que Dios mismo nos hace dándonos su amistad y que, cuando se acepta, cambia nuestra vida y la pone en otra dirección, capaz de construir la ‘nueva ciudad’.
Este tiempo de Cuaresma, lo es para acompañar con misericordia y paciencia todas las etapas posibles del crecimiento de las personas. Se trata de llegar a quienes, quizá, no tienen noticia del Señor o se alejaron, de fortalecer la fe de los niños, de los jóvenes, de los que van a construir una familia, de las familias, de los mayores, de las llamadas que el Señor sigue realizando al ministerio sacerdotal para este siglo XXI, de amar y servir a los pobres en las diferentes manifestaciones que tiene la pobreza hoy. Este servicio es signo del Reino de Dios que Jesús vino a traer. Hagamos de la Iglesia una casa de puertas abiertas, que sale y lo hace con rumbo y con metas, que realiza signos concretos y en la que, quien se acerca buscando a Dios, encuentra su rostro.
Este tiempo de gracia, esta oportunidad de cambio y de conversión para construir la ‘nueva ciudad’, es un regalo que el Señor nos ofrece a toda la Iglesia y que desea ofrecer a todos los hombres. No nos lo guardemos. Tengamos el atrevimiento de ofrecerlo. Os decía en mi carta pastoral de inicio de curso, que vivamos siempre junto a los demás haciendo la misma pregunta que Jesús hizo al ciego de Jericó: “¡Qué quieres que haga por ti!”. Acentuemos esta Cuaresma el encuentro con Nuestro Señor Jesucristo. Alimentará el encuentro con los demás, el compromiso con el mundo y la pasión por la misión evangelizadora. Que la Mare de Déu dels Desamparats interceda por nosotros y nos haga vivir el deseo de su Hijo Jesucristo: “Id y anunciad”.