Tiempo para intensificar la relación con nosotros, con los demás y con Dios
En esta época de verano, como todos los años, recibiremos en nuestra Archidiócesis de Valencia gentes y familias procedentes de otros lugares. Os invito a todos los cristianos a que vuestra acogida les haga sentir la misma que hace la Iglesia con todos los hombres. También, algunos de los que viven aquí tendrán unos días de descanso, ya sea en sus lugares de origen o en otros donde toda la familia se reúne y disfruta del encuentro fraterno, que les ayudarán a fortalecer la vida en todos los aspectos tras el desgaste que nos somete normalmente el ritmo de nuestra sociedad. Pienso también en todos los niños y jóvenes que disfrutan de las vacaciones y de unos días para intensificar más y mejor las relaciones con los padres, hermanos y amigos. No olvido, y quiero estar muy cerca de ellos, a quienes sé que no pueden disfrutar de unas vacaciones por motivos muy diversos: los ancianos, enfermos, los que no tienen trabajo, quienes trabajan en este tiempo. También a ellos me dirijo para expresarles mi proximidad, deseando de todo corazón que todos sientan nuestro apoyo y, por tanto, que perciban de alguna manera el amor de Jesucristo en las diversas situaciones que viven.
En este tiempo, os aseguro que se nos brinda una gracia muy especial para establecer unas relaciones más intensas y hondas con nosotros mismos, con los demás y con Dios.
En estos días de descanso, podemos disfrutar más de la vida en familia, de la amistad, de los contactos humanos en profundidad. Este tiempo es una magnífica ocasión para hablar y comprendernos mejor, para tener largos ratos de silencio, de oración, tiempos para contemplar la naturaleza, para vernos a nosotros mismos, para leer, para meditar. Naturalmente que el clima de vacaciones no nos hace olvidar las diversas situaciones que muchos están viviendo, todo lo contrario, nos invita a pensar más en cómo darnos mejor la mano los unos a los otros para salir adelante.
Tiempo para celebrar la fe
Os invito a que descubráis dónde está la fuente del verdadero descanso, que no es en otra actitud que en la intensificación de la relación con Dios. Tenemos en estos días más tiempo para vivir con paz y con intensidad la celebración del Sacramento de la Penitencia o Confesión, donde presentamos la verdad de nuestra vida a Jesucristo, en el que encontramos el verdadero descanso. ¡Qué fuerza tiene saber descansar acogiendo misericordia del Señor! Tenemos más tiempo para celebrar la Santa Misa, donde intensificamos la escucha de la Palabra de Dios que nos hace descansar no en nuestras palabras, sino en su Palabra, que nos alienta y nos marca dirección para crecer más y más como hijos de Dios y hermanos de todos los hombres. ¡Qué fuerza tiene para el descanso del ser humano la Eucaristía, el entrar en comunión con el Señor! En la Eucaristía experimentamos cómo Jesucristo se hace realmente presente y se declara como “el pan vivo que ha bajado del cielo” (Jn 6, 31) y que alimenta nuestra fe, fortalece nuestra comunión con Dios y con los hombres. ¡Qué gracia más maravillosa es la que nos regala el Señor cuando celebramos la Eucaristía! Su presencia real y la comunión que hacemos con Él nos impulsan a comprometer nuestra vida para que de lo que comemos, vivamos.
Tiempo para dejar que Jesucristo se acerque a nosotros y nos regale su libertad
Todos nosotros podemos aprovechar este tiempo para encontrarnos más y mejor con la “sabiduría capaz de orientar al hombre a la luz de los primeros principios y de su fin último” (Caritas in veritate, 30). Y para esto no hay que hacer cosas raras, simplemente permitir que Jesucristo entre en nuestra vida. ¡Qué importante es mostrar la persona de Jesucristo y hacer posible que los hombres nos encontremos con Él, para que no nos dejemos atar por tantas y tantas cadenas que, con aires muy a menudo de liberación, estrangulan la vida del hombre! Hoy el Señor nos sigue apremiando a cada ser humano con lo mismo que dijo a Lázaro cuando estaba en la tumba muerto: “¡Lázaro, sal fuera!” (Jn 11, 43). Y es que tenemos que salir. Pero sólo esto es posible con Jesucristo. Oigamos lo que dice Jesucristo que nos da la vida verdadera, “desatadlo para que ande” (Jn 11, 44). Todos tenemos ganas de estar fuera de la tumba, en la luz, todos queremos ser libres. Y el Señor nos llama a participar en la liberación que Él realiza. ¡El Señor nos hace crecer en el verdadero humanismo!
Ocasión de gracia para vivir estas bienaventuranzas
En este tiempo de descanso asume estas bienaventuranzas:
1. Bienaventurado si este tiempo te sirve para acoger más y más a Jesucristo en tu vida y tener experiencia personal de Él. Jesucristo sana la vida. Su presencia en nosotros es sanadora y la economía salvadora que Él nos entrega nos da capacidad para que sea ocupada por los demás, es la economía de darse. Entrando Él, entran todos los hombres. Cristo nos revela esto: yo soy el Amor y vosotros sois mi imagen.
2. Bienaventurado si sabes unir la fe a la vida ordinaria. El error más grave de nuestro tiempo es “la separación entre la fe que profesamos y la vida cotidiana que realizamos” (cfr. GS 43). El hombre y todas sus obras alcanzan su grandeza sólo cuando vive unido a Dios.
3. Bienaventurado si cada día tienes como proyecto ser santo. Repasa la biografía y los escritos de algún santo. Los santos son los que hacen las verdaderas reformas y dan cabida a todos. Sólo de los hombres y mujeres de Dios puede venir un cambio. Y es que sólo el Santo de los santos, Dios, provoca la verdadera revolución, el cambio decisivo del mundo. Las ideologías no son las que salvan al mundo, solamente salva al mundo el Amor, que es Dios mismo.
4. Bienaventurado si eres portador de la paz en todos los lugares en los que vives. Jesucristo es la paz. Es revelación de la misericordia, de la compasión, de la mansedumbre y del perdón, de todo lo que es capaz de transformar el corazón y plasmarlo en acciones concretas de la vida. Cuando Dios ocupa el corazón hay paz.
5. Bienaventurado si tienes cada día más arraigada en tu vida, y se la sabes transmitir a los demás, la convicción de que “el hombre es el autor, el centro y el fin de toda la vida económico-social” (GS 63). Todo al servicio de la persona.
6. Bienaventurado si trabajas a favor de la familia fundada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, como elemento básico de la vida y del desarrollo de la sociedad, como la institución fundamental de la sociedad y pones a Jesucristo en ella.
7. Bienaventurado si vives la pertenencia a la Iglesia sabiendo que es tu familia, la que te ha dado lo más grande que un ser humano puede tener, la vida misma de Dios y en la que has conocido a Jesucristo, aprendiendo de Él que somos hijos de Dios y hermanos de todos los hombres.
8. Bienaventurado si aprendes a gestionar equilibradamente la naturaleza, la obra de la creación, que es nuestra casa común, la de todos los hombres y sabes disfrutar de ella viendo las huellas de Dios. Eres bienaventurado si eres valiente para recordarte a ti mismo y a todos los que viven junto a ti, lo que es el hombre y lo que es la humanidad, el diseño del ser humano que hizo Dios mismo y que se nos ha revelado de una manera excepcional en Jesucristo y el diseño de humanismo.