Después de muchos meses de preparación, el martes día 8 de enero en el Seminario Metropolitano de Moncada iniciábamos la ‘Misión Diocesana’ como una acción significativa del ‘Itinerario Diocesano de Renovación’ que estamos viviendo en estos tres últimos años y que, en este Año de la Fe, hemos querido que tenga una fuerza especial, expresada en el lema “Para mí la vida es Cristo”. Todos los sacerdotes diocesanos nos sentimos misioneros y aquellas palabras de confianza del Señor con sus Apóstoles –“id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación” (Mc 16, 15)– percibimos que eran también para nosotros. El Señor nos daba la gracia de mantenerlas vivas en nuestro corazón y de hacérselas sentir y vivir a todos los cristianos. Fue un día de gracia para quienes leemos la vida y los acontecimientos desde la adhesión inquebrantable al Señor y a su Iglesia: todos los sacerdotes de la Diócesis, unos actuando directamente y prestando la voz a Jesucristo y otros acompañando desde la oración y el sacrificio, comenzábamos la ‘misión diocesana’, recibíamos con alegría la comunidad que se nos asignaba para predicar y anunciar a Jesucristo y recibíamos también el ‘Manual del Predicador’, con el esquema de las cuatro intervenciones que hemos de hacer y desde el cual vamos a preparar las “catequesis-charlas-meditaciones” o lo que yo llamo “encuentros en el atardecer: creo y por eso os hablo”.
El ‘Itinerario Diocesano de Renovación’ está siendo una gracia especial a través de la cual todos los cristianos podemos comprender mejor a los primeros cristianos. Y es que Los Doce y la primera generación de cristianos sintieron en lo más profundo de su corazón que aquellas palabras del Señor que expresan la universalidad de la misión, “id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”, tenían que ser acogidas siempre en el corazón de los creyentes e impulsar su programa de acción. A lo largo de veintiún siglos de historia, la Iglesia en todas las épocas ha afrontado obstáculos en esta misión de universalidad. Sin embargo, en todas las generaciones cristianas, en todas las situaciones, en la facilidad y en la dificultad, en el consentimiento o en la persecución, en medio de adversidades diferentes que proceden de diversas causas, reaviva siempre su inspiración más profunda que nace del mandato del Señor. En esas palabras del Señor descubrimos con fuerza que no podemos encadenar el anuncio de Jesucristo: hay que darlo a conocer a los que no lo conocen, pues éste fue el programa fundamental desde la mañana de Pentecostés. Hay, pues, que remover el corazón a quienes recibieron el bautismo pero viven al margen de la vida cristiana, a quienes tienen cierta fe pero no conocen los fundamentos de la misma, a todos los que buscan la verdad, a quienes no encuentran respuestas a todas sus preguntas, a quienes están buscando de modos diferentes, a todos los hombres tiene que llegarles este anuncio.
En el marco de nuestro ‘Itinerario Diocesano de Renovación’, la ‘Misión en Valencia Porta Fidei’ es expresión viva del compromiso que la Iglesia tiene con Jesucristo y que, en nuestra Archidiócesis de Valencia, en esta próxima Cuaresma, lo manifiesta en empeño y fidelidad al mandato de Jesucristo con esta acción significativa. La Iglesia se siente responsable también en estos momentos de la historia y no descansa hasta que no haya puesto de su parte todo lo necesario para proclamar la Buena Nueva, que es Jesucristo. Tampoco la Iglesia se siente dispensada de prestar una atención infatigable a quienes han recibido la fe y permanecen en contacto con el Evangelio. Para ellos también va esta acción, y seguro que les va a llevar a un compromiso cada día más fuerte de ser apóstoles y testigos.
¡Qué estampa más maravillosa saber que en estos momentos, cuatrocientos sacerdotes –que seguro serán ya más–, movidos por Jesucristo y por la identificación con Él, se prestan para realizar ‘Misión en Valencia Porta Fidei’! Éstos, como predicadores, y todo el presbiterio diocesano poniendo su oración y su vida para que dé frutos la misión. Es un momento significativo de la historia de los hombres en el que sigue teniendo vigencia aquella expresión con la que Henri de Lubac describe la situación espiritual “el drama del humanismo ateo”. Porque hoy descubrimos corrientes de pensamiento distintas que desean alcanzar la vida del ser humano, valores y contravalores, aspiraciones latentes buenas o semillas de destrucción, convicciones fundamentales que parece que para algunos terminan y otras que aparecen y se imponen pero que no hacen más feliz al ser humano, ni le dan respuestas de fundamento. Pese a todo, los hombres y mujeres de nuestro tiempo están llamándonos de maneras diferentes a ser evangelizados, buscan la Buena Noticia. ¡Qué actualidad tienen las palabras de Cristo para la Iglesia ante las situaciones de abandono y sin metas en las que viven los hombres de nuestro tiempo, “como ovejas sin pastor” o “tengo compasión de la muchedumbre”! (Mt 9, 36; 15, 32). El Apóstol sentía en lo profundo de su corazón que todos los hombres necesitan del Evangelio y tienen derecho él, pues Dios “quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad” (1 Tim 2, 4).
Nos decía el Beato Juan Pablo II refiriéndose a los sacerdotes: “a los Obispos están asociados en el ministerio de la evangelización, como responsables a título especial, los que por ordenación sacerdotal obran en nombre de Cristo, en cuanto educadores del Pueblo de Dios en la fe, predicadores, siendo además ministros de la Eucaristía y de los otros sacramentos… Lo que constituye la singularidad de nuestro servicio sacerdotal, lo que da unidad profunda a la infinidad de tareas que nos solicitan a lo largo de la jornada y de la vida, lo que confiere a nuestras actividades una nota específica, es precisamente esta finalidad presente en toda acción nuestra: anunciar el Evangelio de Dios” (Exhortación Apostólica Evangelii Nuntiandi, n. 68).
¡Qué bien nos viene escuchar estas palabras a todos, a los sacerdotes, miembros de la vida consagrada y a los laicos! Estoy seguro que ya desde este momento, en todas nuestras celebraciones comunitarias y en nuestra oración personal, pediremos para que se den todas las condiciones que ha de tener esta acción ‘Misión en Valencia Porta Fidei’: 1) la convicción de que sin la acción del Espíritu Santo no será posible la misión, sólo “gracias al apoyo del Espíritu Santo, la Iglesia crece” (Hch 9, 31); 2) que nuestras personas hagan creíble lo que predicamos, porque hay sed de autenticidad y hoy, más que nunca, el testimonio es condición esencial de eficacia de la predicación; hablemos del Dios a quien realmente conocemos y a quien tratamos familiarmente con sencillez, desde la oración y caridad; 3) sintamos con fuerza la necesidad de la comunión y de la unidad, porque es no solamente prueba de lo que somos sino prueba de que Él es el enviado del Padre y prueba de credibilidad de lo que decimos; 4) con convicción de que el Evangelio que predicamos es palabra de verdad, una verdad que nos hace libres y la única que da paz al corazón humano y ofrece salidas a todas las situaciones de los hombres; 5) realizando siempre nuestro anuncio con un amor fraternal y siempre creciendo hacia quienes anunciamos a Jesucristo; y 6) hagamos esta misión con el fervor y siguiendo las huellas de los santos, con especial intercesión de los santos y beatos de nuestra Archidiócesis de Valencia.