B.NAVA |22.04.2021
Aprincipios de 1239, el obispo de Cuenca conquistó Requena para la corona castellana de Fernando III ‘El Santo’. Desde entonces la historia de esta tierra ha estado ligada al rico patrimonio que en él dejaron los nobles caballeros que allí se asentaron. El Convento del Carmen y San Nicolás y los templos de El Salvador, Santa María y San Sebastián dan cuenta de ello. Requena forma parte de la diócesis de Valencia desde 1957 y ahora, en pleno siglo XXI su comunidad cristiana se une para ser una casa abierta común.

En Requena nos encontramos con dos parroquias: la de San Nicolás y la de El Salvador. Tras la guerra civil, debido al estado del templo de San Nicolás, fue trasladada a la iglesia del antiguo convento de Carmelitas -el primero del Reino de Castilla- conocido por los vecinos como El Carmen.

Actualmente ambas comunidades parroquiales viven y desarrollan su vida pastoral como si se tratara de una sola parroquia, “un esfuerzo realizado a lo largo de los años y que ya comenzó incluso antes de que se le asignará en 2006 un solo párroco a ambas comunidades. Lo cual terminó de definir esta unidad de acción pastoral. Este proceso que actualmente es enriquecedor no ha estado exento de duras decisiones, dificultades y de grandes esfuerzos y sacrificios, lo cual es de valorar y agradecer a los sacerdotes y a los fieles”, explica su actual párroco Fernando Carrasco Fernández, arcipreste y párroco de la ciudad y aldeas (El Rebollar, El Pontón, Villar de Olmos, San Antonio, El Derramador y San Juan, además de sus pedanías).
Esta «unidad pastoral» se completa con la atención de las aldeas de Requena, aunque son veinticinco, se atiende a todas a excepción de Casas del Río de las cuales seis tienen culto dominical, pero en todas se atienden fiestas y algún sacramento esporádico.

Esto conlleva que en Requena haya un equipo de sacerdotes que sirven toda esta realidad: el propio Fernando Carrasco; Álvaro Medina Ramírez, vicario de la ciudad y párroco de Campo Arcís, Los Duques, Casas de Eufemia, Los Isidros, Los Ruíces y sus pedanías; Joaquín José Todolí Orero, vicario de la ciudad y párroco de Los Pedrones, La Portera y Hortunas y sus pedanías; Héctor Ramírez Escalante, adscrito de la ciudad, pues es estudiante de Venezuela y el diácono Santiago Piñeiro Mollá que será ordenado el próximo mes de junio.

Toda la acción pastoral es coordinada por este equipo de sacerdotes, asumiendo cada uno sus responsabilidades.
Desde el año 2019, además, el párroco de Requena lo es también de San Antonio y en sustitución de Juan Monteagudo Fuentes que quedó como adscrito y que desde su ordenación, hace más de 60 años, ha sido párroco de San Juan, a la que se añadió después San Antonio, El Derramador y Los Duques (y pedanías). Un sacerdote de natural de Campo Arcís, ordenado en la diócesis de Cuenca hasta que Requena y sus aldeas pasaron a la diócesis de Valencia en 1957 y al que conocerán en nuestras próximas páginas. Organizaba teatro y partidos de fútbol, con un gran sentido de fraternidad sacerdotal y de entrega espiritual. Es un referente para los sacerdotes que han pasado por Requena como también lo es Abel Molina de Dios, el que fuera capellán del hospital y párroco de aldeas que actualmente vive en la residencia de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. A día de hoy, en San Antonio hay un sacerdote ayudando como vicario, Alberto Martínez Murria.

Proyecto de Edificación Pastoral
Desde la unificación pastoral, para poder referirnos a las parroquias como una unidad lo hacemos con el término Comunidad cristiana de Requena, aunque administrativamente siguen funcionando cada una por independiente, es decir, tienen su contabilidad y archivo propios. Bajo esta denominación se desarrolla toda la vida y acción pastoral, propia de una parroquia.
Con el deseo de seguir creciendo en esta unidad, desde el 2018 la comunidad está desarrollando un proyecto pastoral que pretende actualizar, en la medida de lo posible, las propuestas del Plan Diocesano de Evangelización. Este proyecto ha sido denominado Proyecto de Edificación Pastoral, “con el deseo de edificar una sola comunidad en un solo cimiento: Cristo (Col 2, 6-7) puesto que su objetivo es edificar, por Cristo, con Él y en Él, una comunidad cristiana unida que acoja y acompañe, desde el Evangelio, y sea casa abierta para los que nos rodean”, explica su párroco.

Este proyecto consta de cinco cursos en el que el primero fija los “cimientos” de esta construcción, la corresponsabilidad, para seguidamente centrarse en la Celebración, el Anuncio de la Palabra, la Caridad y la Religiosidad Popular.

Tal y como asegura Fernando Carrasco, “en este proyecto está muy presente la nueva evangelización y el deseo de abrir puertas, ser casa abierta, y acercarnos a nuestros vecinos, de ahí que además de orientar las acciones hacia este sentido de misión y anuncio, y que ya se venían realizando, se haya desarrollado acciones culturales como exposiciones y apertura de los templos con visitas guiadas con el deseo de dar a conocer nuestra fe a través del rico patrimonio de las parroquias”.

Así, “en el primer año se definió el organigrama de la Comunidad, con la idea de plasmar que entre todos somos y hacemos Comunidad, no somos un espacio donde hay muchas cosas, sino que entre todos vivimos y anunciamos la fe en Cristo”.
“Todos los cursos realizamos una asamblea de inicio de curso para programar las acciones a desarrollar y otra para final de curso para revisar y ver cómo estamos y hacia donde debemos seguir creciendo con el deseo de seguir la voluntad de Dios”, comenta. “Interesante -puntualiza Fernando- fue la asamblea de final del curso pasado, pues la pandemia nos aisló e interrumpió la marcha de la vida comunitaria y el desarrollo de los objetivos del proyecto”.

En esta asamblea llegaron a la conclusión de que “lo más importante de la vida cristiana no es hacer muchas cosas, sino ser lo que somos donde estemos. No podemos reducir nuestra vida cristiana a las acciones diarias pastorales, la parroquia no es un centro social, sino que debe ser lugar desde donde somos impulsados a vivir la fe en las circunstancias que sean, por eso nuestra comunidad siguió sintiéndose unida”.

En tiempos de pandemia
A lo largo del tiempo de confinamiento y posteriormente conforme las medidas sanitarias han ido permitiendo el acercamiento a las personas y las reuniones limitadas, la Comunidad realizó acciones sencillas que “nos acercaron más a nuestros familiares y vecinos”. Entre ellas, llamadas de teléfono a los enfermos o a los que estaban solos; varios miembros delcoro de El Salvador que vivía en la misma calle salían a cantar al balcón; Cáritas no dejó de atender a los necesitados; se retransmitieron las misas dominicales y un tiempo de adoración, se prepararon unas fichas para la catequesis en casa, entre otras acciones. Además, las redes sociales fueron de gran utilidad.

El confinamiento derivado de la pandemia mundial provocado por el coronavirus “nos hizo ver qué imagen tenemos de Dios y cómo anunciarlo en medio del sufrimiento y el dolor. ¿Dónde está Dios? es la pregunta que nos hicimos, y redescubrir que no podemos concebir a Dios como un «seguro de vida», sino como aquél que nos levanta nos consuela y nos anima a confiar en medio de la dificultad, pues su última palabra es de vida”, concluye.

SUSCRÍBASE A PARAULA PARA LEER EL REPORTAJE ÍNTEGRO