Parroquia de San Isidoro Obispo en la capital valenciana. FOTO: A.SÁIZ.

L.B. | 11.03.2021

Junto a los Viveros, la Facultad de Medicina, frente al Colegio Alemán, por un lado, y al club de Tenis y la Hípica por el otro, se levanta la parroquia de San Isidoro Obispo. Un templo moderno que depende de la orden de los Carmelitas o Hermanos de la Bienaventurada Virgen María del Monte Carmelo.

La parroquia se encuentra en la calle Jaime Roig, sobre la que se vertebra todo un barrio residencial y acomodado. Hasta finales de los años 50 del siglo pasado, en esta zona, que ahora se integra en el distrito del Pla del Real, había huertas y alguna que otra fábrica.

Ante la ya próxima expansión de la ciudad y la construcción de las nuevas Facultades en la Avenida de Blasco Ibáñez, donde se congregaban los estudiantes valencianos, el Arzobispado decidió crear una nueva parroquia y dedicarla, por ello, a uno de los más insignes estudiosos en la Iglesia española, san Isidoro de Sevilla.

En un primer momento, y ante la falta de templo, las actividades de culto y apostolado comenzaron en la capilla de la Facultad de Medicina en noviembre de 1960, siendo su primer párroco Marino Primo Yúfera. De ahí, la parroquia se trasladó en mayo de 1961 a una planta baja situada en el ‘Edificio Viveros’, en la calle Botánico Cavanilles, 8.

Fue precisamente en 1961, cuando el entonces arzobispo de Valencia, Mons. Marcelino Olaechea, autorizó una nueva fundación de los Carmelitas en la ciudad. Y en septiembre de ese año, les concedió licencia para construir un convento e iglesia en el solar que había comprado la orden, en la calle Jaime Roig. Cuando estuvo construida pasó a ser la parroquia de San Isidoro, que quedó bajo la jurisdicción de los religiosos.

Los Carmelitas vuelven a Valencia
Los Carmelitas ya se habían establecido en Valencia en el año 1281, a la muerte del rey Jaime I. Se asentaron en el barrio de Roteros, extramuros de la ciudad, donde construyeron un convento que recibió el nombre de Real Monasterio de la Madre de Dios del Carmen, y que pronto se convirtió en uno de los más importantes de la ciudad, llegando a dar nombre a todo el barrio (el Carmen). Con la exclaustración del siglo XIX el convento del Carmen quedó deshabitado y la iglesia pasó a ser la parroquia de la Santa Cruz.

Desde que en 1878 se restauró el Carmelo en España se hicieron gestiones para volver a fundar en Valencia. En un principio, los religiosos trataron de recuperar el convento del Carmen y su iglesia. Pero tras varios intentos infructuosos, que se prolongaron hasta mediado el siglo XX, desistieron de su pretensión de recuperar el edificio aunque no de disponer de una iglesia y un convento. Por fin, el propósito se hizo realidad en 1961, con Mons. Olaechea.

Una nueva parroquia para un nuevo barrio
En septiembre de 1962 comenzaron las obras de la iglesia y del pequeño convento, según el proyecto del arquitecto Luis Pellegero. El 22 de junio de 1963, Mons. Olaechea, inauguró y bendijo el templo. Al principio, como el barrio aún estaba en construcción, “la iglesia se encontraba en plena huerta y los feligreses tenían que llegar saltando acequias”, explica el actual párroco, P. Salvador Batalla.

La iglesia, de forma rectangular, mide 23 por 40 metros. Es de estilo funcional, de líneas rectas y sencillas. Destaca la perfecta visibilidad del altar mayor desde cualquier parte del templo y las artísticas vidrieras modernistas que lo dotan de una peculiar iluminación. “Es una iglesia muy práctica que puede albergar a 700 personas sentadas. Además, se pueden poner sillas, ya que los pasillos laterales son muy anchos”, indica el P. Batalla.

Desde su inauguración se han hecho muchas mejoras en la iglesia y el convento. Sobre todo, con ocasión de su 25º aniversario, y también por la necesidad de adaptarlos a las nuevas realidades pastorales. Así, por ejemplo, se terminó la torre campanario y se construyeron locales parroquiales donde los distintos grupos parroquiales, cada vez más numerosos, desarrollan una intensa actividad.

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