Hay un sinfín de ‘Pérdidas cotidianas’ (editorial CCS) que deben ser atendidas y elaboradas. Pérdidas a las que , tal vez, por nuestro ritmo de vida, no atendemos o ignoramos de manera consciente para no afrontarlas. Pero debemos hacerlo, debemos superar cada uno de los duelos que cada una de las pérdidas implica. Unas más dolorosas que otras. ¿Cómo hacerlo? Mario Piera Gomar, en su libro, arroja luz ante una temática que suele despertar temores y recelos.

Mario Piera es licenciado en Psicología y titulado oficial como psicólogo clínico, Terapeuta Gestalt y Diplomado en Ciencias Religiosas. FOTO: V.GUTIÉRREZ

❐ BELÉN NAVA | 27.04.2023

La primera pregunta es obligada y se refiere al propio título del libro, ¿qué es lo que entendemos por pérdidas cotidianas?

Todas aquellas pérdidas que se producen a lo largo de la vida y que van provocando pequeños procesos de elaboración de duelos y que nos ayudan a enfrentar la pérdida más inevitable que es la muerte.
Pérdidas cotidianas pueden ser de objetos, la pérdida de una amistad, de una mascota, el cambio de ciudad por tema de inmigración… Aunque también podemos calificar de cotidianas a todas aquellas pérdidas que son muy significativas como puede ser la pérdida de un familiar o, incluso, la pérdida del matrimonio, del proyecto vital, un suicidio o la experiencia de una catástrofe, pues forman parte de la experiencia humana.

Incluso en estas pérdidas cotidianas de las que estamos hablando, ¿se atraviesa un proceso de duelo?

Sí, el proceso de duelo realmente es el mismo en todas las pérdidas. Por eso esas pérdidas cotidianas nos ayudan a poder elaborar, a poder acostumbrarnos en lo que serían los procesos de otro tipo de pérdidas que, siendo también cotidianas en las vidas de las personas, forman parten de momentos, de hitos importantes en nuestra vida. De alguna manera, las pérdidas cotidianas nos entrenan para elaborar los grandes duelos que nos van afectando a lo largo de nuestra vida.

¿Cómo afrontamos esos períodos de duelo dependiendo de la edad de las personas? Porque no debe ser lo mismo una pérdida para un niño que para un adolescente o para una persona adulta.

Aunque el proceso de duelo prácticamente es igual, hay características psicológicas que hacen que varíe el proceso o que varíe la forma de expresión.
Alrededor del tema del duelo hay también muchos mitos en cuanto al duelo en los niños, en los adolescentes. Por ejemplo, pensamos que no les afecta igual, que no tienen los mismos sentimientos o que cambian muy rápido de emociones. Pero todo esto sólo significa que también su proceso evolutivo es diferente y la adaptación a la pérdida también lo va a ser. Por tanto, hay que tener muy en cuenta el momento psicológico de la persona tanto en la niñez, en la adolescencia e, incluso, también en las personas mayores que están afectadas por muchas pérdidas cotidianas y que, precisamente, por esta afectación y esta vejez que van teniendo, van elaborando una serie de pérdidas casi de manera constante.

Siempre que hablamos de pérdida pensamos automáticamente en la pérdida física, en el fallecimiento de algún familiar, de una persona cercana, pero en el libro también se plasma como las familias se enfrentan a la pérdida de los hijos ideales que soñaron, a la ruptura de proyectos vitales, a las separaciones o divorcios, al cambio de domicilio o a la emigración… situaciones que trastocan profundamente a sus miembros. ¿Qué procesos podemos elaborar para poder superar ese tipo de pérdidas?

En el tema del duelo, lo primero sería el reconocimiento y la aceptación de la pérdida. Parece algo muy sencillo, pero no lo es. Normalmente las personas nos defendemos de las pérdidas. No queremos que eso suceda porque realmente es una pérdida que nos importa. Eso hace que nuestros mecanismos de defensa intenten negar, intenten postergar la aceptación de la pérdida. Justamente la expresión emocional, el poder hablar, el poder sentir la confianza de expresar todo aquello que sentimos, incluso cosas que a veces nos puede parecer que no son adecuadas, porque en el proceso de duelo se desatan una serie de emociones que, incluso, pueden llegar a ser contradictorias y que nos pueden llevar a cuestionar nuestros propios principios. Por eso es muy importante el poder hablar, el poder expresar y el poder tener ambiente de acogida de todas esas emociones que nos faciliten finalmente esa expresión y por último la aceptación. Que no significa olvidar sino una ‘resignificación’, el resituar esa pérdida como algo importante en mi vida, pero que me permita seguir viviendo con ilusión y mirando hacia adelante.

¿Cuál es el papel de las emociones en los duelos?

El duelo es una experiencia universal ante la pérdida y que afecta a todas las dimensiones de la persona: corporal, psicológica, social y espiritual. Pero ante todo, se trata de un proceso de elaboración emocional. Surgen emociones intensas que deben ser gestionadas y expresadas de forma adecuada para no causar más daño. En ocasiones, la intensidad es tan alta que se somatizan o impulsan acciones destructivas. También pueden experimentarse emociones, aparentemente, contradictorias sobre todo cuando el proceso de pérdida ha supuesto mucha dedicación y esfuerzo personal y se entremezcla el alivio con la tristeza. Tomar conciencia, aceptarlas y expresarlas es una de las tareas a realizar en los duelos.

Uno de los conceptos clave que usted aporta es el de la “ventana a mi interior”, ¿qué es lo que ha tratado de ofrecer al lector con esa mirada al interior de cada uno de nosotros?

He pretendido que el libro sea divulgativo pero que no sea el típico de autoayuda. El otro día un lector lo definía como un libro para sanar. En definitiva, lo que pretendo es que se entienda qué es el duelo en esta sociedad postpandémica en la que hemos vivido diferentes duelos, y en la que muchos todavía están saliendo y afectando a nuestras vidas. Es importante no solo informarnos sino poder integrar dicha información.
La ventana interior es un apartado que está en todos los capítulos del libro, que incluye preguntas a nivel personal para que cada uno pueda hacer un proceso de elaboración y de sinceridad para con uno mismo, para saber en qué momentos o en qué partes del duelo puede tener dificultades o, incluso, en qué momento necesitaría pedir ayuda.

El propósito de este libro es ayudar a entender las emociones implicadas, saber cómo acompañar según las edades y ofrecer herramientas para la superación de los duelos. ¿Es necesaria la figura del acompañante en estos procesos de duelo?

En los procesos de duelo es importante sentirse acompañados. En la mayoría de los casos te acompaña la familia, pero también es verdad que muchas veces nos encontramos con el buen hacer, con la buena voluntad, pero eso no es suficiente. Hay que saber acompañar.
Un proceso de duelo requiere una escucha activa, el saber confrontar determinadas cosas que son difíciles de hablar en ocasiones y que, por tanto, también hay que hacer ese pequeño proceso de saber cómo hay que acompañar a los demás. Cuando los procesos de duelo se alargan o se vuelven complicados por situaciones personales o por la propia personalidad, es importante sentirse acompañado por alguien que pueda entender de psicología o por lo menos tenga unas nociones básicas para acompañar en los procesos de sufrimiento.

Quizá por temor, por inmadurez, por no querer afrontar la realidad nos negamos la despedida…¿es necesario despedirse?

Es necesario despedirse. De alguna manera podríamos decir que en nuestra vida vamos acumulando, como si fuera un saco, todas nuestras experiencias, nuestras vivencias, personas y encuentros, y es importante despedirse porque el seguir aferrados a cosas o personas que ya no están, nos impide abrirnos a la vida.
De alguna manera, la Pascua que estamos celebrando nos invita también a esto, a poder despedir todo lo viejo, todo aquello que ya no forma parte de nuestras vidas. Pero lo hacemos con esa mirada de fe que nos abre al futuro y sabiendo que, de alguna forma, puede hacer que nuestra vida resurja de las cenizas. Por eso siempre digo que afrontar los duelos es una apuesta por la vida. No se trata de olvidarlas, sino de integrarlas como parte de nuestra historia personal, para que ocupen un lugar adecuado y sean un motor en lugar de un freno vital.

¿Qué actividades podemos llevar a cabo para elaborar una despedida?

Nuestra sociedad ha arrinconado todo lo relativo al sufrimiento y el dolor. Sin embargo, es necesario tener espacios, rituales y tiempos dedicados a elaborar los duelos. Cuando las empresas sean conscientes de la disminución de la productividad de sus trabajadores, a causa de los trastornos emocionales provocados por los duelos, veremos con normalidad que las personas necesiten espacios, tiempos y acompañamiento para hacer frente a las pérdidas, más allá de un permiso laboral de dos días.
Además de las celebraciones litúrgicas, momentos de expresión del pésame ante las pérdidas humanas y otros rituales presentes en nuestra sociedad, son necesarias algunas prácticas tanto individuales como colectivas, bien en la familia como en los grupos sociales cercanos. Deben favorecer el recuerdo positivo de la pérdida, la expresión emocional contenida y el acompañamiento mutuo. En el libro, Pérdidas Cotidianas, propongo algunas ideas que favorecen el recuerdo y la despedida ritualizada. Expresar verbalmente y de forma simbólica ayuda a integrar las pérdidas. Estas actividades están orientadas a reinvertir nuestra capacidad de vinculación; pues como afirmo en el libro “solo el hombre y la mujer que se atreven a llorar, son capaces de amar”, pues solo el amor nos duele ante la pérdida.