A sus 20 años, Nour Eddin, que fue abandonado por sus padres al nacer, ha vivido en orfanatos, centros de menores y para inmigrantes, en la misma calle. Ya ha sentido lo que es el miedo, la soledad y el dolor. Pero también la esperanza que le ofrece ahora la Ciudad de la Esperanza.

E.ALCAYDE | 07.02.2020

Nour Eddin Nasir empezó a luchar desde el primer día que llegó a este mundo. Es marroquí, tiene 20 años y fue abandonado por sus padres al nacer en un hospital de Tetuán. No sabe nada de ellos. Ni sus nombres, ni como eran, ni por qué lo hicieron. Así que una de las primeras cosas que aprendió fue que estaba solo.

Los primeros cinco años de su vida los pasó en ese hospital, que en realidad era una especie de hospicio para niños. Cuando cumplió los cinco, le trasladaron a otro orfanato, a la Sociedad Islámica de Caridad, Amir Moulay Rachid. “Tenía ilusión porque pensaba que iba a ser mucho mejor, pero la realidad me dio un bofetón”, lamenta Nour, que asegura que “fueron los peores años de mi vida, dormíamos en el suelo, nos pegaban, nos gritaban… y la comida era escasa”.

El joven marroquí no conserva ningún recuerdo bonito de su infancia, solo situaciones en las se sentía solo, impotente y perdido, sin saber qué camino coger. “No quería seguir en esa situación pero tampoco tenía dónde ir. Cuando creces con un maltrato físico y psicológico te sientes inferior y no entiendes porque la vida te trata así, ¿por qué te abandonaron tus padres? O ¿por qué el lugar donde deberías estar protegido por profesionales, te tratan tan mal? La soledad me ha acompañado a lo largo de mi corta vida”, dice con rotundidad.

“Ser un niño huérfano parece un doble castigo, primero te abandonan y después nadie confía en ti para trabajar ya que no tienes familiares de referencia”, explica el joven que intentaba siempre buscarse la vida sin perder la esperanza.

“A mi alrededor veía que los chicos sin estudios, sin trabajo, sin familia que escogían caminos como el de la droga y la delincuencia, pero yo no quería ese camino… así que cuando salí del orfanato decidí que mi vida necesitaba un cambio y me fui a Ceuta”, cuenta Nour que entonces tenía 16 años.

Una vez en Ceuta, estuvo en el centro de menores San Antonio y allí solicitó el asilo. Tras las entrevistas correspondientes, cuando cumplió 18 años, le enviaron al CETI, el Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes, en el que permaneció algo más de un año. La situación allí tampoco fue fácil.

“Dormíamos muchas personas en una habitación pequeña, los robos se sucedían casi a diario y la comida cada vez era peor, pero aun así, aguantaba porque yo solo quería conseguir mis sueños”, asegura.

Un mes en la calle
Y ese día, llegó. Fue el día en que le dieron el pase para ir a España. En Cádiz fue a un centro de la Comisión Española de Ayuda al Refugiado (CEAR) donde estuvo tres meses más. “Finalizado este tiempo mi estancia había acabado y debía irme a la calle, a vivir a la calle o a sobrevivir ”, explica Nour, que su espíritu de le lucha le empujó a viajar a Valencia, donde unos amigos marroquíes le habían dicho que ayudaban a la gente.

“Ellos vinieron, encontraron un trabajo y vivían en pisos tutelados”, añade.
En Valencia, Nour vivió en la calle. Solo fue un mes pero la experiencia fue tan terrible que ni el propio joven sabe describir cómo sobrevivió. “Pasé mucho miedo, comía lo que encontraba por ahí y dormía con cartones en los cajeros de los bancos”, dice.

Finalmente el CAI le envió a la Ciudad de la Esperanza. “Aquí he visto la luz y la esperanza, aquí me siento bien, tengo un techo, comida, wifi y me siento muy arropado por todo el personal”, señala ilusionado con la formación que próximamente se va impartir en CIDES y en la que va a poder participar. “Por fin cumpliré mi sueño: crecer como persona, estudiar, tener un trabajo digno y volver a mi país natal, esta vez como un hombre realizado”, afirma agradecido por la confianza que la Asociación Ciudad de la Esperanza y el padre Vicente Aparicio han depositado en él, algo que no había sucedido antes. “Quiero pedirles que confíen en mí, voy hacer todo lo posible para hacer las cosas bien, pues solo quiero una vida mejor”.