“Estamos todas las vecinas de la finca, pero también vienen otras mujeres que no son de este edificio”, señala Isabel. En total son 14 vecinas y 6 más de fuera, de la misma zona, las que se reúnen dos jueves al mes para seguir el IDR.
Encuentro en el zaguán
Isabel, muy comprometida y activa en su parroquia de San Valero, en el barrio de Ruzafa -donde es lectora, voluntaria de Cáritas y miembro de Vida Ascendente-, supo del IDR en la parroquia y no lo dudó. En seguida les propuso a todas sus vecinas formar un grupo. Para ello contó con la ayuda de su amiga Lola. “A mí se me da bien organizar las cosas, y a mi amiga Lola hablar y explicarlas”, así es que como las dos mujeres se complementan y tienen ganas de trabajar, animaron a sus vecinas quienes, ante el entusiasmo de ambas, tampoco lo dudaron demasiado.
Cada jueves que toca reunión, Isabel va puerta por puerta recordándoselo a todas las vecinas. “Cuando llega la hora, nos encontramos en el zaguán y nos vamos todas juntas a la parroquia. Allí nos reunimos en un salón que nos deja el párroco, don José Verdeguer. Después, cuando terminamos, volvemos todas juntas otra vez a casa”, explica Isabel.
También para los maridos
Las reuniones las preparan Isabel y Lola con don José. “Los libros son un poco difíciles de entender para nosotras, pero don José nos resume los temas, nos los explica, y después nosotras ya los preparamos y exponemos a las demás de manera que los entiendan”, añade. Les gusta compartir el rato de oración y, sobre todo, disfrutan cuando han de opinar y comentar. Porque en estas reuniones nadie permanece inactiva, Isabel reparte tareas entre todas de manera que una lee una lectura, la otra, una oración…
Isabel destaca que la experiencia es totalmente positiva. “Esto es algo muy bueno para nosotras. Estamos todas muy contentas. Además de lo que nos aporta, es una excusa para reunirnos y estar un ratito juntas”. Están tan contentas que ahora las vecinas tienen claro que harán lo que Isabel les proponga: colaborar con Cáritas, ayudar en la parroquia o asistir a otros cursos y reuniones.
Y no se queda ahí el IDR, porque lo que aprenden llega también a los maridos. “Aunque ellos no vienen, después todas les cuentan lo que hemos hecho y meditado”, concluye Isabel.