Gianluigi Colalucci, restaurador de la Capilla Sixtina, visitando el estado de los trabajos de restauración de los frescos de la iglesia de San Nicolás, de Valencia, en octubre de 2014. FOTO: A.SÁIZ

B.N. | 08.04.2021
Fue él quien ‘bautizó’ como ‘Capilla Sixtina valenciana’ a la iglesia de San Nicolás de Valencia tras visitar los trabajos de recuperación de los frescos de Dionís Vidal, discípulo de Antonio Palomino.

Y sabía de lo que hablaba. Porque él era Gianluigi Colalucci, el que fuera desde 1979 restaurador jefe de los Museos Vaticanos y a quien le encomendaron la dirección de la ambiciosa e intimidante tarea de intervenir en la Capilla Sixtina, la cumbre de la pintura de Miguel Ángel. La bóveda primero, con ‘La creación’, y más tarde ‘El juicio final’. Un trabajo que se desarrolló a lo largo de 15 años y que se convirtió, como recuerdan los medios italianos estos días, en la “restauración del siglo”.

Ahora nos queda su recuerdo, puesto que el pasado 28 de marzo Gianluigi Colalucci fallecía a los 92 años en Roma, la ciudad que le vió nacer.

Su experiencia, trabajando en la restauración de gigantes de la pintura como Rafael, Giotto, Leonardo, Tiziano o Caravaggio le valió para dar conferencias y lecciones magistrales alrededor de todo el mundo. Incluso en Valencia, su magisterio se extendió, sobre todo, en la Universidad Politécnica, donde fue nombrado doctor honoris causa y también académico correspondiente en Roma de la Real Academia de Bella Artes de San Carlos.

Pero su vinculación con nuestra capital fue mucho más allá. Definido como un “acariciador del arte”, Colalucci colaboró en la revisión de las intervenciones de los frescos de Palomino de la Basílica de la Virgen que bendijo en julio de 2003 el entonces cardenal arzobispo de Valencia, Agustín García-Gasco.

En 2006, tomó parte en la recuperación de los frescos del siglo XVII firmados por Antonio Palomino en la iglesia de los Santos Juanes de Valencia. “Toda una hazaña”, tal y como reconoció. Aquel trabajo consistió en la reintegración cromática de los frescos mediante el empleo de nuevas tecnologías. El objetivo era poder recuperar el conjunto armónico creado por Palomino en 1700 y destruido por sucesivos incendios durante la Guerra Civil.

Años más tarde, en 2013, se convirtió en asesor de los trabajos de rehabilitación de las pinturas murales de la nave central de la parroquia de San Nicolás Obispo. En todas estas ocasiones, con Palomino como referencia y de la mano de la catedrática valenciana Pilar Roig.

“Antes de la restauración era imposible ver prácticamente nada; el trabajo realizado hasta hoy ha puesto al descubierto una riqueza cromática exquisita. Estoy convencido de que esta iglesia va a ser mucho más visitada después de este proyecto”, señaló tres años después Colalucci al ver concluido el trabajo del equipo de restauración encabezado por la catedrática e investigadora del Instituto de Restauración del Patrimonio de la UPV, Pilar Roig, y el arquitecto Carlos Campos, sufragado por la Fundación Hortensia Herrero.

Al experto le gustaron “muchísimo” los frescos que demostraban “el carácter y un sentido muy fuerte de la decoración” de Vidal, aunque técnicamente no era fácil “decorar esta pintura”.

Junto a él, en aquellas visitas que realizaba a Valencia con su esposa, la también restauradora Daniela Bartoletti, se encontraba el párroco de San Nicolás Antonio Corbí que recuerda de él “su humanidad y su profesionalidad. Era un maestro, pero también un ser excepcional. Era un hombre de fe y creyente”.

Su vasta cultura abarcaba desde conocimientos en historia, literatura, pintura, dibujo, escultura, artes gráficas…” y eso se notaba cuando hablabas con él. Era excelente y sorprendente. Y esto trascendía también a su vertiente humana”, asegura Corbí.