El Papa presidió la celebración de la penitencia durante cuyo rito procedió a la consagración de Rusia y Ucrania a la Virgen.

❐ AGENCIAS | 31.03.2022
La presencia de Dios es necesaria para devolver “la paz al corazón” en un momento como el actual, en el que “siguen entrando en nuestras casas noticias e imágenes de muerte, mientras las bombas destruyen las casas de tantos de nuestros hermanos y hermanas ucranianos indefensos. La guerra atroz que se ha abatido sobre muchos y hace sufrir a todos, provoca en cada uno miedo y aflicción”.

Con estas palabras, el papa Francisco recordó el sinsentido del actual conflicto bélico en la celebración penitencial previa al acto de consagración de Rusia y Ucrania al Corazón Inmaculado de María para pedir por la paz y el final de la guerra, y que tuvo lugar en la Basílica de San Pedro del Vaticano.

Ante la estatua de la Virgen de Fátima, traída desde el santuario San Vittorino de la capital romana, el Santo Padre pidió a María que guíe al mundo por “los senderos escarpados y fatigosos de la fraternidad y el diálogo, por el camino de la paz”.
“Nos consagramos a María para ponernos a la plena disposición de los proyectos de Dios”, expresó el Pontífice. De igual manera, hizo hincapié en el cambio pero para ello “primero debe cambiar nuestro corazón”.

En este sentido, el Pontífice deseó que, en unión con los obispos y los fieles de todo el mundo, “llevar al Corazón Inmaculado de María todo lo que estamos viviendo; renovar a ella la consagración de la Iglesia y de la humanidad entera y consagrarle, de modo particular, el pueblo ucraniano y el pueblo ruso, que con afecto filial la veneran como Madre. No se trata de una fórmula mágica, sino de un acto espiritual. Es el gesto de la plena confianza de los hijos que, en la tribulación de esta guerra cruel e insensata que amenaza al mundo, recurren a la Madre, depositando en su Corazón el miedo y el dolor, y entregándose totalmente a ella. Es colocar en ese corazón limpio, inmaculado, donde Dios se refleja, los bienes preciosos de la fraternidad y de la paz, todo lo que tenemos y todo lo que somos, para que sea ella, la Madre que nos ha dado el Señor, la que nos proteja y nos cuide”, señaló.

El don del perdón
De igual manera, el Santo Padre aseguró que “con demasiada frecuencia pensamos que la confesión consiste en presentarnos a Dios cabizbajos”.

“Pero, para empezar, no somos nosotros los que volvemos al Señor; es Él quien viene a visitarnos. Confesarse es dar al Padre la alegría de volver a levantarnos”, aseguró. El Santo Padre animó así a redescubrir el don del perdón y a no descuidar el sacramento de la Reconciliación, el que definió como el “Sacramento de la alegría”.

“Si tus pecados te asustan, si tu pasado te inquieta, si tus heridas no cicatrizan, si tus continuas caídas te desmoralizan y parece que has perdido la esperanza, no temas. Dios conoce tus debilidades y es más grande que tus errores”, dijo a continuación el Papa Francisco”, señaló.