Eva Alcaydez | 23-01-2014
A sus 27 años, Joseph Anwar, un paquistaní católico, ha tenido que abandonar clandestinamente su país para salvar la vida. Su hermana, con un caso similar al de Asia Bibi, ha sido acusada injustamente de blasfemia y permanece recluída en una prisión de Pakistán, como los más de 5.000 cristianos perseguidos que se amontonan en las cárceles del país.
Joseph, que ha conseguido asilo y se ha refugiado en Valencia, quiere recabar ayudas para su hermana y ser la voz de todos los cristianos, que son mártires en el siglo XXI en Pakistán.
– Tú y tu familia, ¿os sentís perseguidos por motivos religiosos?
– Sí, desde luego, nos sentimos perseguidos para motivos religiosos.
– ¿A qué dificultades os enfrentáis allí los cristianos en el día a día?
– Como cristianos afrontamos muchas dificultades en Pakistán, como la falta de derechos humanos, la falta de educación o la falta de promoción en cualquier campo de trabajo.
– ¿Qué ataques sufrís?
– Sufrimos persecuciones y falsas acusaciones de blasfemia. Con la ley de 1986 nos enfrentamos a juicios rápidos, sin garantías judiciales, y con sentencias tan duras como la muerte o la cárcel. Los cristianos somos considerados impuros y se nos cuestiona porque decimos que Jesús es el hijo de Dios.
– Este es el caso de tu hermana, muy similar al de Asia Bibi. ¿Cómo empezó todo?
– Mi hermana, Shagufta Kausar, y su esposo Emmanuel Shafaqat, son padres de 4 hijos. Fueron arrestados en Gojra, donde viven, acusados falsamente de enviar mensajes de texto blasfemos desde su móvil a altas autoridades del Estado. Pero ¿cómo van a tener ellos el número móvil del Presidente de la Asociación de Abogados del país u otros líderes musulmanes?
– ¿Qué ocurrió entonces?
– Mi hermana y su esposo negaron los cargos. En su defensa, mi hermana demostró que ya hacía un mes que habían perdido el teléfono móvil, e incluso habían pedido en la tienda bloquear su tarjeta SIM.
Pero aún así, la policía torturó a mi cuñado, que ya es parapléjico, y le obligaron a confesar los cargos o a acusar a otra persona. Mi pobre cuñado confesó para evitar que torturaran también a su mujer. Mi hermana y su marido no tienen estudios, sólo hablan Punjabi y un poco de Urdu. Ahora están en la cárcel.
– La historia de tu hermana está ligada a la tuya propia, ¿en qué momento decides buscar ayuda y salir de Pakistán?
– El día 21 de julio de 2013, cuando la policía detuvo a mi hermana y a su familia, también me llamó a mi. Me amenazaron y dijeron que vendrían a por mí en dos horas. Apagué inmediatamente el teléfono y pedí ayuda a un amigo sacerdote para escapar clandestinamente del país. Estaba muy asustado y es absurdo morir por una ley injusta. Los cristianos queremos vivir en Pakistán.
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