Fieles polacos que acudieron a rezar ante la estatua de Juan Pablo II, el pasado jueves 22, coincidiendo con su festividad. FOTO: A. SÁIZ

E.A. | 29.10.2020

Jolanta Mazurczyk y Ágata Mielczarek, al igual que otras fieles polacas residentes en Valencia, no dejan pasar ninguna ocasión para acudir a honrar a su amado san Juan Pablo II, el Grande, por el que sienten verdadera veneración.
La pasada semana lo hicieron coincidiendo con su festividad litúrgica, el día 22 de octubre, fecha del inicio del pontificado en 1978 de Karol Wojtyla (1920-2005). También lo hacen en el mes de mayo, para conmemorar su nacimiento o en abril para recordarlo por su fallecimiento.


“Para nosotros es muy importante y nos gusta rendirle homenaje, así que venimos en las fechas especiales vinculadas a Juan Pablo II o a Polonia”, explica Jolanta.


El grupo, junto con su sacerdote también polaco Czeslaw Piela, se reúne alrededor de la estatua, erigida por suscripción popular y colocada en hall del Palacio Arzobispal.


“Le traemos flores con los colores rojo y blanco de la bandera polaca, rezamos el rosario, con los misterios de la luz, cantamos una canción en polaco y participamos en el Ángelus con el Cardenal”, explica Ágata. Después acuden a la Virgen de Czestochowa que hay en la catedral de Valencia y para completar la visita tienen unos momentos de oración ante las reliquias de san Juan Pablo II que hay en la Basílica de la Virgen de los Desamparados.


“A S. Juan Pablo II le debemos muchas cosas, también tener nuestra parroquia personal, ya que cuando murió y nos juntamos espontáneamente, nos dimos cuenta de que necesitábamos tener una comunidad y misas en nuestro idioma”, afirma Ágata.
La “parroquia personal” para los polacos fue erigida en Valencia en 2018. Tiene su sede oficial en el templo de Nuestra Señora del Rosario, en el barrio del Canyamelar, aunque las misas en polaco se celebran los domingos, a las 18 horas, en la parroquia Cristo Redentor y San Rafael Arcángel, en el Cabanyal, donde se conserva un retablo de la Virgen de Czestochowa, que fue “donación de los refugiados de aquel país, en prueba de hermandad con los valencianos durante las inundaciones del otoño de 1957”.


La parroquia personal, en la actualidad, da servicio a más de mil polacos en la diócesis de Valencia. Ellos, como todos, también lo están pasando mal por la pandemia del coronavirus.


“Hemos estado pidiendo a san Juan Pablo II por todos los enfermos. En estos tiempos se pasa mal, sobre todo si tienes a muchos familiares fuera. Este verano fuimos a visitarlos y es muy duro despedirse de ellos porque no sabemos cuando podremos volver a vernos”, expresa la polaca.