L.B. | 23-02-2017
Pilar Soler, de 90 años, ha sido voluntaria
durante 38, siempre
dedicada al mundo
de los mayores. IO
A sus 90 años Pilar Soler es un ejemplo para todos. Hace dos meses recibió el I Premio Voluntariado en renocimiento a los 38 años que ha sido voluntaria en la residencia de mayores de San Antonio de Benagéber. Al recoger el galardón no dudó en manifestar que “siendo voluntario compartes y devuelves todo lo bueno que te ha dado la vida”.
El optimismo de esta manifestación se refleja en la forma de ser de Pilar. Por su aspecto saludable y cuidado, su voz firme y segura, y por su forma de desenvolverse nadie diría que tiene 90 años. “Pero esto es algo que viene dado por Dios; yo no tengo ningún mérito”, reconoce con sincera humildad.
“Me encuentro muy bien y tengo la sensación de que tengo todo un mundo por delante, aunque he de ser realista y reconocer que no es así”. A pesar de todo, subraya, “me encuentro mejor con la gente joven que con los mayores”. Y eso que la vida de Pilar, profesional y voluntariamente, siempre ha estado dedicada a los mayores. Por eso, “observar y escuchar a los jóvenes me ayuda a mantener cierto equilibrio en la visión social”, matiza.
Como trabajadora social, la vida profesional de Pilar Soler se desarrolló en Cáritas Diocesana y la Obra Social de la Caja de Ahorros. Y en ambos lugares, en el ámbito de los mayores, tanto en residencias como en centros sociales.
Descubrió el voluntariado cuando, con 30 años, se incorporó profesionalmente a Cáritas. “Allí vi cómo trabajaban las cáritas parroquiales y lo mucho que quedaba por hacer en la sociedad a través de la Iglesia”. Al ser soltera y no tener obligaciones familiares, a Pilar le quedaba tiempo libre por eso decidió ser voluntaria ella misma. Lógicamente, más tarde, cuando se jubiló en 1992, siguió con el voluntariado y, además, se incorporó al movimiento Vida Ascendente, donde fue miembro de la Junta y, durante 8 años, presidenta.

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