Eduardo Martínez | 26-04-2018
Eduardo Toraño, durante la Asamblea de la RCCE en Torrent. (FOTO: A.S.)
La Renovación Carismática Católica de España (RCCE) ha vivido recientemente en la diócesis de Valencia un importante momento, con la celebración de la XXXVI Asamblea Regional de su Provincia Eclesiástica Valentina y con la visita para presidirla de su asesor espiritual nacional, el padre Eduardo Toraño.
Aprovechando su visita, PARAULA ha entrevistado a este sacerdote madrileño que reflexiona ilusionadamente sobre la espiritualidad carismática y su papel en la evangelización del mundo actual. El padre Toraño habla también abiertamente sobre un cierto tipo de espiritualidad “excesivamente racional” que muestra “reticencias” hacia realidades eclesiales que subrayan la dimensión experiencial, afectiva y emocional de la fe. Frente a ello, el sacerdote invita a conocer a fondo la RCCE. Él mismo confiesa que hasta quince años no le atraía nada la Renovación Carismática… hasta que un buen día descubrió allí “lo que durante muchos años había estado buscando”.
– ¿Qué balance hace de la Asamblea de la Provincia Eclesiástica Valentina de la RCC celebrada recientemente en Torrent?
– Me impresiona mucho cómo Dios actúa y transforma los corazones, permite que toquemos nuestra miseria para luego levantarnos y darnos una vida nueva. Esto es lo que hemos vivido en Torrent. Ha sido una ‘Pascua’, esto es, un ‘paso’ de Dios, que ha dejado una huella profunda en muchos de los participantes. Ha sido una Pascua porque hemos pasado momentos de ‘muerte’ y de ‘resurrección’. ‘Muerte’ al entrar en las heridas del corazón; y ‘resurrección’ al tocarlas Cristo con su luz, transfigurándolas. Así como el Resucitado se aparece mostrando sus llagas glorificadas, así El quiere llenar de su vida y luz nuestras heridas, que no desaparecen, pero son transformadas por Cristo. Especialmente durante las oraciones el Señor ha actuado con poder entrando en el corazón herido, dando luz, esperanza y consuelo.
– El lema del encuentro ha sido ‘Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación’. ¿Cómo definiría la necesidad evangelizadora de la Iglesia en este momento de la historia?
– El mundo se muere por falta de un auténtico amor, que sea verdadero y dé vida. Nuestra sociedad necesita una nueva evangelización, que permita una experiencia directa de Cristo, donde se le conozca como Él es, porque Jesús ha venido a salvar, a liberar a los oprimidos, a dar vida y plenitud al corazón humano.
Lo más importante es hacer accesible para todos una experiencia directa de Dios, en la que la persona se encuentre con el amor de Dios, que la lleve a descubrir que Él es quien la acompaña en todo momento y situación, la sana y la lleva a la anhelada felicidad. Este es el objetivo del Seminario de Vida en el Espíritu que promovemos en la Renovación como método de evangelización y crecimiento espiritual, así como de las asambleas de oración y la adoración carismática: promover una experiencia viva de Dios.
A la fe no se llega por razonamientos, sino por experiencia, y la oración carismática ofrece una experiencia viva y vibrante de un Dios vivo, que a veces va acompañada de signos carismáticos extraordinarios (profecías, milagros, curaciones, liberación del mal…), los cuales ayudaron en el tiempo apostólico a que la fe se propagara rápidamente por todo el mundo. En nuestro mundo de hoy, que se consume de dolor y sufrimiento y en el que Satanás ha entrado en el entramado social y cultural, Dios se manifiesta también de un modo más explícito, para mostrar su gran amor a aquellos que no lo conocen, a través de signos de curación y de liberación del mal, con el fin de suscitar una fe viva y así restaurar a una humanidad rota. El cristianismo es una experiencia de libertad y felicidad, que nos lleva a encontrar el auténtico camino, la verdad y la vida que todos necesitamos.
– ¿Cómo valora el estado actual de la RCC en la diócesis de Valencia y en el mundo?
– Tengo la impresión de que cada vez se valora más la RCC como un cauce de experiencia profunda de transformación espiritual. Los que la conocen más a fondo terminan siendo testigos de conversiones, sanaciones y, en definitiva, de transformaciones profundas obradas por el Espíritu Santo.
La Renovación no es propiamente un movimiento eclesial, sino una corriente de gracia del Espíritu, llamada a vivir hoy lo que sucedió en Pentecostés, donde el Espíritu se derramó con poder en los discípulos, que con su fuerza fueron por todo el mundo anunciando la buena noticia de la salvación en Cristo, con palabras y signos poderosos en el nombre de Jesús.
Puede que ayude a esta visión más favorable que todos los papas, desde Pablo VI hasta Francisco, han apoyado y alentado a la Renovación. Sin embargo sigue habiendo ciertas reticencias en algunos, quizá porque no conocen a fondo esta vivencia o porque han sido educados en una fe excesivamente racional, que minusvalora otros aspectos más vivenciales, que tocan la dimensión afectiva y emocional.
La Renovación está llamada a mostrar a todos la experiencia de la efusión del Espíritu, que transforma todos los aspectos de la vida, así como fomentar la vida en alabanza y adoración, como actitudes básicas del cristiano y modos de oración de gratuidad.
– ¿Qué frutos encuentra de mayor relieve?
– Los frutos de la experiencia de Dios en la Renovación están ligados a la efusión del Espíritu. Sus efectos tocan lo más íntimo de la persona: la transforma de verdad y en profundidad y la conduce a una auténtica conversión. Desde lo más profundo del alma es donde brota la alabanza sincera al Padre, el deseo de entrega total a Cristo y la apertura disponible a las inspiraciones del Espíritu Santo.
Por desgracia, hay un estereotipo de la Renovación que la reduce a una experiencia superficial y sentimentalista. Es normal que, como nos ha pasado a muchos al principio, puedan chocar algunas manifestaciones externas, sin embargo cuando no se mira desde fuera sino que se entra en esta experiencia, uno experimenta algo nuevo que toca lo más profundo de su vida.
– ¿Qué le atrajo a Vd. a la RCC y en qué percibe un mayor beneficio para su propia vida espiritual?
– En realidad, no me atraía nada de la Renovación. Pero en 2004, siendo sacerdote y estando de formador del Seminario Conciliar de Madrid, acompañé a unos seminaristas que iban a la vigilia de Pentecostés de la parroquia en la que estaban de pastoral, y resultó ser una celebración al estilo carismático. Me tocó mucho. Sentí la libertad que tanto anhelaba. En aquel momento llevaba ya tiempo en un período duro de crisis y sufrimiento, y estaba buscando algo que enfocase de modo adecuado mi vida. A partir de esa experiencia participé en la Asamblea Nacional de la RCC y en distintos encuentros. Un momento especial donde experimenté sanación interior fue la Pascua de jóvenes en 2006, a la que fui con la pretensión de ayudar como sacerdote, pero fue el Señor el que salió a mi encuentro para entrar hasta lo más profundo de mi alma. Ahí pude experimentar un paso importante de Dios para sanar mi corazón, después de entregarle, en la oración de la unción de Betania, aquello que era ‘lo más valioso para mí’ y de lo que me costaba mucho desprenderme. Ahí recibí una gracia especial, donde, después de llorar mucho, experimenté una gran alegría y libertad interior.
En la Renovación he encontrado lo que durante muchos años había estado buscando, es decir, un espacio de libertad donde vivir y celebrar la fe, una familia con la que compartir donde se van sanando mis heridas, y una misión donde entregarme para poder formar y acompañar, por medio de la predicación, la oración y el acompañamiento personal y comunitario, a los que sufren por las heridas que han recibido en su vida.