Queridos hermanos sacerdotes, personas consagradas y fieles cristianos laicos: Dios ha enriquecido a la diócesis de Valencia con muchos dones a lo largo de su historia. Uno de esos dones, sin duda de los más preciados y venerados, es el Santo Cáliz de la Última Cena de Jesús, cuando instituyó la Eucaristía y tomó una copa llena de vino y dijo, anticipando su Pasión y su Cruz: «Este es el cáliz de mi sangre que será derramada por vosotros… para la redención de los pecados».
Aquella copa, aquél Cáliz, -por las vicisitudes de la historia, y según datos muy fiables, fidedignos, de la Tradición- Dios ha querido que viniese hasta aquí, hasta nosotros para ser guardado con verdadero sentido religioso y para ser venerado como se merece. Mi querido predecesor en la Sede Valentina, Mons. Carlos Osoro, con gran acierto y sentido de Pastor, acudió a la Penitenciaría Apostólica para pedir que cada cinco años fuese declarado Año Jubilar del Santo Cáliz, con las prerrogativas anejas, para venerar tal Reliquia de tan alto recuerdo y valor y, así, promover el culto eucarístico, primariamente en la diócesis de Valencia y, también, en cuantas personas se acerquen a contemplarlo y venerarlo en ese Año Jubilar quinquenal. La Penitenciaría Apostólica, con gran generosidad y comprensión, accedió a la petición, y ahora, el próximo día 29, jueves, fiesta del Santo Cáliz, va a dar comienzo el primer Año Jubilar del Santo Cáliz, con el lema de ‘Cáliz de la Misericordia’, por coincidir con el Año de la Misericordia, convocado con el papa Francisco para toda la Iglesia, y por ser el Cáliz de la sangre derramada para el perdón de nuestros pecados.
El misterio eucarístico
Ante este año jubilar nos sentimos llenos de gozo y agradecimiento por lo que el Santo Cáliz es, y lo que en él se ofreció a toda la Iglesia de todos los tiempos y constituye su corazón: el misterio eucarístico, en el que se contiene el don que Jesucristo hace de sí mismo, revelándonos el amor infinito de Dios por cada hombre y haciéndonos partícipes de él.
No podemos silenciar ni ocultar el gran misterio de la fe: la Eucaristía, el misterio de la Última Cena en que se anticipa el Sacrificio de la Cruz, la entrega de Jesús hasta el extremo, y ahora se perenniza hasta el fin de los siglos. La Iglesia, porque es para todos este Misterio, -presencia real de Cristo, de su ofrenda, de su sacrificio, de su amor entregado por nosotros- quiere que todos los hombres participen de él y se alimenten de él, Amor de los amores, y así entren en su alegría, la alegría que los cristianos tenemos y nadie nos puede arrebatar. De aquí brota la alegría cristiana, la alegría del amor y del ser amados. El misterio eucarístico, que este Santo Cáliz presenta, alimenta en los creyentes de todas las partes la alegría profunda, que está íntimamente relacionada con el amor y la paz, y tiene su origen en la comunión con Dios, Dios-con­ nosotros- y los hermanos.
Con admiración, asombro y alegría incontenible la Iglesia adora, contempla, participa el misterio de la fe, la presencia real de nuestro Señor Jesucristo, en el Sacramento del altar, que evoca como pocas realidades el Santo Cáliz. Él ha querido quedarse con nosotros y ser el corazón latente de la Iglesia. En este sacramento está todo y de él brota todo. El futuro está en él, el futuro del mundo en él se encuentra. No podemos escamoteárselo. Es a lo que nos ayudará este Año Jubilar que comenzamos, D.M, el jueves, día 29 de octubre, con una Eucaristía en la Catedral a las 7 de la tarde.
Os invito a todos y confío que muchos os unáis a este importante acontecimiento de gracia que el Señor nos concede, así como a los actos y gestos de este Año jubilar. Os espero. La Santa Misa, inicio de este Año de gracia, la ofreceremos por la paz en Tierra Santa y en Oriente Medio, como el Papa nos pidió recientemente, y, además, porque allí, en aquellas tierras, está el origen del Santo Cáliz de la Cena, Cáliz de la Pasión y de la Sangre de Cristo, ofrecida por Él para la reconciliación.
Invito, al mismo tiempo, a sacerdotes, personas consagradas y fieles cristianos laicos a que os unáis religiosamente a los actos de este Año Jubilar, y que Dios os conceda toda suerte de bendiciones y de gracias que acompañen este don de Dios, recibido por medio de la Iglesia. Que Dios derrame copiosamente su gracia sobre esta queridísima diócesis de Valencia.
Con mi bendición y mi afecto para todos:
+ Antonio, Card. Cañizares Llovera
Arzobispo de Valencia