La actual comunidad de Benigànim está integrada por diez religiosas.

L.B. | 17.01.2020

El mes de enero es muy especial para las Agustinas Descalzas de Benigánim. En él coinciden dos fechas importantes para la orden. Por una parte, el día 14 es la fiesta de su fundador, san Juan de Ribera. Y por otra, el 21 celebran la de una de sus hermanas más conocida y querida, la beata Inés de Benigànim.

Diez religiosas forman en la actualidad la comunidad del monasterio de la Purísima Concepción, San José y beata Inés, en Benigànim. Allí viven en clausura dedicadas por entero a la oración.

“Vivimos en comunidad para hacer de esta casa una pequeña porción del pueblo cristiano a imitación de las primeras iglesias”, explica la hermana Aurora. Y viven en clausura “porque aquí dentro, liberadas de todo, podemos emplearnos con toda plenitud a la contemplación, al amor, pues cuando uno se desprende de todo es cuando de verdad posee todas las cosas”, añade la religiosa.

La oración, en el centro
La orden fue fundada en el siglo XVI por san Juan de Ribera. El entonces arzobispo de Valencia trabajaba por reformar la Iglesia en Valencia y hacerla más santa. Entendió que uno de los instrumentos más poderosos para ello era la oración y, en concreto, la creación de casas dedicadas por completo a ella.

“Él nos dio la Regla de san Agustín, sus ansias de buscar a Dios, su amor a la Iglesia y a la vida en comunidad. Y también, las Constituciones de santa Teresa de Jesús. Por eso, somos pobres, sencillas y alegres. A ejemplo de santa Teresa buscamos a Dios en nuestro interior adentrándonos en las moradas interiores, como ella nos enseñó por medio de la oración”, explica sor Aurora. De manera que la principal misión de las Agustinas Descalzas es mantener vivo el fervor por la Eucaristía, misión que se refleja en el saludo con que reciben a todos: ¡Alabado sea el Santísimo Sacramento del Altar!

Por ese motivo, el silencio y la oración personal y comunitaria centran el día a día de las Agustinas Descalzas. Tras la celebración de la eucaristía a las 9 de la mañana, exponen el Santísimo ante el que permanecen en turnos de oración de media hora. Luego, cada una se dedica a su tarea, que en la actualidad se centra en la atención de las hermanas más mayores.

Por la tarde, después de la comida y del descanso, vuelven a exponer el Santísimo y continúan con los turnos de oración, así como sus trabajo. A lo largo del día se reúnen varias veces para participar en la Liturgia de las Horas. Y no es hasta después de la cena cuando pueden disfrutar de un tiempo de recreo, momento en que la comunidad aprovecha para dialogar, comentar acontecimientos, compartir y reir. Sí, porque la risa y la alegría son permanentes en estas mujeres cuyos rostros reflejan, sin duda, una vida plena.

Un monasterio sencillo
El monasterio de Benigànim que sigue ocupando la orden fue construido en 1611. La zona de clausura se organiza en torno a un sencillo patio rectangular. Destaca una amplia huerta con una balsa que recibe agua a través de un acueducto, una ermita y dos relojes de sol. Todo está protegido por un muro de más de 200 años que lo rodea por completo.
Pero, sin duda, el centro del monasterio es la iglesia. Es de 1810 y se levantó para dar cabida al culto y la devoción a la beata Inés. En ella destaca una capilla con un sepulcro de bronce que guarda las reliquias de la beata. “Las monjas de esta casa quisieron lo mejor para su iglesia y su beata”, puntualiza sor Aurora.

Porque las Agustinas Descalzas tienen dos ‘hermanas mayores’, que les marcan con su vida el camino a seguir. Son la beata Josefa de la Purificación, mártir de la persecución religiosa de 1936, y la beata Inés de Benigànim. “En la beata Inés vemos el valor de la humildad, de la sencillez, de la inocencia. Ella es de esos pequeños de los que habla el Evangelio. Entre las dos nos dicen que es posible cumplir con las bienaventuranzas porque el Señor hace maravillas en quienes le siguen”, manifiesta la religiosa.

Devoción a la beata
Precisamente, una de las principales tareas de las religiosas de este monasterio es atender la inmensa devoción popular hacia la beata Inés de Benigànim. “Recibimos a los devotos de la beata que nos visitan y cuidamos de la dignidad y esplendor del culto en nuestra iglesia. Nos preocupamos de que todo esté cuidado y bien dispuesto”, explican. Pero además, las Agustinas Descalzas fomentan actividades e iniciativas que extiendan la fama y devoción a la beata, como conferencias y exposiciones, y ahora, además, trabajan por su causa de canonización.

Dentro de todas estas actividades incluyen una misa todos los 21 de mes, así como un acto en honor de la beata el domingo siguiente. Las religiosas procuran también extender su fama a través de las redes sociales, y mantienen la Casa Recuerdos.

“Nosotras desde nuestra clausura procuramos también que ese día esta casa, por ser la de la beata, sea la de todos sus vecinos y devotos y trabajamos para que los peregrinos tengan una buena acogida, puedan adquirir recuerdos de su visita y que puedan celebrarse aquí los cultos en honor de la beata Inés”, añaden.

Y es que son muchas las personas y también los grupos que pasan por el monasterio para conocer un poco mejor a la beata Inés o que se acercan a pedir su intercesión o a darle gracias. “La puerta de la iglesia está abierta todo el día. La beata tiene mucha devoción y vienen todos los días de muchos pueblos”, subrayan. Las hermanas reconocen que los grupos, y especialmente los de jóvenes, les dan mucha vida. Y todos, jóvenes y mayores acuden a ellas a pedir oraciones, consejo y orientación.
Con ellas se puede participar en la eucaristía, todos los días a las 9 de la mañana y los domingos y festivos, a las 8 horas. Además, por las tardes también acogen a quienes quieren compartir con ellas el rezo de Vísperas.

Una casa de oración para ‘remar mar adentro’ y un museo de la beata

“Amar es compartir”. Por eso, las Agustinas Descalzas han destinado una parte de su huerto fuera de la clausura a casa de oración. Allí tienen una capilla y un comedor, además de un patio y los senderos de la huerta, para grupos interesados en pasar un día de retiro en su monasterio.
La casa se llama ‘Rema mar adentro’, “porque el Señor habita en nuestro interior y allí nos aguarda”, explican las religiosas. “Nos gustaría que nuestra casa, que por ser casa de Dios es lugar de oración, permita este encuentro que transforma la vida”, añaden.

Casa Recuerdos
En la misma casa de oración hay unas salas habilitadas para exponer los recuerdos y reliquias de la beata Inés. “Queremos que los devotos de la beata que vienen hasta nuestra casa puedan acercarse más a su figura”, destacan. De manera que las salas están ambientadas simulando el monasterio del siglo XVII.

En esas salas se exponen objetos que pertenecieron a la beata. Son más de cincuenta piezas de valor incalculable, algunas verdaderas obras de arte o piezas muy curiosas, que dan idea de todo lo que rodeó la vida de la beata Inés de Benigànim y su historia.

También hay una sala de exposiciones temporales. Este año se titula ‘El Pan del alma’ y las piezas que se exhiben están vinculadas a la Pasión del Señor. Hay pintura, escultura y orfebrería, principalmente.
El año pasado, la Casa Recuerdos recibió más de 1.000 visitantes. Además de poder concertar visitas para grupos, se abre al público cada segundo y cuarto domingo de mes, de 10 a 13 horas.

+INFO
Casa de oración y Casa Recuerdos
c/ Leonor Ortiz, 4 – Benigànim
96.292.02.94

Inés de Benigànim, primera Agustina y primera valenciana beatificada

Josefa Teresa Albiñana Gomar nació en Benigànim el 9 de febrero de 1625. Joven sencilla, sintió vocación religiosa siendo muy niña. En 1643 entró como postulante en el monasterio de las Agustinas Descalzas de su pueblo.

El 26 de junio de 1644 vistió el hábito, y el 27 de agosto de 1645 hizo su profesión religiosa y cambió el nombre por sor Josefa María de Santa Inés.
Fue hermana lega, a la que se le encomendaban los trabajos más humildes, que siempre desempañaba con semblante risueño y sereno. Con frecuencia repetía una frase: “Con ganas o sin ganas, hazlo todo por amor de Dios”.
A pesar de no tener formación y de no saber leer ni escribir, recibió dones místicos y un gran conocimiento teológico. Todas las hermanas acudían a ella para pedir consejo y consuelo. Tenía una gran caridad con los pobres y necesitados.

Tenida por santa por todo el mundo, murió en el convento el 21 de enero de 1696, día de santa Inés. El papa León XIII la beatificó el 26 febrero de 1888. Fue la primera religiosa de la orden y la primera mujer valenciana elevada a los altares.