(Fotografía: Alberto Saiz).

El arzobispo de Valencia, monseñor Enrique Benavent, que presidó la fiesta de la Virgen de los Desamparados, señaló en la Missa d´Infants, “al manifestar com a poble el nostre amor a la Mare de Déu, ens sentim més germans, perquè sabem que tenim una mare que ens unix a tots. La Mare de Déu fa de tots una mateixa família de la fe”.

El Arzobispo expresó que “quien mira a Cristo vive en la tierra, ve la degradación en la que podemos caer por el afán de dinero, de placer o de poder” y ha recordado que “mirar al cielo no es vivir en un mundo irreal: es no absolutizar las cosas del mundo; valorar más las personas que las cosas; reconocer la dignidad de todo ser humano; no someter a nadie a los propios intereses; buscar la justicia y la verdad por encima de todo; no sacrificar a nadie en función de los propios deseos; no justificar la mentira para conseguir ningún objetivo. No es estar parados contemplando la nube en la que entró el Señor. Quien mira al Cielo lucha contra el mal y lo hace con las armas del bien, perdonando y no acusando”.

El Arzobispo aludió al papa Francisco en la bula con la que convoca el Jubileo Universal de 2025, donde afirma que “las obras de misericordia son obras de esperanza”como “desde hace siglos, la devoción a la Mare de Déu ha abierto caminos para llevar a cabo esta misión practicando las obras de misericordia” así como a la declaración del Papa Dignitas Infinita, donde se recoge que “los desamparados son aquellos cuya dignidad no es respetada ni cuidada: los más pobres; las víctimas de la guerra; los emigrantes; víctimas de la trata; las víctimas de los abusos sexuales; las mujeres sometidas a violencia; los seres humanos concebidos y no nacidos; quienes se sirven de la maternidad subrogada que convierte al ser humano en una mercancía que se compra o se vende; las personas que están en situación de enfermedad terminal y que más necesitan sentirse amadas; las víctimas de la violencia digital o de las ideologías de género”.

Mons. Benavent recordó que “la Mare de Déu, desde el mismo momento de la fundación de la Real Archicofradía, nos ha impulsado a comprometernos en la misión, siendo sembradores de la semilla del Reino de Dios en nuestro mundo”.

También, hizo referencia a que “fa 550 anys es va publicar el primer llibre imprés en la nostra ciutat, i va ser un llibre dedicat a Tu. Els nostres poetes competien entre ells per alabar el Teu nom. Et portem en el cor perquè ho has sigut i eres tot per a tots. Hui et demanem que seguisques sent la nostra protectora i la nostra esperança”.

Igualmente, agradeció la participación de la Escolanía de la Virgen, que ofreció sus cantos en la Missa d´Infants. Intervino junto a la Coral Joan Bautista Comes acompañada por la Orquesta Sinfónica del Conservatorio de Valencia.

Saludos a autoridades y a todos los valencianos

Al principio de su homilía, el Arzobispo de Valencia saludó a las autoridades eclesiásticas y civiles presentes en la Missa d’Infants. Así se dirigió “al Sr. Bisbe de Segorb-Castelló i als altres germans en l’episcopat que, nascuts en la nostra diòcesi, estàn exercint o han exercit el seu ministeri en altres diòcesis, als sacerdots, diaques i seminaristes. A les autoritats que representeu a tot el poble valencià: Molt Honorable Sr. President de la Generalitat i membres del  consell; a la Delegada del Gobierno;  la Presidenta de Les Corts; a la Alcaldessa i al regidors, al President de la Diputació, a les autoritats militars, judicials i acadèmiques”.

Asimismo destacó  “de manera especial ens alegra la presencia de la fallera  major infantil i de la seua cort d’honor representant a totes les  xiquetes i xiquets valencians. Salude als membres de la Reial Arxiconfraria de la Mare de  Déu, de la Cort d’honor, dels Seguidors, a l’Escolania i a totes les  associacions que cuideu la devoció a la Mare de Déu amb el  vostre treball de cada dia i als que seguiu la retransmissió de la missa pels mitjans de comunicació. Un record per a  les diòcesis  de Oriola-Alacant; Sogorb-Castelló y  els pobles valencians de la per a mi tan recordada diòcesi de Tortosa.

La Missa d’Infants fue concelebrada por el Obispo de Segorbe-Castellón, mons. Casimiro López; el Obispo emérito de Alicante, mons. Jesús Murgui; el Obispo de Málaga, mons. Jesús Catalá; el Obispo de Lleida, mons. Salvador Giménez; el Obispo auxiliar emérito de Valencia, mons. Esteban Escudero y el Arzobispo emérito de Zaragoza, mons. Manuel Ureña.

Cada vegada que dirigim la nostra mirada i alcem el ulls cap a la Mare de Déu, els valencians ho fem amb el desig que eixa mirada, sempre acompanyada d’una pregària, d’una acció de gràcies, d’una expressió d’amor filial, siga un homenatge de pur i ver amor. Això ho fem personalment cada vegada que la visitem en la seua reial basílica; ho fan els nostres pobles i parròquies on és venerada; ho viuen cada vegada que la imatge peregrina es fa present en moments significatius de la seua vida o de la seua historia de fe. Però és hui, en este dia de festa, quan l’homenatge, que es expressió d’eixe amor pur i ver que li tenim els valencians, es fa visible; es hui quan, al manifestar com a poble el nostre amor a la Mare de Déu, ens sentim més germans, perquè sabem que tenim una mare que ens unix a tots.

I, al fer-li este homenatge, trobem en Ella una nova vida: la nostra fe reviu al contemplar la seua; la nostra esperança creix al mirar-la a Ella que viu en la plenitud de la vida en Crist; el nostre amor a tots i especialment als qui més ho necessiten, es fa més fort; l’alegria de la nostra fe que, d’una manera especial sentim en este temps de Pasqua i en esta solemnitat de l’Ascensió que hui celebrem, es fa més intensa, peque veiem que la nostra alegria no es més que compartir l’alegria plena que la Mare del Senyor va arribar a viure en la Pasqua i que ara viu plenament al costat del seu Fill, que està a la dreta del Pare.

(Fotografía: Alberto Saiz).

Elevar la mirada al cielo

En esta solemnidad de la Ascensión del Señor, nuestros ojos y nuestro corazón se elevan al Cielo, a Jesús que hoy deja el mundo y vuelve al Padre; y a Santísima Virgen María que, después de su peregrinación por este mundo, también participa plenamente de la gloria del Hijo. Ellos nos indican la meta a la que todos estamos llamados; una meta no es solo un final, sino que constituye la plenitud de vida que Dios reserva a sus hijos. La Ascensión del Señor nos orienta hacia el Cielo; nos impulsa a vivir en un horizonte abierto; a no estar encerrados y atrapados por nuestros deseos y por nuestros egoísmos. Mirar al cielo no es vivir en un mundo irreal: es no absolutizar las cosas del mundo; valorar más las personas que las cosas; reconocer la dignidad infinita de todo ser humano; no someter a nadie a los propios intereses; vivir con un corazón abierto a todos; buscar la justicia y la verdad por encima de todo; no sacrificar a nadie en función de los propios deseos; no justificar la mentira para conseguir ningún objetivo.

Mirar al cielo es desear llegar a la plenitud de Cristo. No es estar parados contemplando la nube en la que entró el Señor. Quien mira al Cielo, como no ama las cosas de este mundo, lucha contra el mal y lo hace con las armas del bien, perdonando y no acusando. Quien vive así se encamina hacia la plenitud de Cristo, porque está orientando nuestro mundo hacia el Reino de Dios.

Sin dejar de ver la realidad de nuestro mundo

La mirada de la Sagrada imagen de la Mare de Déu nos recuerda que nuestra mirada al cielo no nos aleja de nuestro mundo. Su mirada está orientada hacia la tierra. Ella, Mare dels Desamparats, nos recuerda que el cristiano, que tiene su corazón en el Cielo, debe ver el mundo con su misma mirada. María ve con sus ojos el corazón de cada uno de sus hijos, porque la mirada de una madre es la mirada que nace del amor, no de la indiferencia, ni la de quien se desentiende de los demás; no es una mirada del odio que lleva a juzgar a los otros buscando motivos para condenar, sino de la misericordia que sabe descubrir lo bueno que hay en el corazón de cada uno de sus hijos. Solo mirando el mundo como ella podemos sembrar el bien en nuestra sociedad.

La mirada de la Mare de Déu es una mirada de misericordia, llena de compasión hacia los que sufren y de perdón; una mirada que despierta confianza, cuya sonrisa nos infunde paz y esperanza, llevándonos a Cristo por los caminos del amor i no del temor. Mirar al cielo no nos lleva a desentendernos del mundo, sino a mirarlo con los ojos de María.

Enviados al mundo

El Señor envía hoy a sus discípulos a anunciar el Evangelio y a ser portadores de la Salvación. Desde hace siglos, la devoción a la Mare de Déu ha abierto caminos para llevar a cabo esta misión practicando las obras de misericordia y siendo sembradores de esperanza para los más desamparados, porque, como nos ha recordado el papa Francisco en la bula La esperanza no defrauda con la que convoca el jubileo universal del año 2025, “las obras de misericordia son obras de esperanza”. Los desamparados son aquellos cuya dignidad infinita que tienen como seres humanos, “independientemente de la condición o de la calidad de su vida” (Como nos ha recordado la Declaración dignitas infinita), no es respetada ni cuidada: los más pobres; las víctimas de la guerra; los emigrantes; aquellos que son víctimas de la trata de personas que los esclaviza; las víctimas de los abusos sexuales; las mujeres que son sometidas a violencia; los seres humanos concebidos y no nacidos; quienes se sirven de la maternidad subrogada que convierte al ser humano en una mercancía que se compra o se vende; las personas que están en situación de enfermedad terminal y que más necesitan sentirse amadas; las víctimas de la violencia digital o de las ideologías de género.

Quien mira a Cristo que hoy asciende al Cielo vive en la tierra: ve las injusticias; conoce los sufrimientos; ve la degradación en la que podemos caer por el afán de dinero, de placer o de poder y, por ello, no queda indiferente ante la realidad de nuestro mundo. La Mare de Déu, desde el mismo momento de la fundación de la Real Archicofradía, nos ha impulsado a comprometernos en la misión que el Señor confió a sus discípulos, siendo sembradores de la semilla del Reino de Dios en nuestro mundo, de ese Reino que llegará a su meta cuando alcancemos todos la Plenitud de Cristo.

(Fotografía: Alberto Saiz).

Vostra imatge santa portem sempre en lo cor

Mare de Déu, en l’himne de la coronació proclamem que els valencians portem la vostra imatge santa “sempre en lo cor”. I es que, des de sempre, els valencians et portem en el nostre cor, perquè sabem que tu ens portes a tots en el teu. Fa 550 anys es va publicar el primer llibre imprés en la nostra ciutat, i va ser un llibre dedicat a tu. Els nostres poetes competien entre ells per a trobar les millors expressions per alabar el teu nom, van sentir que les paraules es queden curtes davant la teua grandesa: van dir de tu tantes coses que no les podem repetir totes: que eres “plenitud de caritat eterna”, que estàs “plena de dons i de bens gratuïts”, que eres “remei dels afligits”, “goig sens tristor de nostra vida trista”, “font brollant de nostra salut”, “bonança per als navegants”, “camí segur i guia per als pelegrins”, “esperança de tots els pobles”. Des de sempre els valencians et portem en el cor perquè ho has sigut i eres tot per a tots. Hui et demanem que seguisques sent per a tots els valencians la nostra protectora i la nostra esperança: que els afligits troben consol en tu; que sigues llum per als qui viuen perduts; que tinguen gràcia els pecadors; alegria els tristos i que guiats per tu, arribem tots al port de la salvació, a la plenitud de Crist, a qui hui veiem gloriós a la dreta del Pare. Amén