Al abrir el Año de la Fe con una misa solemne en la plaza de San Pedro, el Papa invitó el pasado 11 de octubre a que “se reavive en toda la Iglesia aquella tensión positiva, aquel anhelo de volver a anunciar a Cristo al hombre contemporáneo”, en referencia al Concilio Vaticano II, cuya apertura se conmemoró también el mismo día.
“Pero, con el fin de que este impulso interior a la nueva evangelización no se quede solamente en un ideal, ni caiga en la confusión, -añadió Benedicto XVI- es necesario que ella [la Iglesia] se apoye en una base concreta y precisa, que son los documentos del Concilio Vaticano II, en los cuales ha encontrado su expresión”. Por ello, “he insistido repetidamente en la necesidad de regresar, por así decirlo, a la «letra» del Concilio, es decir a sus textos, para encontrar también en ellos su auténtico espíritu, y he repetido que la verdadera herencia del Vaticano II se encuentra en ellos”.
El Santo Padre también reparó en que “si sintonizamos con el planteamiento auténtico que el beato Juan XXIII quiso dar al Vaticano II, podremos actualizarlo durante este Año de la Fe, dentro del único camino de la Iglesia que desea continuamente profundizar en el depósito de la fe que Cristo le ha confiado. Los padres conciliares querían volver a presentar la fe de modo eficaz; y sí se abrieron con confianza al diálogo con el mundo moderno era porque estaban seguros de su fe, de la roca firme sobre la que se apoyaban”.
Entre los asistentes a la misa solemne, estaban el arzobispo de Canterbury y presidente de la Comunión Anglicana, Rowan Williams, flanqueado por dos clérigos también anglicanos, así como el patriarca ecuménico y arzobispo de Constantinopla, Bartolomé I, rodeado por tres clérigos de rito oriental.
En este ambiente de aproximación, se recordó el 50 aniversario de la inauguración del Concilio Ecuménico Vaticano II y los 20 años de la promulgación del Catecismo de la Iglesia Católica. Entre los presentes estuvieron 15 de los 69 padres conciliares aún vivos, a quienes la salud les permitió llegar hasta la sede de Pedro. De ese modo, pudieron conmemorar aquel acontecimiento vivido cuando la mayoría de ellos no cumplía ni los 50 años de edad.
En el Sínodo de Obispos
Concelebraron ochenta cardenales, ocho patriarcas de las Iglesias Orientales, 191 arzobispos y obispos que participan en la XIII Asamblea General del Sínodo de los Obispos y 104 presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo.
Como clausura de la celebración, el Papa entregó -como lo hiciera Pablo VI, al final del Concilio-, los mensajes a la humanidad que diera dicha asamblea ecuménica cincuenta años atrás. Representantes de gobiernos, intelectuales, científicos y artistas, así como de jóvenes, recibieron del Papa un ejemplar de los mensajes. También se repartieron ejemplares del Catecismo, del que se cumplieron ese mismo día 20 años.