Participantes en el Congreso Diocesano de Laicos del pasado mes de noviembre. FOTO: A.SÁIZ

✒ Inma Ros y Guillermo Prado
Coordinadores del Congreso
✒ Arturo Ros
Obispo auxiliar

En el mes de noviembre de 2019 celebramos en Moncada el Encuentro Diocesano de Laicos en el camino de preparación del Congreso Nacional de Madrid del mes de febrero de 2020. En aquellos meses los Consejos Pastorales Parroquiales respondieron al documento de preparación que nos proponía la Conferencia Episcopal Española y fue nuestra aportación diocesana a la experiencia gozosa vivida en Madrid con representantes de todas las Diócesis de España.

Nosotros estábamos entonces en la fase de elaboración del Sínodo Diocesano y contábamos con la riqueza de los trabajos que estaban realizando las comisiones técnicas. Un tiempo después del Congreso de Madrid recibimos las orientaciones para seguir caminando en cada Iglesia particular.

Fue entonces, tras una larga reflexión, cuando nuestro Consejo Diocesano de Laicos propuso al Sr. Cardenal Arzobispo de Valencia la celebración de un Congreso Diocesano de Laicos. Era todo un reto, sin duda alguna, pero el ánimo y la luz del Espíritu nos pusieron en marcha: «Pero no hay mayor libertad que la de dejarse llevar por el Espíritu, renunciar a calcularlo y controlarlo todo, y permitir que Él nos ilumine, nos guíe, nos oriente, nos impulse hacia donde Él quiera. Él sabe bien lo que hace falta en cada momento. ¡Esto se llama ser misteriosamente fecundos!» (EG 280)

En los primeros días del mes de enero del presente año elaborábamos el primer borrador de ideas, propuestas y tareas que se fue desarrollando en las semanas siguientes. En esta primera fase el Consejo Diocesano de Laicos coordinaba las tareas previas. A finales del mes de marzo se creó la Comisión Coordinadora del Congreso que comenzó a reunirse en el mes de abril y no dejó de hacerlo hasta finales de noviembre.

Fueron semanas intensas, de abundante trabajo, para que todo estuviera listo en las fechas señaladas. El camino ha sido largo, siempre en manos de Dios, siempre suplicando la fuerza del Espíritu Santo, siempre con deseos limpios de servir a la Iglesia Diocesana, siempre cuidando con esmero la comunión fraterna. Es fácil comprender que en estos proyectos siempre aparecen inconvenientes, dudas, pruebas, incomprensiones, pero nada podía detenernos: «El Evangelio nos invita ante todo a responder al Dios amante que nos salva, reconociéndolo en los demás y saliendo de nosotros mismos para buscar el bien de todos. ¡Esta invitación en ninguna circunstancia se debe ensombrecer! Todas las virtudes están al servicio de esta respuesta de amor.» (EG 39)

Y, por fin, llegó el momento. Los días 27 y 28 de Noviembre de 2021 celebramos el Congreso Diocesano de Laicos, en el Palacio de Congresos de Valencia. Sin duda son fechas que quedarán grabadas en la historia de nuestra amada Diócesis de Valencia, no por un mero recuerdo cronológico, sino porque lo que hemos vivido ha sido tan grande, tan bello, tan profundo y tan real que va a producir abundantes frutos, llenos de ilusiones y esperanzas.

Desde la noche del 28 de noviembre hemos ido recibiendo muchas palabras, correos, mensajes… casi hemos perdido la cuenta. Hay algo que se repite en todas esas comunicaciones: sentimientos preciosos de gratitud y una renovada esperanza. En el Congreso se respiraba alegría, gozo, ilusión. Eran admirables las manifestaciones de fraternidad, la vivencia de la comunión diocesana, estar juntos, rezar juntos, compartir, sonreír, y, porqué no decirlo, también algunas lagrimitas de emociones.

Tenemos la sensación de que pasó todo muy rápido y que nos quedamos todos con ganas. Pero también sabemos que no podemos pedir tanto y que hemos iniciado un camino que tiene muchas etapas en el futuro. Ahora, mientras seguimos saboreando las delicias de todo lo vivido, estamos trabajando para cumplir fielmente lo que anunciamos en la clausura del Congreso. La llama está encendida, vamos a seguir alimentándola para que las semillas se sigan esparciendo por todos los rincones de la Diócesis.

Nuestro corazón rebosa de gratitud. No vamos a cansarnos de decir, una y otra vez, GRACIAS. Gracias a todas las personas que participaron en el Congreso. Gracias a las entidades que con su colaboración lo hicieron posible. Gracias por tantas oraciones y tantas palabras de ánimo. ¡Que grande es sabernos Iglesia de Dios! ¡Que gozo tan inmenso poder dar testimonio de la “alegría del Evangelio”! Una y mil veces más: GRACIAS, GRACIAS, GRACIAS.

«Evangelizadores con Espíritu quiere decir evangelizadores que se abren sin temor a la acción del Espíritu Santo… El Espíritu Santo, además, infunde la fuerza para anunciar la novedad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente. Invoquémoslo hoy, bien apoyados en la oración, sin la cual toda acción corre el riesgo de quedarse vacía y el anuncio finalmente carece de alma. Jesús quiere evangelizadores que anuncien la Buena Noticia no sólo con palabras sino sobre todo con una vida que se ha transfigurado en la presencia de Dios». (EG 259)

No nos despedimos. Mantendremos viva la comunicación en las semanas sucesivas. La página web del Congreso seguirá activa para poder seguir informando. Vamos a seguir “caminando juntos”. Recuerda: «Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre nueva». (EG 11)