EVA ALCAYDE | 17-05-2019
Matilde Elices, doctora en psiquiatría y especialista en TLP ofreció un curso de formación en la diócesis de Valencia.
V.GUTIERREZ
La sociedad evoluciona un ritmo vertiginoso. Y con ella, los usos y costumbres, la tecnología, los oficios, las personas… y también su forma de enfrentarse a los problemas. Esto es algo que saben bien en MAIDES, la Fundación ‘Mare de Déu dels Innocents i Desamparats’, que trabaja cada día para ayudar a quienes sufren un trastorno mental grave.
Maides ha desarrollado, en sus 10 años historia, tres programas que se van enlazando: el Programa de las Vilas, en el que conviven los enfermos durante los 365 días del año, el Programa de Acompañamiento Domiciliario (PAD), para un seguimiento personalizado, y el Programa de Atención y Sensibilización Comunitaria (PAC), para aquellas personas que viven en sus propios domicilios pero se encuentran en soledad.
Sin embargo, en los últimos tiempos, a la Fundación Maides han llegado casos de personas con un dolencia mental muy específica: Trastorno Límite de la Personalidad (TLP), que ha hecho que la Fundación busque la formación específica y necesaria para adecuar la ayuda que ofrece a estos nuevos perfiles. Un trastorno específico requiere una terapia específica.
¿Qué es el TLP?
Quien sufre un Trastorno Límite de la Personalidad tiene muchas dificultades para regular sus emociones. Matilde Elices, experta en este tema, habla de una desregulación emocional generalizada. “Son personas que no tienen habilidades para gestionar una emoción y esto les lleva a tener conductas disfuncionales, que pueden resultar peligrosas, como consumir drogas y otras sustancias, mantener relaciones sexuales de riesgo, o incluso autolesionarse”, explica.
Para bajar el nivel de intensidad de esas emociones que no pueden regular, las personas con TLP practican este tipo de conductas que, a corto plazo, les sirven, porque disminuye la emoción, pero luego, como no tienen esos mecanismos de autorregulación, la intensidad vuelve a subir.
“Cuando hay autolesiones el dolor físico es tan grande que logra camuflar, la angustia, la ansiedad o el vacio que siente el paciente”, explica Matilde Elices, que pertenece a la Asociación Española de TDC (Terapia Dialéctica Conductual), una entidad que aglutina en España a los profesionales que trabajan en una terapia específica desarrollada para tratar el TLP.
Según la experta en este transtorno, el TLP es el resultado de la combinación entre dos aspectos, la vulnerabilidad biológica para esta regulación natural, es decir el déficit o carencia para autorregularse) y los ambientes invalidantes o factores sociales (familias desestructuradas, casos de abusos, etc)
“La combinación de estos dos factores no tiene el mismo peso en cada persona. De hecho, dos pacientes con TLP pueden no parecerse en nada. Lo común entre ellos es su dificultad para regular los sentimientos”, explica.
La gente con TLP tiene una sensibilidad mayor a las emociones, y reaccionan más intensamente a los estímulos emocionales. Matilde Elices lo explica usando el símil de la piel, que nos protege el cuerpo de factores externos. “Una persona con TLP es como si no tuviera piel y todo el cuerpo estuviera en carne viva. Cualquier mínimo roce, ya le produce dolor”.
La experta destaca la dificultad para entender a estas personas porque sus reacciones ante pequeños estímulos suelen ser desmesuradas. “Es un trastorno que afecta mucho al entorno familiar”.
Sobre cómo detectarlo, Elices subraya que el TLP suele aparecer en la juventud y está muy ligado a la impulsividad. La persona es extremadamente sensible a los estímulos emocionales, tiene problemas particulares con la ira y sucede en diferentes contextos, en el trabajo, en casa, con los amigos, con la pareja… “Cuando la desregulación emocional es muy fuerte y generalizada, es síntoma de un problema. Si mis emociones se interponen siempre en mi día a día, si me dejo guiar por ellas, y me llevan a tener conductas disfuncionales, podemos estar ante este trastorno”, explica la experta
Reemplazar pastillas por habilidades
La buena noticia es que el TLP tiende a mejorar con el tiempo y un año de terapia individual y grupal puede ser suficiente para que el paciente adquiera habilidades conductuales. “Lo primero que hacemos es cambiar las conductas y eso ya repercute en los sentimientos. No hay un fármaco específico, pero la terapia sí incluye un paquete de habilidades de regulación emocional. Enseñamos a etiquetar emociones y a describirlas, porque no podemos regular algo que no sabemos lo que es” apunta Matilde Elices.
Aunque el TLP ya aparecía en los manuales de psiquiatría en los años 80, la experta considera que los valores de la sociedad perfeccionista lo han potenciado. “Las personas queremos sentirnos todo el tiempo bien y felices, pero el sufrimiento es parte de la vida y, por más bien que te vayan las cosas, no te ahorras el sufrir. Esto es algo cultural, de la sociedad de hoy, con una tendencia clara a la felicidad hedonista”, concluye.
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