Un momento del acto eucarístico, con la exposición y adoración del Santísimo. FOTO: M.GUALLART

EVA ALCAYDE | 18.6.2020

Sin bailes típicos, ni danzas, sin moma y sin rocas, sin cabalgata del Convite, ni desfile de personajes bíblicos, sin cirialots… Valencia no pudo vivir este año por la pandemia la solemnidad del Corpus Christi con todos esos bellos y tradicionales elementos de la ‘festa grossa’. Con todo, la fiesta de este 2020 no dejó de exaltar su esencia: la Eucaristía.


La catedral de Valencia acogió el pasado domingo la solemne misa del Corpus, presidida por el cardenal arzobispo, Antonio Cañizares, y concelebrada por los obispos auxiliares de valencia, Esteban Escudero y Javier Salinas, así como el arzobispo emérito de Zaragoza Manuel Ureña, y el obispo emérito de Lleida, Joan Piris, además del cabildo de la Catedral.
El aforo del templo -reducido a la mitad para cumplir con las medidas de seguridad sanitarias- estaba completo desde antes de la celebración, Y todos los fieles, también las autoridades civiles, militares y académicas que asistieron, llevaban mascarilla. Entre los asistentes estuvieron integrantes de la Asociación Amics del Corpus, de la Cofradía de Santo Cáliz, así como de la Hermandad del Santo Cáliz.


“Dios está aquí”, “la Iglesia es Eucaristía” y “no podemos vivir sin la Eucaristía” fueron los mensajes que el Arzobispo fue tejiendo para transmitir a los fieles a lo largo de su homilía.


“Dios está aquí, verdaderamente. Éste es el misterio de nuestra fe, fuente de vida cristiana, aquí se guarda cuanto queda de amor y unidad. Ahí está toda la verdad, la verdad que nos hace libres y que es tan despreciada en la civilización nuestra”, subrayó el Arzobispo que destacó que “la paz se edifica sobre la verdad, sobre la justicia, el amor y la libertad, por eso no podemos apartarnos de la eucaristía”.


Para el Cardenal “celebrar la Eucaristía es una exigencia de unidad de todo el género humano, por eso la eucaristía está en el centro de todo”. Además destacó que “hasta que nosotros no nos unamos a Él, no será posible la unidad y la paz”, porque “la Eucaristía es capaz de cambiar un corazón de piedra del hombre por un corazón de carne para amar. Es así como la Eucaristía construye la Iglesia”.


La Iglesia no es una ONG
El cardenal Cañizares en su homilía también señaló que la Eucaristía es la “gran escuela del amor fraterno y no podemos ser insensibles ante las necesidades de los hermanos”.


“La Eucaristía nos conduce a vivir como hermanos, no como antagonistas, nos reconcilia y nos une”, señaló don Antonio, destacando la importancia de una “moral fundada sobre el amor, la verdad, la generosidad, el perdón y la confianza en el prójimo”.


Hablando de la caridad, el Arzobispo destacó que “es una exigencia del sacramento, no algo añadido. La Iglesia es Eucaristía, es amor, no es una ONG, las obras de caridad no son una actividad más, es la entraña misma de la Eucaristía”.


En este sentido, el Arzobispo insistió en destacar que la Iglesia es la presencia de Dios, “sino convertimos la Iglesia en una gran ONG, la secularizamos, así lo estamos haciendo y así los poderes de esta sociedad quieren que sea. Eso es una iglesia domesticada”.


Negando esta realidad con un “no en absoluto no”, don Antonio volvió a subrayar que “la Iglesia es Eucaristía y no podemos permitir más que se nos impida celebrar la Eucaristía. Es lo principal de todo. De ahí brotará un mundo nuevo y una humanidad verdaderamente nueva”.


Con los desempleados
En su homilía don Antonio habló también del desempleo generado por la pandemia: “Tenemos el gran problema de los desempleados. Paliar el hambre es urgentísimo y primordial y junto a esto está también el que haya empleo, que no se destruya el empleo y eso los cristianos tenemos que reclamarlo en nuestro mundo, en la sociedad. Así de claro lo digo y eso brota también de la Eucaristía, eso es amor”.


El Arzobispo hizo referencia a su reciente carta pastoral sobre el desempleo y reiteró que “no me arrepiento de nada de lo que digo en las cartas, todo lo contrario, aún digo poco” y alabó el trabajo de Cáritas Diocesana de Valencia.


“Cáritas Diocesana expresa lo que es la Iglesia, basada en la Eucaristía. El futuro de la Iglesia y de la humanidad está en la Eucaristía, por eso no podemos vivir sin la Eucaristía”, señaló.


El cardenal Cañizares concluyó su homilía advirtiendo que “el demonio existe en nuestra sociedad, en plena pandemia” y se refirió a ciertas investigaciones científicas que emplean células fetales humanas procedentes de abortos provocados.


“Hemos de pensar otra manera de actuar a favor del hombre, no contra el hombre”.


Resaltó igualmente, que la Eucaristía “es el antídoto contra el diablo” y concluyó con un llamamiento a todos a que: “vivamos con la Eucaristía en el centro de nuestras vidas, sin ella nada podremos hacer”.


Bendición en las puertas
Tras la misa del Corpus, que adquirió gran solemnidad por la música del órgano a cargo del organista Pablo Márquez, tuvo lugar también en la Catedral un acto eucarístico con exposición y adoración del Santísimo en el altar mayor.


Después, sobre las 12:00 horas, se inició una procesión claustral con la custodia. Primero se llevó por la nave central hasta la Puerta de los Hierros, que mantenían la verja cerrada por estar ya el aforo del templo completo. Cuando el Arzobispo bendijo a los fieles congregados, sonaron aplausos en el interior, mientras que fuera sonaban las campanas del Miguelete.
La procesión claustral continuó por la nave lateral hasta la Puerta de la Almoina, donde se repitió la escena: fieles arrodillados en plena calle para recibir la bendición y otros que intentaban captar el momento con sus teléfonos móviles.


A continuación, la procesión se dirigió, por la girola, hasta la Puerta de los Apóstoles donde, de nuevo, se congregaba un grupo de fieles y de nuevo hubo aplausos y toque de campanas.


Estas imágenes emocionaron a don Antonio que, antes de ofrecer la bendición final, se dirigió a los fieles en una pequeña alocución, en la que destacó los rostros de la gente a las puertas del templo. “¡Qué devoción y anhelo de Dios, esa es la autentica Valencia!”, exclamó el Arzobispo que recordó que Valencia es un pueblo eucarístico. “Tenemos el Santo Cáliz, que en octubre comenzará un año santo, el Cáliz de la Pasión, y dos santos eucarísticos, san Juan de Ribera y santo Tomas de Villanueva”.
El Arzobispo aseguró que “esa es la normalidad”, que le gustaría para Valencia, ya que, en su opinión “no podemos volver a la normalidad de antes de la pandemia. “La normalidad que necesitamos es recuperar el sentido de Dios, que lo hemos perdido, es recuperar el sentido de la adoración. Necesitamos un cambio de costumbres, de civilización, un cambio que demuestre que Dios está aquí, así cambiará el mundo y será posible que nos acerquemos a los hermanos que sufren por el dolor, la enfermedad y la muerte”, señaló.