Eduardo Martínez | 8-03-2013
Con motivo del Día Internacional de la Mujer (también denominado ‘de la Mujer Trabajadora’), PARAULA ha entrevistado a la nueva directora del Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. Isabel Muñoz Criado, que fue nombrada para ese cargo hace poco más de un mes, conoce bien las posibilidades y desafíos a los que se enfrentan las mujeres en la actualidad. Casada y madre de tres hijos, tuvo a los dos mayores mientras realizaba la “residencia hospitalaria” (el MIR) tras obtener la licenciatura en Medicina y aún sacó tiempo para licenciarse, además, en Farmacia. Desde su propia experiencia, para conciliar la vida familiar y la laboral es fundamental un “buen entendimiento” en el matrimonio a la hora de repartir tareas. Católica practicante, cree firmemente que también es compatible la ciencia y la fe. Es más, asegura que la investigación científica le ayuda a “reforzar” sus convicciones religiosas.

Isabel Muñoz en el Centro de Investigación Príncipe Felipe de Valencia. (Foto: Alberto Sáiz)


– En el Día de la Mujer se invita a valorar su papel en la sociedad y a reflexionar sobre su situación actual. ¿Cree que todavía subsisten en nuestro país discriminaciones hacia ellas? ¿Cómo las corregiría?
– En mi caso, nunca me he sentido discriminada por el hecho de ser mujer. Aunque es una realidad que todavía existe esa discriminación en un cierto grado. Por ejemplo, hay estudios que muestran que en algunos sectores profesionales hay una desproporción entre los sueldos de hombres y mujeres a favor de ellos. En puestos directivos también hay un desfase; entre los premiados con el Nobel sigue habiendo muchos más hombres que mujeres… Pero todo eso cambiará dentro de no mucho porque ahora, por ejemplo, ya hay más chicas que chicos en la Universidad. Por suerte, esas diferencias poco a poco van reduciéndose. En mi opinión, lo fundamental para corregir esos desequilibrios es una adecuada educación de los niños, tanto en casa como en la escuela.
– Desde hace unos años, el concepto “igualdad” tiene un significado distinto dependiendo de quien lo invoque. Muchos lo utilizan en alusión a la misma dignidad humana que tenemos hombres y mujeres, mientras que otros lo nombran pretendiendo, además, establecer una equiparación total. De ese modo, restan importancia a las diferencias biológicas de unos y otros. ¿Cree que ha de llegar tan lejos la “igualdad”? ¿Cómo entiende ese término?
– El hombre y la mujer somos diferentes biológicamente. Por eso, entre otras cosas, a los hijos los educamos desde sensibilidades distintas. Cada uno aporta su manera de ser específica y complementaria. En todo ello, puede haber algo cultural de fondo, pero también hay un grado de diferencia que es intrínseco.
La idea de la igualdad hay que potenciarla desde la racionalidad, porque si se lleva a ciertos extremos se desvirtúa. Si miramos al ámbito laboral, la igualdad es algo que está muy bien, pero en casa, por ejemplo, yo creo que eso de repartir las tareas a rajatabla no puede funcionar. Es mejor que, desde el mutuo respeto y comprensión, cada uno asuma –en la medida de lo posible- aquellas cosas que más le gustan.
A este respecto, hace poco aquí [en el Centro de Investigación Príncipe Felipe] estudiábamos los responsables que debía haber en casa área de trabajo y surgió la cuestión de si debía ser hombre o mujer. Yo dije que a quien se debía escoger era al mejor, independientemente de si es hombre o mujer. En este centro, además, hay muchas investigadoras que trabajan y tienen hijos. Es cuestión de organizarse y también es importante buscar con las empresas medidas flexibles para poder atender bien las obligaciones familiares cuando son necesarias.
– En cuanto a las tareas domésticas, ¿cree que queda mucho machismo todavía?
– Puede quedar aún, pero las cosas han cambiado mucho y ahora los chicos jóvenes tienen claro que en casa deben hacer tanto como las mujeres.
– ¿Y usted cómo concilia su vida familiar y laboral?
– Con buen entendimiento en el matrimonio y organización. En nuestro caso, además, creo que ha sido importante tener los hijos pronto. Al principio fue duro porque duermes muy poco por las noches, pero ahora que ya tienen entre 16 y 20 años es distinto, porque son más independientes, y no es necesario que estés tan encima. El hecho de que mi marido sea profesor [es catedrático de la Universitat de València] también ha facilitado las cosas, por tener un horario más flexible, con periodos de vacaciones, etcétera.
– Le gratifica la familia…
– ¡Sí! Disfruto mucho de mi marido, de mis tres hijos, de mis tres hermanos… de toda la familia. Para mí son muy importantes. Creo, además, que estar unidos es un buen ejemplo que podemos dar a nuestros hijos. Le contaré una anécdota. Hemos pasado varias estancias largas todos juntos en Estados Unidos. Pero en una ocasión no les pude acompañar por motivos laborales. Estuvieron fuera un año. Al principio lo tomé con ganas, dices “qué libertad”. Pero, en seguida, se me empezó a hacer muy duro y triste…
A mí me gusta mucho mi trabajo, pero lógicamente a veces pueden surgir problemas y, entonces, poder llegar a casa y contarlos es muy importante. Se relativiza todo. La vida familiar es fundamental en la estabilidad de la persona.
– En cuanto a su trabajo al frente del Centro de Investigación Príncipe Felipe, asume usted la dirección en un momento de fuertes recortes presupuestarios y de personal. La suya debe de ser una tarea complicada…
– Lógicamente, el contexto actual de crisis implica dificultades mayores. Ello implica que los investigadores tenemos que cambiar de mentalidad. Ahora ya no hay tanta subvención pública. Así que para poder continuar su labor, cada investigador, además de su trabajo en el laboratorio, debe ocuparse de conseguir financiación en empresas y otras entidades. Es él quien se lo tiene que buscar. Eso cuesta, es duro, pero ya lo vamos asumiendo. En este punto, me gustaría animar a la gente a valorar la importancia que tiene la investigación. Gracias a ella se consigue que se curen muchos cánceres o que un diabético viva casi con total normalidad… Hay que ayudar a los investigadores, como sucede en Estados Unidos. Allí, empresas y ciudadanos corrientes -no solo Bill Gates o Warren Buffet- donan mucho dinero para investigar.
– Más en general, ¿qué opina de los recortes en sanidad?
– Soy una gran defensora de la sanidad pública. En España nos ha costado mucho instaurar un sistema que garantiza la atención médica a todos. A mi modo de ver, si se gestiona bien, no creo que sea un modelo mucho más caro que el basado en la sanidad privada. Por eso, más allá de los recortes, la crisis nos brinda la oportunidad de optimizar y reordenar los recursos disponibles, de sacarles más provecho aunque haya menos. En mi opinión, eso es algo factible ahora mismo en la Comunidad Valenciana porque el equipo actual de la Conselleria de Sanidad es excelente.
– Y en relación a la actividad del Centro Príncipe Felipe, ¿qué líneas de actuación está desarrollando en materia biomédica, habida cuenta de que hace unos años se desarrolló mucho la investigación con embriones humanos?
– Nosotros estamos potenciando en la actualidad la investigación con células madre procedentes de tejidos adultos. Por ejemplo, cogemos células madre a partir de adipositos -las células de la grasa- y hacemos que se diferencien hacia células de cartílago para implantarlas en rodillas lesionadas. Se ha probado en animales y funciona muy bien. El próximo paso sería comenzar a hacer ensayos clínicos con personas.
– En este sentido, ¿piensa que la vida humana comienza con la fecundación y que, por tanto, hay que protegerla desde ese momento y hasta la muerte natural?
– Así es.
Su fe y su vocación investigadora, desde niña Isabel Muñoz nació en Valencia y tiene 46 años. Está casada y tiene tres hijos, de 20, 19 y 16 años. Estudió en el colegio Santa Ana de la congregación de las Hermanas de la Caridad de Santa Ana. Su padre, el doctor José Muñoz Boira, fue director de la Casa de la Salud, regido por el mismo instituto religioso. Todo ello tiene mucho que ver con su vocación médica y con su fe. “De niña siempre estaba por allí con ellas [las religiosas], por el ropero, la lavandería…”, recuerda. Así que “siempre viví la fe muy cerca”. Para ella, fe y ciencia son, “por supuesto”, compatibles. Es más, “a mí la investigación me ayuda a reforzar la fe”. Y dice también sobre su vocación profesional: “Desde pequeña me gustaba la investigación”. Además, sus dos abuelos eran médicos y su madre, enfermera. Fue secretaria de la facultad de Medicina de la UCV Antes de su actual responsabilidad, fue también directora del Centro Superior de Investigación en Salud Pública, así como secretaria de la facultad de Medicina de la Universidad Católica ‘San Vicente Mártir’ (UCV). Renunció, “con mucha dificultad”, a esta última responsabilidad el pasado mes de enero al ser nombrada directora del Centro de Investigación Príncipe Felipe. De sus compañeros de la UCV dice que son “magníficos profesional y humanamente”, tanto que “no es fácil encontrar equipos de trabajo así”. Licenciada en Medicina y en Farmacia, doctora en Medicina y especialista en Microbiología y Parasitología, Isabel ha trabajado también en la Casa de la Salud y en diferentes hospitales públicos. Asimismo, ha realizado varias estancias de investigación en Estados Unidos, en la Universidad de California-Berkeley, en Wisconsin y en Florida.