M.J. Fraile | 12-11-2015
Según los datos del último informe del Instituto de Política Familiar ‘Nupcialidad y ruptura en España 2015’, en nuestro país se registran 7 rupturas por cada 10 matrimonios, avivadas, en parte, por la ‘ley del divorcio exprés’.
De un tiempo a esta parte, una de las cuestiones más debatidas en el campo de la pastoral familiar es la actitud de la Iglesia respecto a los divorciados que se han vuelto a casar.
El sufrimiento y el sentimiento de abandono por parte de la Madre Iglesia son algunos de los constantes sentimientos entre los que han fracasado en su vida matrimonial. Y ante estas problemáticas, ¿cómo acompaña la Iglesia valenciana a los separados y los divorciados?
Acogida, escucha, acompañamiento y apoyo son fundamentales y es lo que buscan los cónyuges que pasan por esta situación. En la diócesis existen algunos grupos, creados por y para ellos como el Proyecto Sepas, dirigido por los jesuitas; y el grupo Separados, del Movimiento de los Focolares. Además, como recuerda Juan Andrés Talens, presidente de la Comisión Diocesana de Familia y Defensa de la Vida, la ayuda también puede venir desde el Tribunal Eclesiástico del Arzobispado, porque no declara que un matrimonio es nulo o no, sino que durante el proceso, realiza un análisis de la verdad del vínculo conyugal que “puede ayudar a subsanarlo”.
En palabras de Mons. Livio Melina, presidente del Pontificio Instituto Juan Pablo II para Estudios sobre el Matrimonio y la Familia, en las Jornadas Diocesanas de Familia celebradas el pasado mes de septiembre en Valencia, la comunidad cristiana “no puede abandonarlos [a los separados y divorciados] a sí mismos, como si fueran, con sus elecciones, excluidos y excomulgados. En cualquier caso, en la medida en que no repudien la fe bautismal, los cristianos que se encuentran en esta situación son miembros de la Iglesia, que tienen derecho no sólo de ciudadanía, sino también de una particular y específica acogida y atención”.

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