Redacción | 19-01-2012
Los cruceros que recorren el Mediterráneo son vistos en las publicidades como grandes centros lúdicos y lo son. Con la noticia del hundimiento de la nave Costa Concordia en Italia, entretanto vino a flote algo que normalmente no se tiene en cuenta sobre los cruceros: estas ciudades flotantes cuentan con la presencia de un capellán.
En este caso el padre Raffaele Malena, que vivió en primera persona el naufragio. Junto a él, el párroco de la isla del Giglio ayudó a los náufragos y el director de la pastoral del mar de la Iglesia italiana, Giacomo Martino, explicó el papel de un capellán a bordo.
En una llamada telefónica a la central del Apostolado del Mar, el padre Raffaele Malena avisó de lo que estaba sucediendo. Le preguntaron si quería que lo fueran a buscar y sin dudar dijo: “Ahora es importante que me quede cerca de la tripulación y los pasajeros para confortarlos en este momento de gran confusión”.
El padre Malena, que conocía a muchos de los más de mil tripulantes, indicó que el problema del desembarco fue principalmente el pánico y que el personal de a bordo se comportó bien.
En sacerdote indicó que “el capellán donde es llamado tiene que correr. Les di coraje, había tantos niños, a una niña la tomé en mis brazos, dije que la mandaran antes con la mamá y la hicieron evacuar antes”. Y añadió que “había otro sacerdote a quien le agradece mucho, el párroco del Giglio, don Lorenzo Pasquotti, que inmediatamente abrió la iglesia”.
Recordó que en esta isla de 1.200 personas en verano y 700 en invierno “todas querían dar una mano: abrieron los hoteles, nos dieron de comer, nos dieron mantas y todo lo que tenían nos lo daban” y concluyó indicando que “a los habitantes de la isla del Giglio deberíamos hacerles un monumento”.
Don Lorenzo Pasquotti, párroco de San Lorenzo y San Mamiliano, de 61 años, por su parte abrió la iglesia y organizó todo lo que se podía para ayudar a los náufragos de este gigante de 17 pisos.
El hundimiento del crucero ocasionó once muertos y, al cierre de esta edición, eran 22 los desaparecidos. (ZENIT)